Al pasar Nueva Esperanza hay un puente en un lugar llamado Chalua, y junto a la pista una gran piedra blanca y redondeada.
- ¿A qué se parece? - me pregunta Ángel.
- ...
- A dos bueyes con su yunta, ¿verdad? Pues esta piedra sería perfecta para el altar de la nueva iglesia de Omia.
Meses después, siguiente capítulo de la historia. Voy a ver a don Oriol Zumaeta, que es de Omia y gerente de la municipalidad de Mendoza, para ver si nos apoya en el traslado de la piedra, y oyes, dicho y hecho: con gran generosidad y eficacia hace sus coordinaciones con ayuda de Nancy, y en un par de días una retroexcavadora jala la piedra, la pasa a un volquete, que la lleva a la iglesia y la bota en el presbiterio dando un vuelco, cayendo de pie pero rompiendo varios ladrillos de la pared del fondo.
Colocar la piedra en su lugar no fue tan sencillo y llevó casi dos días. Hubo que abrir un cráter en el piso para hundir la piedra de manera que quedara a la altura adecuada. Como no se encontró un retromartillo, tuvieron que romper el cemento a lo bestia, con mazo y mucha moral. Una vez hecho el agujero, resultó arduo ubicar el pedrusco con la uña de la retro, con cadenas, con imaginación y una miaja de suerte. ¡Ahí nomá! - grité cuando me pareció que estaba en el sitio.
Y es que han sido un montón de viajes a Omia, y la semana pasada casi cada día, por la mañana (la moto ya se sabe el camino), para coincidir con el tallador y no perder detalle. Porque la roca, ya en su sitio, había que cortarla y esculpirla, para que fuese un altar y al mismo tiempo no perdiese su aspecto original de piedra con forma de bueyes uncidos. Manuel ha trabajado magníficamente, y aún me asombra cómo ha podido lograr un resultado tan espléndido; le ha ayudado el corte de la amoladora, pero es increíble la habilidad, la fuerza y la paciencia de este hombre para labrar algo tan durísimo.
Que peazo de ambón, madre |
Y duradero. Yo me marcharé y espero que los de Omia se acuerden de este padrecito cuando hablen de cómo llegó la piedra. Aunque creo que casi nunca funciona así: ni tejados ni suelos ni ná: más bien nos recuerdan porque quisimos a la gente y fuimos buenos, cercanos y serviciales. Y eso es más hermoso aún. Sobre este imponente altar hemos celebrado la Eucaristía y luego en la procesión los danzantes han derramado la fragancia de tradición de este pueblo humilde y encantador, que cada día me enamora más.
Ángel, ya tienes tu piedrita... estarás contento, ¿no? Un gran abrazo.
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