miércoles, 20 de febrero de 2013

EL PUEBLO SE AUTOGESTIONA (y II)

El centro sociocultural de Valle de Santa Ana

A principios de este curso, en octubre, comenzó a trabajar en el asunto el grupo de la JEC de la parroquia. ¿Podrían ellos hacerse responsables del centro, de animar sus actividades, cuidarlo y velar para que hubiera siempre buen ambiente? De ahí surgió el equipo de animadores. Discutimos sobre horarios, normas de comportamiento (“¿ponemos cuota o no?, ¿se puede fumar dentro?, ¿y comer?, si alguno hace el gamberro, ¿qué…? ”), materiales, limpieza, edades mínimas para poder entrar… Poco a poco se fueron entusiasmando, surgieron más ideas y llamaron a otros jóvenes para que se unieran a la aventura.

Pero no se les podía dejar solos allí los sábados por la noche, así que en el grupo del MRC pensamos en hacer un turno de adultos que estuviesen presentes durante las actividades, para ser referente de los jóvenes, darles seguridad y solucionar eventuales problemas que pudieran presentarse.

Llevamos tres meses

Abrimos el 17 de noviembre pasado, por el momento solo los sábados: de 8:30 a 11 de la noche los chavales de hasta 14 años, y de 11 a 1:30 de la madrugada los mayores. Ha habido de todo: desacuerdos con el horario, extravíos momentáneos de las llaves, averías eléctricas, gente que no quería pagar (¡1 Euro al mes, tampoco es tanto…!), algún pitillo indebido, botellas despistadas, etc. Pero el caso es que de momento la cosa funciona. Hay mucho que pulir y mejorar, pero ahí vamos.

Los jóvenes tienen un lugar donde estar, y pueden hacerlo suyo en la medida en que sean capaces de asumir la responsabilidad y hacerse cargo ellos mismos. No se trata de “organizarles cosas” o “abrirles una sala”, sino de que sean los protagonistas de su propio ocio y le vayan dando poco a poco al centro un contenido más variado y educativo. Hemos hablado de campañas, excursiones, cine, ámbitos donde convivir, charlar, estar en su casa.

Los padres ven una oportunidad de que los chavales no estén por la calle o en el bar. Pero, para hacerla posible, se tienen que comprometer y dar un poquito de su tiempo. Porque las cosas se resuelven no poniendo la mano, sino arrimando el hombro, y eso lo ha entendido un grupo interesante de personas.

Y todos en el pueblo podemos ir intuyendo que la participación es la clave para que las cosas funcionen. Si desde el tejido social no nos implicamos, una administración arruinada no vendrá a facilitarnos servicios; si la sociedad civil no se “empodera”, el deterioro será irreversible. La parroquia forma parte activa de este tejido, "sale" a integrar los foros desde los que se humaniza el pueblo; sale de "lo suyo", sus misas, sus actividades...

Y personalmente, procuro que esta historia no dependa de mí. No es fácil, porque… ¡me encanta echarme mis ratos en el centro! Allí puedo estar con los jóvenes en su terreno, relacionarme con ellos dejando a un lado mi rol, jugar al futbolín y pegarles una paliza, y que se rían de lo manta que soy con el billar… Pero no puedo dejar que crean que soy yo el que “organiza” esto, tienen que ir sintiendo que es cosa suya, y que aquí estará su cura para apoyarles. Porque creo en estos jóvenes y estoy orgulloso de ellos.

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