Estar en Perú es, en cierto modo, como volver a ser niño o joven que tiene que aprenderlo todo, pero con 44 años. Cada día lo nuevo y lo diferente te salen al paso, te extrañan y te piden respuesta en forma de adaptación, y otras veces simplemente tienes que bajarte los humos y al cole… ¿Quién me iba a decir a mí que tendría que sacarme el carnet de conducir tras 21 años de ya tenerlo? Pues eso es lo que hice, como todo el mundo, la semana pasada.
Ya fue una odisea poder presentarme al examen. Entre la pila de papeles obligatorios había que acreditar que tengo la secundaria completa, y por más que intenté con un certificado del obispo, no valía: hubo que hacer traer de España el título de Bachiller… pero con la Apostilla de la Haya (http://es.wikipedia.org/wiki/Apostilla_de_La_Haya) nada menos. ¿Y qué me cuentas del certificado médico? Las pruebas son pa cagarse: un test psicotécnico con cuentas, resolver un laberinto, preguntas de lógica y dibujar un niño (¡!); el ejercicio del compás para conocer el estado de tu pulso (llevar una agujita con dos mandos por una línea sin salirse, ¿lo habrá hecho bien alguna vez alguien?); prueba de reflejos pegando un pisotón a un pedal y, por supuesto, revisión de la vista descifrando letras en miniatura. Hora y media, no te ve ningún doctor, te preguntan tu grupo sanguíneo, se lo dices y aún así te sacan sangre, y al final aparece el certificado firmado por ocho médicos previo pago de 70 soles.
En Transportes te venden un sidí (CD) con varios balotarios (cuestionarios) de preguntas de examen, para que te prepares el teórico. Puedes elegir el día entre lunes, martes y jueves, y si apruebas, ese mismo día puedes hacer el práctico. Paso tres días resolviendo tests y el día de la misa Crismal en Chachapoyas (donde transcurre toda esta historia) voy temprano a examinarme. Efectivamente, me sientan delante de una pantalla y salen mis preguntas para ir marcando la respuesta correcta. La cosa empieza bacan, pero enseguida se torcerá.
Al momento observo que hay un grupo de unas 6 preguntas que no aparecían en ningún cuestionario, así que voy a protestar. La señorita (ya somos como de familia) me dice “Pucha, ya han cambiado los exámenes sin renovar el sidí, todos los años lo mismo. Yo le ayudo a contestar, no se preocupe”. Vamos pasando preguntas nuevas, y a pesar de que ella va al manual a mirar las respuestas, se equivoca en tres, así que acabo teniendo cuatro fallos y apruebo de milagro. Uuuuf.
Pasamos al examen de manejo. Para hacerlo tienes que traer tu propio carro (¡!) en perfectas condiciones y presentando la tarjeta de propiedad. El examinador es un tipo bajito, con gorra y bigote que no me da muy buena espina cuando me manda recoger unas vallas de hierro y cargarlas en la tolva de la camioneta. Me lleva a una zona universitaria, y pienso que en los tres minutos que dura el trayecto ya debe haber visto que yo sé manejar.
- “Abra el capó de su vehículo… Dígame, ¿qué comprobaría antes de salir por la mañana? ¿Dónde están los fusibles?”
- “Mire usted, no tengo ni idea de dónde están los fusibles porque es la primera vez que abro el capó de este carro”.
Me pega una bronca y me explica cómo se cambia un fusible en carretera, mientras pienso: “¿le pego un bocinazo a este zonzo (sonso), es decir, tonto? Luego me sienta al volante, me pide que le explique lo que veo (los mandos, el salpicadero, los espejos…) y noto que me voy calentando más cuando me pregunta cuántos pedales hay.
Pasamos a la prueba del sardinel: se trata de conducir marcha atrás unos 400 metros paralelo a la acera, sin tocarla ni hacer zig-zag. Lo hago, según él, “más o menos”; ahora toca estacionar: “usted podría hacerlo en un minuto, me dice, pero yo le voy a dar tres”. Aparco en menos de un minuto y me pregunto qué más se le va a ocurrir para intentar jalarme. De regreso a la oficina, me pregunta: “¿Qué le diría usted a una persona que estuviera sentada en el asiento del copiloto y no llevase puesto el cinturón de seguridad?”. “Que se lo ponga”. “Pero he observado que en las dos ocasiones en que me he sentado acá, no me lo he puesto y no me ha dicho nada”. (“¿Le jarreo al gilip. este?”). Freno, le miro y le digo: “Pues porque es usted el examinador y no me he atrevido, ¿comprende?”. “¡Pues ni aunque fuera el presidente, usted me lo tiene que decir!”.
- “Nada, que me ha tocado un zonzo”.
- “Lo que pasa es que es adventista”, mis compañeros se carcajeaban durante el almuerzo, un rato después. “O racista, y le gusta j. a los gringos”, jejeje.
Ay Diosito. Período de adaptación.Volvemos a preescolar y a los palotes. Reaprender a vivir es tan estimulante como agotador. Ser novato exige rodarte, equivocarte, preguntar, tropezarte y levantarte, aceptar que en muchos aspectos eres inútil y que lo que te valía en tu hábitat aquí se te cae de las manos. Aunque oyes, tontos hay por todos lados, eso es un universal cultural.
martes, 31 de marzo de 2015
jueves, 26 de marzo de 2015
SOY DE LA JEC
Íbamos cantando en la combi camino de Tocuya, a unos 40 minutos de Mendoza. Sandy y Kemerly con sus bromas, Leo calladito, el padre Nico liándola y Willy el chófer acelerando entre derrumbes. Se prometía un día bonito, y lo fue: la inauguración del curso en la JEC de nuestra parroquia.
No nos juntamos demasiados, pero lo pasamos de la patada. Al llegar nos topamos con varias dificultades: no había luz, no podíamos enchufar el equipo de música, los de Limabamba llegaban tarde por cortes en la carretera, los de Longar no aparecieron... Como siempre con los jóvenes, todo parece estar a punto de desmoronarse y al final todo sale. Al rato nos vimos formando un corro en el que nos fuimos presentando, bailando con las animaciones, entrando en calor. Puede haber perfectamente en torno a 80 jecos en la parroquia, y yo me sentí privilegiado de poder estar con ellos, entre ellos.
Con este personal se puede hacer oración leyendo el evangelio, cerrando los ojos y cantando suavecito. Es como si el cóctel Dios+jóvenes me hiciese un lifting en mi entusiasmo, me quitara arrugas de mi capacidad de adaptación y espontaneidad. Un auténtico pisco-sour espiritual que me hace más joven y más sonriente, que da sabor y colorea mi misión. Siempre ha sido así y ahorita no iba a ser menos, con esta gente tan resalada.
Se trataba de elegir el tema de trabajo para todo este año. Helí planteó una dinámica bien sencilla, con unas preguntas para debatir en grupos y presentar las conclusiones en papelotes (que son hojas grandes de papel continuo). Me quedo maravillado de cómo funcionaron los grupos solos (sin asesores, que son los animadores), y sobre todo de cómo expusieron los muchachos. Aquí hay jóvenes que valen todo el oro de América, ese Toñito, esas Mari Carmen y Mª Isabel de Cochamal, ese Luis Enrique, esa Marjory de Limabamba...
El resultado, bacan: trabajaremos sobre los problemas de comunicación en la familia, la falta de comprensión entre padres e hijos, y todo lo que eso puede conllevar: alcoholismo temprano, drogas, malas compañías, etc. De ahí al almuerzo, cada cual con su "fiambre", que es un taper con la comida: arroz, papas, yuka, pollo (acá los bocadillos como que no existen)... A los padrecitos nos había preparado Adelaida un taper con cuy, plátanos y yuka frita, ¡mmmmhhh! La generosidad es transcontinental.
Tras almorzar, unos se fueron a bañar a las aguas termales cercanas y regresaron con el pelo oliendo a huevos podridos a causa del azufre, y otros organizaron un partido de fútbol, que fue interrumpido por uno de esos chaparrones tan típicos por estas latitudes. Como acá los desplazamientos a los encuentros son una fregada, acordamos crear un sistema de compensación para que todos paguemos lo mismo, los que vienen de más lejos y los cercanos. No nos vendrán mal ayuditas de la JEC de España, por si leen esto Álvaro y Carmen, jeje.
El día concluyó con fotos, despedidas y quedada para dentro de unos meses, quizá en la piscina de Leyva. Llega uno reventao pero más contento que un trucho (o una carachama). Aquí en Perú sigo siendo de la JEC, o mejor, soy de los jóvenes. Ellos me dan la vida aunque no lo sepan, y yo voy por cada destino buscándolos, disfrutando de su compañía y aprendiendo esa alegría tan suya. ¡Gracias!
sábado, 21 de marzo de 2015
CHAPARRONES EN EL 5º PIMIENTO (LA MONTAÑA DE ZARUMILLA)
Al llegar al puente de Legía, me bajo del carro con la mochila y ya me está esperando Teresa, una mujer menuda, con Darwin, casi un bebé, cargado a la espalda. Me lleva a su casa, donde juego a la pelota con Lesly, Leidy y Yesy, sus otras hijas, encantadoras por sus sonrisas luminosas. Cada patada al balón, cada grito de alegría van botando esa mijita de estrés que me cancamurre de vez en cuando.
En la noche tendremos la Eucaristía en la capillita de este pequeño pueblo, espantando los mosquitos que acechan el cáliz y comentando el evangelio de manera simpática. La mujer que entona los cantos, cuando el niño que lleva en brazos se cosca, saca la teta y plaf, zuguetazo que te crió y palante con el ofertorio, jejeje. Duermo en una habitación que es una especie de botica, donde hay una estantería con unos pocos medicamentos, y se me ocurre que no hay mejor remedio que el contacto con las personas, que estar aquí, con todos mis sentidos puestos en servir a esta gente sencilla y dejarme querer por ellos. Zzzz.
Martín viene a buscarme a las 6:30, porque quiere que vayamos a conversar con varias personas antes de que se vayan a la chacra. Hablamos con Mariola, que quiere bautizarse como Yuli, y quedamos de acuerdo en que se preparen. Luego, en otra casa, Marilín que tiene 12 años y es adventista nos dice que no, que no quiere el Bautismo. Martín va a todos lados con su biblia, de pronto lee un pasaje, me dice que lo comente, y yo me siento un poco como los testigos de jehová pero en versión cutre.
De Legía paso a San Antonio, una comunidad de las más pobrecitas. Como no hay capilla, la misa es en la escuela; y acude un buen grupo de gente, entre ellos cuento más de 25 niños de varias edades. Rosendo, el agente de pastoral de acá, tiene sus dificultades, dice que la gente es muy pasiva. Y desde luego tiene razón, porque cuesta horrores arrancarles una sonrisa, que canten e incluso que respondan "y con tu espíritu". Al final de la Eucaristía charlamos, les intento animar y casi les obligo a que salgan más personas que quieran ser agente de pastoral. Y se apuntan tres mujeres jóvenes: Silvia, Enith y Elena... que no está bautizada todavía.
Un poco tarde recojo a mi compañero Nico y emprendemos la ruta hacia Luz del Oriente. Tardamos más de una hora porque la "carretera" pulveriza todos mis registros, jamás había conducido por un camino tan difícil: piedras, barro, pasos angostos, derrumbes, badenes (uno de ellos a punto de desplomarse), el río que inunda el firme... uuuuuf. Cuando llegamos a Luz son casi las 7, está cayendo una tromba de agua y en el local comunal donde es la misa no hay nadie. Menos mal que Magalit, la mamá mushita* de dos niños de la casa hogar, sabe que vamos a ir y nos espera.
Nos planta un plato de carachama que nos sabe deliciosa, y luego otro de papas y arroz con más pescado. Conversamos con esta mujer peculiar, chiquita pero valiente y fuerte, que nos da alojamiento en su casa, por la que tengo que andar agachado para no darme coscorrones con las vigas y el techo. Bastante reventao, me acuesto escuchando el sonido de los grillos confundido con el rumor de esta lluvia que se precipita con fiereza. Y rapidito sueño que cada gota me relaja y me limpia, así que duermo como si nunca hubiera dormido, caigo como un saco de papas hasta la mañana siguiente. Sin prisas. Delicioso. Lo necesitaba.
Hay agua por todas partes cuando bajamos a la escuela, y allí las maestras nos permiten saludar a los niños, cantar alguna canción, contar un cuento e invitar a apuntarse a la Comunión o al Bautismo. Las escuelas rurales alejadas, como esta, tienen su problemática, que se merece otra entrada. De Luz pasamos a Río Verde, y de allí a Achamal y Zarumilla, el pueblo más grande, donde en la noche me encuentro con una comunidad viva, numerosa y dinámica. Tras misa, aplauso, cafesito... quedan otras dos horas de rally hasta casa. Llega uno molido pero contento tras estos días en el 5º Pimiento, con lo que ya he pisado las zonas más alejadas de la parroquia: el 5º Pino es la montaña de Omia y Donde Cristo Perdió el Mechero es la selva de Soritor, que ya conocemos. Aunque... los sitios lejos lejotes, de caminar horas, los dejamos para cuando llueva menos y el barrito de un respiro.
* Musha quiere decir "blanca", de tez blanca, pelo claro o rojo y ojos claros, azules o verdes.
lunes, 16 de marzo de 2015
25 AÑOS DE ACOGIDA, SENCILLEZ Y ALEGRÍA
Katy tenía la cara encendida de emoción, la veía abrumada por las muestras de cariño, los reconocimientos, las flores verbales y vegetales, las lágrimas queriendo asomar tras sus gafas y una avalancha de recuerdos, 25 años de sonrisas, cansancio, entrega, felicidad y dureza abarrotando su corazón. Y trabajo, mucho trabajo.
La Eucaristía en la catedral de Chachapoyas fue preciosa memoria y actualización. Mons. Emiliano y Merche, la superiora general de las Hijas de la Virgen para la Formación Cristiana, evocaron la gestación de la presencia de las paisanas en el Perú y sus primeros pasos de la mano de Mons. Montero y Mons. Hornedo y todo lo que vino después: el comedor, el dispensario, la catedral, la catequesis familiar, la atención a Huancas, el hospital... Gracias fue la palabra más repetida en todos los momentos del día, y Merche agradeció su cercanía a todos los misioneros de Mérida-Badajoz que han pasado por aquí... ¡incluso a mí! ¿De verdad también formo parte de esta historia?
Las psicólogas Judith y Flor llevaban las ofrendas, ellas con la doctora Temperance Brennan Rocío son el futuro, la promesa que Dios da a manos llenas en forma de pan y vino. Junto a ellas, Glafira vestida de hábito parecía disfrazada, Isabel con el pie sano, Dulce Nombre y Ángela como artífices de un cuarto de siglo de servicio. Cuando los mariachis comenzaron a funcionar en el patio de la parroquia, todas bailaron mientras Emilia hacía de las suyas. Se rompieron los diques de la alegría, se desataron las ganas de festejar porque ellas se lo merecen.
Los discursos en esta tierra son consustanciales a la celebración. El peruano es agradecido en su ADN, y lo expresa con ráfagas de palabras, educados tratamientos y reiteraciones que quisieran recargar la gratitud. Las palabras sobrevolaban la gran torta y adornaban las pastitas y los bocaditos con que nos obsequiaron antes del plato de carne de res con arroz, ¡qué banquetazo! La alcaldesa de Huancas, la catequista Filo, los regidores municipales...
Mientras nos peleábamos con el proyector, la expectación fue subiendo. Y cuando en pantalla aparecieron las hermanas Gracia y Amor, una silenciosa devoción se adueñó del comedor. Llevaban todo el día aquí, omnipresentes a pesar de los kilómetros de distancia. Gracia y Amor, su dedicación y amor a Chachapoyas, sus años de donación, de trabajo, de desvelos; Gracia y Amor llenándolo todo, hermosa metáfora de cómo Dios inunda todo de amor y de gracia, discreto pero eficaz. Katy ya no pudo más: Amor y Gracia son sus compañeras del alma durante años, y ella es el recuerdo viviente de una experiencia única, de lo vibrante de la fundación, de la lucha por encarnar carisma, vida y camino,
"Acogida, sencillez y alegría" es la divisa que está a la entrada de la casa de Chacha, y también en la capillita de las hermanas de Lima. No he encontrado otra cosa desde que llegué a Perú: acogida incondicional, estilo sencillo y familiar, y una alegría cocinada en el buen humor necesario cada día. Al manejar de vuelta a Mendoza, tras un día desbordante de emociones, pensaba que el carisma de las formacionistas sintoniza al pelo con el ser peruano, están hechas para esta tierra y esta gente.
Y hace un rato, sobre la mesilla veo el llavero que nos regalaron, con la divisa de Mª José: "Tú Señor, para mí, y yo para los demás". ¡25 años! Más de media vida... Diosito, para entonces, ¿dónde estaré?¿qué habrá sido de mí?
miércoles, 11 de marzo de 2015
DÍA DE LA MUJER
Nada como un evento para apreciar el genio peruano: ceremonioso, expresivo y agradecido. El domingo pasado, 8 de marzo, tuve la oportunidad de hacer un monográfico de cinco horas de gestos, atuendos, pancartas, saludos, desfiles y símbolos. Y disfruté y aprendí a partes iguales.
Todo había comenzado días antes en una reunión en la Municipalidad a la que convocaron a la parroquia; por supuesto, mediante un "oficio": carta-convocatoria con toda la información de la reunión que llega en dos copias, una que tú firmas y que se lleva el mensajero para que tengan constancia de que estás enterado, y otra que te quedas. Más conseguido y exhaustivo que los órdenes del día en Santa Ana (jeje). La reunión fue muy interesante, me permitió conocer a muchas personas y me ayudó a sentirme parte de una comunidad humana.
Entrar en el Ayuntamiento (perdón, la Municipalidad) como en mi casa no se logra de la noche a la mañana, pero se empieza así, por ejemplo preparando un programa completo de actos con motivo del Día Internacional de la Mujer: feria informativa, conferencia, programa de radio... Es un gusto que cuenten con la parroquia y poder organizar cosas entre todos, como hacíamos en Santa Ana tantas veces (allí me decían los del Ayto. que me iban aponer un jornal de las veces que iba...).
El día central empezó a las 8:30 de la mañana en la comisaría, donde nos congregamos y fuimos solemnemente llevando la enseña nacional a la plaza. Las autoridades (jeje) nos colocamos en la escalinata de la iglesia para asistir al izamiento con la interpretación del himno nacional. Acá les encantan el protocolo, las bandas de música, los discursos y que todo sea muy serio; aunque eso sí, se pasa en un instante del tirano ambicioso iberino* a la alegre tonadilla de una marinera.
Siguió el pasacalles, en el que las autoridades íbamos portando un gran cartel con el lema de este año: "La mujer no es un objeto, trátala con respeto". Ternos, uniformes de gala, elegantes sacos (chaquetas), profusos maquillajes, tremendos tacos (tacones), y yo con zapatillas de deporte medio embarradas. Como había concurso de pancartas, hubo que presenciar el desfile (¡les encanta desfilar!) de toditas para que el jurado evaluara y concediera los premios, que el alcalde entregó aderezados de los correspondientes discursos de felicitación y aplausos como cancha. Nobles intenciones en un país en el que, de las más de 1400 alcaldías posibles, solo 6 están ocupadas por mujeres. Más que una cabalgata, queda un arduo largo camino por recorrer hacia la igualdad.
La jornada se cerraba con la misa. Yo había pasado las moniciones y los textos a la secretaria de la Municipalidad para que pudieran leer y participar personas de todos los organismos e instituciones, y así fue: la fiscalía de familia, la policía, el poder judicial, los funcionarios municipales, el hospital, la parroquia... En el ofertorio, un paño de manos con el que las mujeres transportan a los bebés en la espalda, y una alforja con frutos de la chacra mendocina. Jesús, látigo en mano, se enfada porque han convertido el templo en un mercado, y nosotros denunciamos los abusos, violaciones, discriminaciones, maltratos, violencia y desigualdad con que se profana la dignidad de la mujer. Y también agradecimos al Señor haber creado lo femenino del mundo: la sensibilidad, la tenacidad, la delicadeza, la inteligencia...
Al terminar, hasta el gerente municipal entró a darme las gracias. Yo antes había agradecido a todos desde el altar el haber podido compartir un día precioso, y lo hice de corazón. Y cuando veo que la gente ya me saluda por la calle, me siento orgulloso de ser acogido en un pueblo, en este pequeño mundo que es Mendoza y su valle, en el que empiezo a encontrar mi lugar.
La fiscal de familia, el fiscal penal, el gerente, la trabajadora social de Emergencia Mujer, el padre y la alférez... ¡casi ná! |
sábado, 7 de marzo de 2015
TODO ES DIFERENTE, TODO ES IGUAL
- "Mañana tenemos dos entierros, uno en Huambo y otro en Mendoza" - dice Ángel.
- "Joé" - digo yo - "parece que estamos en España".
A los dos muertitos los han traído desde lejos para que descansen en sus pueblos, ambos son ya mayores, hasta ahora todo como de costumbre. Solo que no hay funeraria, el traslado fue en carro particular (!) y muchos entierros los suelen hacer los laicos, los agentes de pastoral de los pueblos. Y eso es para mí distinto y fascinante.
En Huambo es a las tres, así que allí me encamino y es el primer sepelio que celebraré en Perú. Miro las lecturas, las peticiones, echo de menos una vez más a Mari, me revisto y me sorprendo y sobresalto al escuchar el rumor y los cantos: ¡ya está aquí el cadáver, y eso que faltan 10 minutos para la hora! "En los entierros la puntualidad es extrema", me cuenta la hermana Francisca. Igualito que en España.
Madre mía. Me pongo la estola al revés y no me da tiempo a recibir el cuerpo en la puerta, me lo encuentro por el pasillo. La gente va entrando, alguien entona un canto, y junto a la caja vienen tres niños con tres especie de estandartes caseros, de cartón y pintados con ceras, algo que cuadra con la estética de acá pero que a mí me chirría. Tengo que escribir sobre el estilo ornamental y sobre la noción de puntualidad.
No hay pésame, todo el mundo entra a la misa. Comienza la ceremonia y está el cirio pascual, como siempre, pero en este ritual no encuentro la oración que acompaña al gesto de encenderlo. Palante. Se canta el salmo (aquí una misa sin cantos es como un ají de gallina sin gallina) y llega la homilía. Observo que los familiares están en los primeros bancos, y que necesitan también unas palabras cariñosas que les alienten. Hablo de la madre difunta, de su entrega, y afloran un montón de lágrimas... ¿me estaré pasando?
El micro del altar de repente no funciona (eso me suena...) y he de dar tremendas voces porque, igual que en España, la iglesia está llena. Los niños porta-estandartes se mueven y me distraen, pero ya estoy entrenado (¿cómo se estará portando la Bicha este año en misa?). Después de la comunión hay un silencio y me doy cuenta de que el féretro tiene los pies hacia atrás, al contrario de lo habitual.
Tras las usuales oraciones y la aspersión del agua, un familiar sale a un micro que sí jirga para decir unas palabras de agradecimiento e invitar a los vecinos a unirse a las diez noches (!!) de oración que habrá en la casa de la fallecida. Justo entonces, cuando en España la gente se abalanza a dar abrazos y besos, los mismos que traían el ataúd lo agarran y el gentío que acompañó y estuvo en la misa se marcha a pie al cementerio, cantando; es muy bonito. El cura va con la comitiva hasta la puerta de la iglesia; allí me pedirán que vaya al camposanto, y yo me excusaré amablemente, porque aquí son los agentes de pastoral los que hacen las últimas plegarias en el momento de la sepultura.
La celebración ha sido esencialmente la misma y a la vez completamente diferente, al menos para mí. Llena de detalles que hacen saltar lo que en Antropología se llama "Hipótesis de similitud de prácticas", gestos e ingredientes que me extrañan y me cautivan. Cuánto desearía comprender cómo sienten los peruanos la vida, la alegría, el duelo, la incertidumbre o la esperanza. A ver si algún día tengo esa suerte; de momento, aquí hay que decir "caramba" y no "joé".
martes, 3 de marzo de 2015
LA MUERTE NO SE IMPROVISA
Me cuentan desde Valencia que ha fallecido Tele, la madre de Isabel, que es la esposa de Fernando Bellido. Como otras veces, me duele no poder estar allí con esta familia, en nuestro pueblo, en la parroquia de Tele. Parece que la estoy viendo, en su banco, tantos días, toda la vida. Anoche, a muchos kilómetros de distancia pero equidistantes del Señor, hemos orado por ella en peruano, y sé que le ha gustado.
Iba siempre muy arreglada, pizpireta a pesar de su edad, y te saludaba con dulzura y recato característicos. Como tantas mujeres del pueblo, su personalidad se forjó en el crisol de la fe aprendida junto a las monjas Concepcionistas, por los patios y el locutorio del Convento. Mujer clásica, de las que abría mucho los ojos ante las novedades del nuevo curita, pero que desprendía siempre una serena amabilidad.
Muchos años de educación hicieron prender en el pueblo una espiritualidad tradicional pero muy bonita, centrada, más que en las imágenes, en los sacramentos: la visita al Santísimo con la iglesia siempre abierta, la comunión de los enfermos, la confesión... Y ahí estaba Tele siempre en la Eucaristía, fiel, con una fe fuerte vestida siempre de su sonrisa.
Hace algo más de un año que estaba enferma. Se quejaba muy poco. No podía ir a misa, tampoco quería molestar, de modo que cuando llegaba la comunión a su casa, ese día era fiesta. Era su vida, su amor, su devoción, su mundo: el Señor. Siempre quería que la gente se sintiera a gusto, y ella se sentía a gusto con Él.
Tele sintió que se acercaba el final y lo afrontó sin ningún miedo. Propusieron operar y... "¿operación? Voy a esperar, que a lo mejor Dios quiere y me pongo buena". Y es que estaba cansada, ya iba siendo hora de disfrutar del sosiego y de la infinita puesta de Sol. Cansada pero en calma.
- "¿Y no te da pena dejarnos solos?" - le preguntó su hija Isabel.
- "Mi marido está muy bien cuidado, os tiene a vosotros" - le respondió. "Además... piensa en el cielo... Yo allí con Dios, con la Virgen, con mis padres... ¡Qué maravilla! Lo bien que se tiene que estar".
Aquella tarde en el hospital pidió: "vamos a rezar el Rosario"; y al ratito descansó. Toda su vida, su carácter, sus valores y su convicción están en la hora de su muerte. Su profunda sensibilidad creyente afloró en en la experiencia más extrema, más cierta y aterradora. Qué manera de morir más hermosa, y eso no se improvisa: cada latido de fe, cada golpe de esperanza y cada pequeño gesto de amor de Tele la fueron preparando para el encuentro definitivo con su Señor. Le salió natural, y eso, a pesar del dolor, tiene que llenar de satisfacción a su familia. Me siento feliz por cada vez que consagré para ella el Pan de la Vida, valió la pena.
Como cualquiera de nosotros, Tele no era una santa, pero ha sabido morir, y eso me enseña. La muerte no se improvisa, es una destreza que se va fraguando en el fuego lento de nuestros días. No sé muy bien cómo, porque la vida sí que la vamos improvisando a cada paso, pero me figuro que ser humilde y ser uno mismo con todas las de la ley son buenos mimbres. Así que Tele habrá pasado al banquete con su permanente y sus uñas pintadas, ¡ole ahí!