jueves, 31 de julio de 2014
DÍA DE SAN IGNACIO
Fue el 31 de julio de 2009 cuando yo dormí en Santa Ana por primera vez. La casa estaba más o menos como ahora, poblada por maletas, vacía de muebles y llena de expectativas. Hoy, justo cinco años después, me acuesto en la plancha que me han prestado sin ser ya párroco de Los Valles. Entre una noche y otra (esta es más fresca...), he vivido una experiencia maravillosa que nunca hubiera podido imaginar.
También ahora, como entonces, hay en mí una tensión de futuro, un revolotear de sueños y posibilidades; pero lo que predomina en mí es el agradecimiento. Porque entonces era un hombre maltrecho, una mijita herido por la aspereza de la vida y con la propia valía algo erosionada de fracasos.
Aquí me han restaurado la confianza a base de cariño. Se lo he dicho a la comunidad, como he podido, al final de la Eucaristía de la toma de posesión de José Juan, nuestro nuevo párroco:
"Yo he recibido mucho, he aprendido mucho aquí. Tú te acordarás, José Juan, del César que llegó, cómo estaba..., qué distinto del César que se marcha. Ha sido para mí una experiencia decisiva; si no hubiera sido por mi parroquia, yo no sería la persona ni el cura que soy ahora, y desde luego no podría ni soñar con Perú ni con nada. Se lo debo a ellos."
Pedro Casáldáliga escribe:
"Al final del camino me dirán:
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres".
Gracias, Señor, por escribir los nombres de Santa Ana y del Valle en mi corazón. La casa está vacía, pero yo me siento repleto y muy orgulloso.
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