Nada como un evento para apreciar el genio peruano: ceremonioso, expresivo y agradecido. El domingo pasado, 8 de marzo, tuve la oportunidad de hacer un monográfico de cinco horas de gestos, atuendos, pancartas, saludos, desfiles y símbolos. Y disfruté y aprendí a partes iguales.
Todo había comenzado días antes en una reunión en la Municipalidad a la que convocaron a la parroquia; por supuesto, mediante un "oficio": carta-convocatoria con toda la información de la reunión que llega en dos copias, una que tú firmas y que se lleva el mensajero para que tengan constancia de que estás enterado, y otra que te quedas. Más conseguido y exhaustivo que los órdenes del día en Santa Ana (jeje). La reunión fue muy interesante, me permitió conocer a muchas personas y me ayudó a sentirme parte de una comunidad humana.
Entrar en el Ayuntamiento (perdón, la Municipalidad) como en mi casa no se logra de la noche a la mañana, pero se empieza así, por ejemplo preparando un programa completo de actos con motivo del Día Internacional de la Mujer: feria informativa, conferencia, programa de radio... Es un gusto que cuenten con la parroquia y poder organizar cosas entre todos, como hacíamos en Santa Ana tantas veces (allí me decían los del Ayto. que me iban aponer un jornal de las veces que iba...).
El día central empezó a las 8:30 de la mañana en la comisaría, donde nos congregamos y fuimos solemnemente llevando la enseña nacional a la plaza. Las autoridades (jeje) nos colocamos en la escalinata de la iglesia para asistir al izamiento con la interpretación del himno nacional. Acá les encantan el protocolo, las bandas de música, los discursos y que todo sea muy serio; aunque eso sí, se pasa en un instante del tirano ambicioso iberino* a la alegre tonadilla de una marinera.
Siguió el pasacalles, en el que las autoridades íbamos portando un gran cartel con el lema de este año: "La mujer no es un objeto, trátala con respeto". Ternos, uniformes de gala, elegantes sacos (chaquetas), profusos maquillajes, tremendos tacos (tacones), y yo con zapatillas de deporte medio embarradas. Como había concurso de pancartas, hubo que presenciar el desfile (¡les encanta desfilar!) de toditas para que el jurado evaluara y concediera los premios, que el alcalde entregó aderezados de los correspondientes discursos de felicitación y aplausos como cancha. Nobles intenciones en un país en el que, de las más de 1400 alcaldías posibles, solo 6 están ocupadas por mujeres. Más que una cabalgata, queda un arduo largo camino por recorrer hacia la igualdad.
La jornada se cerraba con la misa. Yo había pasado las moniciones y los textos a la secretaria de la Municipalidad para que pudieran leer y participar personas de todos los organismos e instituciones, y así fue: la fiscalía de familia, la policía, el poder judicial, los funcionarios municipales, el hospital, la parroquia... En el ofertorio, un paño de manos con el que las mujeres transportan a los bebés en la espalda, y una alforja con frutos de la chacra mendocina. Jesús, látigo en mano, se enfada porque han convertido el templo en un mercado, y nosotros denunciamos los abusos, violaciones, discriminaciones, maltratos, violencia y desigualdad con que se profana la dignidad de la mujer. Y también agradecimos al Señor haber creado lo femenino del mundo: la sensibilidad, la tenacidad, la delicadeza, la inteligencia...
Al terminar, hasta el gerente municipal entró a darme las gracias. Yo antes había agradecido a todos desde el altar el haber podido compartir un día precioso, y lo hice de corazón. Y cuando veo que la gente ya me saluda por la calle, me siento orgulloso de ser acogido en un pueblo, en este pequeño mundo que es Mendoza y su valle, en el que empiezo a encontrar mi lugar.
La fiscal de familia, el fiscal penal, el gerente, la trabajadora social de Emergencia Mujer, el padre y la alférez... ¡casi ná! |
Y TU CON ESE POLO NARANJA.
ResponderEliminarHola César.¡Qué bien te supiste situar en la escalinata!Con esa escolta no vas a salir de Perú tan prontito.
ResponderEliminarBesos