Estábamos entrando en Punchana, la sede del Vicariato en
Iquitos, aquel día de finales de enero. Javier iba a iniciar su servicio como
obispo de San José del Amazonas, y yo le acompañaba junto con otras personas,
en parte para apoyarle en este gran cambio en su vida y en parte atraído por la
ocasión de conocer la selva. Había unos cedazos de mimbre decorando la puerta grande del garaje, cada uno con una letra, que formaban la palabra “Bienvenido”. Al
frente del grupo de misioneros y trabajadores que recibían al nuevo obispo me sorprendió ver a una mujer alta, delgada
y rubia, con guitarra en la mano y acento centroeuropeo, llevando la voz
cantante. ¿Te acuerdas, Madrina? Esa imagen está en mí para siempre.
Me figuro que, igual de asombrados que yo, estarían en
Tamshiyacu o San Pablo los primeros años: esa ñañita gringa, de ojos verdes y pelo amarillo, blandiendo el
machete en la chacra, tan chivola, remando por el río, o sirviendo masato a los
hombres bajo el sol el día de la minga.
Llamativa e inolvidable hace treinta y tantos años, igual que hoy, porque llevas
más de la mitad de tu vida en el Vicariato y has pasado por infinidad de
experiencias, curtida en mil batallas y superviviente de cuántas crisis y
hecatombes. Memoria viviente y al mismo
tiempo motor y corazón de nuestro pedazo de iglesia selvática.
Formas parte, por antigüedad y relevancia, del paisaje
loretano. Es chistoso comprobar cómo todo
el mundo te conoce, por todas partes te encuentras gente que te saluda, jaja.
En Iquitos los mototaxistas me hablan de la
hermana Domi, te paran por todo el Amazonas, en Pantoja, en Soplín, ¡hasta en
Rocafuerte, que está en Ecuador! Todos te recuerdan (es difícil que pases
desapercibida), pero como tú no puedes acordarte de tantos nombres, a todas las
mujeres las llamas “Josefa” por si suena la flauta, yo me mato de risa; un día,
me cuentas, acertaste… ¡y había que ver la cara de satisfacción de la señora!
El curso del CEFIR fue una buena introducción a la vida misionera
en la Amazonía (¡pakrachu por
invitarme!), pero también fue una oportunidad para convivir contigo más tiempo.
¿Cómo es posible que siempre tengas temas de conversación? ¿De dónde sale ese arsenal de bromas y chistes para reírte tú y
hacernos reír a los demás? En el bote, en el partido de fútbol, en clase,
en el almuerzo, en la oración… ¡en la fiesta! Muchacha, ¿cuál es el secreto de
esa energía? ¿Quinua, maca, LL, RC*…? Diosito lindo. Aunque observo maravillado
que también tienes harta clientela para diálogos
del alma, acompañamientos en situaciones delicadas,
consejos y confidencias. La tuya es una profundidad muy inculturada: simpática
pero auténtica.
Mi fascinación por ti
es gemela de mi fascinación por la selva: las dos comenzaron aquel día como
un flechazo insensato. ¡Cuántas preguntas te habré hecho (y las que me quedan)!
En las noches de vodka y derrotas en las damas chinas, procuro abrir todos los
poros de mi entendimiento y mi intuición para aprender y hacer tesoro de tus
aventuras, tus puntos de vista, tus posiciones teológicas, tus esperanzas de
futuro. Me enorgullece y me pasma que en muchas cosas opinemos igual… ¿Sabes
qué? Varias veces, cuando hemos comentado algo, he notado que estábamos
pensando exactamente lo mismo.Y eso que yo todavía no he tomado ayawashka, jaja.
Siempre tengo presente que te viniste como misionera al
Vicariato “para siempre”, como tú
dices. Eras casi una niña pero ya lo tenías claro, y aquí sigues. En estos
tiempos de turismo solidario y de
misioneros con contratos temporales, tú
eres el icono de lo que dice Monseñor Gerardo: “el misionero es como el pistolero: hasta el final”. Eres una inspiracióń, a mí tu
vida me interpela, y cuando dices que soy “tu pesca”, me siento afortunado y desafiado
en la misma medida. Porque al Vicariato llegué por mi propio pie y a la vez cautivado
por ti. Ser pesca tuya es una
denominación de origen, un certificado de calidad, como el vino de Ica; implica
de alguna manera seguir tu estela, parecerme a ti, y creo que me viene grande.
Todo esto te lo digo ahora que no nos oye nadie, tú en Polonia
y yo en España. Espero que estés descansando y al mismo tiempo cuidando a tu
mami. Nos veremos en Lima, listos para más peripecias por el Napo y el Yavarí. Te deseo
sumak kawsay mientras tanto. ¡Gracias Madrina!
¡Qué decir!... ¡Pakrachu, ahijado!
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