Una tarde llegaron a la casa Juan
Carlos, apu de Santa Teresa II Zona,
y un periodista del diario La Región, de Iquitos, para invitarnos, armados con
documento (en nuestro Perú todo lo serio se hace con oficio) al I Congreso Intercultural
de Fortalecimiento Organizativo de las Comunidades Nativas de la Cuenca del
Yavarí. Toma ya. Con semejante título, como para rechazar la convocatoria.
Ya sabía que Juan Carlos lleva un
tiempito tratando de armar una federación de comunidades indígenas (la
FECONCYA), aunque siempre criticado por personalismo y poca claridad en las
cuentas; lo del periodista me cuadraba menos, así que consulté a los colegas
Miguel y Manolo, párrocos de Punchana en Iquitos y curtidos durante años en mil
aventuras con los kokama del Marañón: “Es bueno que vayas y veas” – me dijeron.
De modo que, novato obediente, proa hacia el
evento.
Sobre las 7 de la mañana había ya
en Santa Teresa II un grupo de personas,
no muy numeroso pero representativo (6 de las 7 comunidades afiliadas a la
federación y una no afiliada) y pintoresco por los trajes típicos que se
veían. A voz en cuello, por la falta de megafonía, cantamos el himno nacional y
aplaudimos la presentación de bailes típicos por parte de grupos de niños de
dos caseríos. En cuanto los organizadores me echaron el ojo, me embrocaron una
credencial como “Delegado fraterno invitado” y me subieron a la mesa de honor, que era un pupitre de la
escuela nomás.
Estaban los miembros de la junta
directiva, los delegados de las comunidades y los asesores llegados desde
Iquitos, que eran en realidad quienes manejaban la cosa: el
periodista-conductor, el presidente de ORICA (la organización regional a la que
está afiliada la FECONCYA) y un abogado con bastantes horas de vuelo en temas
indígenas. Y todo pagado por uno de los candidatos a alcalde distrital, que fue
muy nombrado, aplaudido y, por supuesto, también invitado a subir a donde las autoridades. Puesto que nadie da duros a cuatro pesetas, supongo que todos estaban
allí porque algún provecho personal sacarían…
Como a todos, me brindaron la
palabra y hablé unos minutos. Pero me interesaba más escuchar. Estaban los apus
y las gentes de Japón (Yaguas), Unión Familiar (Kokamas), Santa Rita (Yaguas),
San Mateo (Ticunas), Santa Teresa II (Yaguas) y Constantino Pinto
(Kokama-kokamilla). Faltaron los yaguas de Limonero, que creo que están muy
desorganizados; pero acudieron de Pobre Alegre, y así descubrí asombrado que en
su mayoría son de las etnias Shipibo y Asháninka, emigrados de Ucayali. Me encantó que quedara claro que la Iglesia
está al lado de los indígenas, identificada con sus luchas y dispuesta a apoyar
lo máximo posible, y así lo hice notar en mi intervención.
A medida que transcurría la mañana iban saliendo los problemas de los
pueblos de nuestro río: a la comunidad de Japón hay una asociación de
Caballococha que le van quitando territorio por su fondo. Son en realidad
traficantes que coimean a Agricultura y titulan las tierras para luego
venderlas; ya han perdido la mitad, según el presidente Regner. En Unión
Familiar, personas particulares inscribieron partes de su territorio en la
época de Fujimori y ahora pretenden presionar a la comunidad exigiendo precios
altísimos. Con todos pude conversar en
los descansos, planteando preguntas y dudas, y concertando próximas visitas
adonde todavía no hemos llegado; incluso los israelitas presentes me
dijeron que seremos bienvenidos. Ese fue mi beneficio, jeje.
Se aprobó por votación el plan de
trabajo de la FECONCYA, que consiste en tres puntos:
1
- Avanzar en el proceso de titulación de los territorios comunales
2
- Lograr la educación bilingüe para rescatar y preservar las lenguas
originarias
3
- Buscar proyectos agrícolas productivos
Muy interesantes. La jornada
concluyó a mediodía, porque los iquiteños estaban apurados por marcharse. A
pesar de que ellos hablaron mucho más que los representantes de las
comunidades, y que faltó gente, creo que el encuentro resultó positivo como un
primer paso de los indígenas del Yavarí para organizarse y reivindicar con más
fuerza sus derechos. Un congreso modesto pero lleno de potencial, como la
semilla de Mc 4, 26-34. Para mí, una
oportunidad de oro para conocer y ser conocido, para ir comprendiendo algo más
y empezar a atar cabos en este pedazo de Perú grande en extensión pero con
una población pequeña y familiar. Se quedó en volver a convocar un taller u
otra reunión dentro de un año, y allí estaremos, orgullosos de ser presencia de Iglesia en los nudos donde se ventila el
destino de los más excluidos.
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