El centro sociocultural de Valle de Santa Ana
Una situación frecuente
La administración nos lo daba todo, y acabamos acostumbrándonos. En nuestro país disfrutábamos de todo tipo de servicios y en abundancia, y eso pareció atrofiar en parte la capacidad de iniciativa de la gente. Pero el sistema se derrumbó, y en poco tiempo cayeron por su propio peso muchos logros del “estado del bienestar”, algunos postizos y otros más necesarios. En nuestro pueblo, Valle de Santa Ana, varios edificios quedaron vacíos; magníficos equipamientos construidos en la época del ladrillazo y la subvención, totalmente infrautilizados por falta de presupuesto. Uno de ellos es el centro sociocultural, al que el Ayuntamiento no podía ya destinar una persona que lo abriera en horario de tarde y cuidase del buen uso de las instalaciones y los materiales: juegos de mesa, televisión, videoconsola, recreativos, etc.
La génesis de la idea
Hace tres años nuestro grupo del Movimiento Rural Cristiano comenzó a trabajar el tema de los jóvenes, los niños, la educación. A través del análisis (debate, datos, encuestas…) y la confrontación con el Evangelio, centramos nuestra atención sobre un problema que palpamos a diario: la pasividad de los jóvenes y su tiempo libre evasivo y consumista, que tiene que girar, al parecer inevitablemente, en torno al alcohol. Nos pusimos a trabajar en una acción que:
- motivara a los jóvenes a hacer posible un ocio constructivo y creativo
- intentara desde el principio implicar a otras personas y entidades: padres, Ayuntamiento…
- significara, por tanto, un proceso de participación más que una actividad puntual
- tuviera como protagonistas a los propios jóvenes
- fuera progresiva, sin precipitaciones y sin dar las cosas “hechas”
La propuesta fue bien simple: poner en valor el centro sociocultural como espacio dedicado a los jóvenes, a su tiempo libre y a su convivencia, de manera que pudiera ser gestionado por ellos mismos.
La gestación
El primer paso fue invitar al alcalde a nuestro grupo para intercambiar ideas, pensar propuestas, dialogar, escucharnos… Resultó muy positivo. Desde el primer momento tuvimos claro que no queríamos montar un centro juvenil en la parroquia (como los antiguos “teleclubs”), sino provocar, cuestionar, empujar y ponernos codo con codo para que, junto con más gente, eso pudiera salir adelante.
Todavía en primavera organizamos un primer encuentro con los jóvenes del pueblo que quisieran participar, y un buen grupo acudió a la convocatoria. El alcalde les dio la palabra y allí plantearon muchas inquietudes, desde el paro o los cursos de formación al uso de las pistas deportivas o las fiestas patronales. Y también salió el tema del centro sociocultural como una buena posibilidad para el invierno, la época en que por las noches del fin de semana “no tenemos dónde ir”.
(continuará)
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