Casi cada año por estas fechas me pregunto si realmente es efectivo y conveniente dedicar una jornada a reivindicar la igualdad de derechos de la mujer. Lo digo por el regusto que me dejan algunos comentarios de diversos pelajes ideológicos, y también por el despropósito que colorea actos y discursos que terminan siendo versiones torpes del machismo que por desgracia todos llevamos instalado de serie en nuestra programación cultural.
Hay un cierto machismo oportunista y
condescendiente que me avergüenza: “Por
supuesto que estamos todos muy concienciados de la importancia de la mujer, y que
hay que darle el lugar que le
corresponde en la sociedad”. ¿Y quién lo tiene que “dar”? ¿Serán los
políticos? En un país como el Perú, donde solo hay 8 mujeres alcaldesas en los
1872 municipios entre distritales y provinciales. Me da la impresión de que la
campaña la utiliza el sistema, en buena medida, para legitimarse… y que todo
siga exactamente como está.
Luego hay una clase de feminismo reactivo,
el de quienes afirman que la mujer y el hombre son algo así como idénticos. Creen
que liquidando el lenguaje inclusivo se alcanzarán hitos de equidad, y ahí
aparecen “las miembras” y otras lindezas. Tal vez a eso se refería el Papa con
lo de “machismo con falda”. Pero el
varón y la mujer son diferentes y complementarios; tienen la misma dignidad,
y ambos, juntos como “el ser humano completo”, son semejantes a Dios según el
mensaje bíblico.
Además están los intentos por realzar el
valor de la mujer… reivindicando su rol
tradicional de esposa, madre y cuidadora. Ay Diosito. En el folleto de
actividades (que por cierto consisten en un campeonato de futsal y un
pasacalles) de la municipalidad de Islandia con motivo del 8 de marzo hay unas
citas de lo más ilustrativas: “Mujer!!!
Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu permiso” (¿con su permiso sí?). “Después de las mujeres, las flores son lo
más hermoso que Dios le ha dado al mundo”. “Puede ser que el gallo cante pero… es la gallina quien lleva los
huevos”. Esta última mejor no la comentamos.
Claro, es que por acá no tenemos muchas alcaldesas
ni astrofísicas que poner como ejemplo… Sencillamente porque en nuestra región el 41% de los alumnos abandona la escuela
primaria, y de ellos el 53% son niñas. El índice de embarazos adolescentes está por las nubes; chivolas a las que se
les acaba la vida muy temprano, y ya no tienen más aspiraciones que criar
bebés. Cosa muy linda, pero no necesariamente incompatible con los estudios secundarios
y la universidad. Y cada año, en la fiesta nacional y el aniversario del
distrito, un evento fijo del programa es el reinado:
concurso de belleza para niñas de 14 a 18 años, exhibición pública del cuerpo femenino. No puede ser para más
mayores porque casi no las hay que no sean mamás o estén embarazadas, y claro,
ya no son tan bellas.
De modo que recarguemos la demagogia anual
por estas fechas. Y salgamos al pasacalles, donde encontraremos a las
trabajadoras municipales con disfraces y pancartas, un puñado de personas más y alguna burla entre la
indiferencia general; desolador, casi es preferible no hacerlo. ¿No sería mejor hablar menos, dejarnos de tantos
lazos y globos violetas, y ponernos a trabajar más desde la base? Sustanciar la
promoción de la mujer en programas electorales claros y concretos, hacer leyes que
protejan la igualdad, currículos escolares no sexistas, liquidar el reinado... tantas cosas. Nosotros
en la misión posibilitar que las chicas estudien secundaria apoyando a los
papás económicamente, animar a las mujeres para que asuman cada vez más
responsabilidades en las comunidades, luchar contra el maltrato, el abuso y la trata de personas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario