sábado, 3 de octubre de 2015

LA AMISTAD PROTEGE


Somos raros. Lo hemos comentado muchas veces. Pero eso no nos hizo encontramos, ni siquiera conocernos. Yo sabía que te habían trasladado a mi pueblo, y tú, por tu cargo, tenías noticia de mi existencia y mis avatares. Nomás. Hasta que yo necesité ayuda en un momento crucial. Nos saludamos por la calle Santa Eulalia y ahí empezó todo, acaso tú no te acuerdas, pero yo nunca lo olvidaré.

Raros por habernos criado en otras familias, raros por nuestros planteamientos, filosofías o modos de vivir, no sé. El caso es que, cuando me cayó la hora más decepcionante y pesarosa, apareciste con toda tu generosidad para comprenderme, aconsejarme bien y ayudarme a encontrar ventanas abiertas. Junto con Antonio Becerra, los dos con el conocimiento realista de las cosas puesto a mi servicio.

Todo salió bien, pero tú entendiste que a mí me hacía falta algo más que una resolución práctica de la situación, se trataba de un atolladero personal más agudo, un hundimiento de la confianza en mí mismo, no desorientación, pero sí la autoestima derrocada. El vino que el samaritano aplica a las heridas del caído fue lo que tú me invitaste a compartir como remedio al lamento en muchas noches de conversación, de confidencias, de reconocernos el uno en el otro como amigos.

Sí Paco, así me ayudaste: siendo amigos. Dándome la seguridad que yo tenía extraviada, haciéndome sentir que cuando el cariño aflora los reproches se esfuman y con naturalidad se hallan los puertos comunes. Raros por la prevención o el recelo ante lo desconocido; raros también por las ciegas agresiones de la envidia.

Porque trataron de hacerme daño, ya recuerdas. Pero yo sé que tú me protegiste, primero estando ahí aquel mi primer día en el pueblo del jamón, y luego defendiéndome de las mentiras y los chismes cuando yo no tenía argumento ni capacidad. La maldad no lesiona si el cariño se pone en pie y empuña la honestidad. Lo dice esta frase que vi en el muro de Sonia: "La amistad protege y el amor cura. El odio contagia y hiere. La indiferencia mata" (Lois Pereiro).

Luego llegaron mis Valles, y esa fue la terapia definitiva. Tú seguiste ahí, compartiendo esta vez las horas vivas, como dice Gibrán, riendo con mi alegría, disfrutando de mi pequeña felicidad. En algún momento me tuviste que amparar de nuevo, porque a los raros no nos faltan enemigos, pero sabes que ya era más fácil, yo iba disponiendo de cierto crédito.

Y al final, el crucifijo, que es el símbolo del sueño cumplido y de la victoria. Tú me lo trajiste de Roma, es como el de Francisco, y él lo lleva mientras charla contigo en la celebración de tus bodas de plata de sacerdote. El Papa también es raro, y cuántas veces ha iluminado nuestras conversaciones, ¿verdad? Es una inspiración para ti y para mí.

La foto recoge un momento mágico que tú te mereces por los cuatro costados, Paco. Hoy, en esta víspera de tu santo y el del Papa, el instante se repite con otra melodía en Mérida, entre los tuyos, tu familia, tu comunidad. Yo andaré por Huambo, por Omia... en las faenas del sábado mendocino, pero estaré unido a ti y muy bien representado por Luis y Elena. Enhorabuena por 25 años de entrega al Señor y a los demás. Gracias por todo lo que has hecho por mí. En mi paladar está el buen tinto de nuestra tierra, y sé que quedan muchos momentos por saborear juntos. ¡Felicidades amigo!

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