Así se titula la última novela de Luis Landero. Hace más de veinte años le oí en nuestro Alburquerque (suyo, de nacimiento; mío por ser “el amor primero”, en la jerga clerical). Desde entonces, la obra de tan ilustre paisano es una especie de itinerario espiritual, que ahora se concreta y se hace más real. Landero, como los grandes del Siglo de Oro, engaña con la verdad. Como García Márquez, nos habla de espejos o espejismos. Es la vida la que late en sus obras. La vida cotidiana, sencilla. Sus personajes podrían ser cualquiera de las personas que nos cruzamos en la calle; o nosotros. Porque su dolor es el nuestro: el afán, el tedio, no encontrar un sitio bajo el sol…sentirnos vacíos, insatisfechos, llamados a algo grande y hermoso que parece no llegar, que no va a llegar, porque los grandes proyectos han sido truncados y la esperanza no vuelve ya. Mucho antes de las burbujas y las crisis, los personajes de Landero estaban rotos y sin salida. Ahora, todos nos hemos convertido en personajes suyos, dignos de piedad (¡con cuánto amor traza sus rostros!), necesitados de una reconciliación profunda, íntima, que haga encontrar las fuerzas para afrontar cada día, traer la luz al lugar de las tinieblas. Como Quijotes sencillos que viajan en el metro, salir a remediar el mundo y a deshacer entuertos. ¡Qué necesaria hoy la Absolución de la que habla Landero, para lanzarnos a la conquista del mañana!
domingo, 13 de enero de 2013
ABSOLUCIÓN
Así se titula la última novela de Luis Landero. Hace más de veinte años le oí en nuestro Alburquerque (suyo, de nacimiento; mío por ser “el amor primero”, en la jerga clerical). Desde entonces, la obra de tan ilustre paisano es una especie de itinerario espiritual, que ahora se concreta y se hace más real. Landero, como los grandes del Siglo de Oro, engaña con la verdad. Como García Márquez, nos habla de espejos o espejismos. Es la vida la que late en sus obras. La vida cotidiana, sencilla. Sus personajes podrían ser cualquiera de las personas que nos cruzamos en la calle; o nosotros. Porque su dolor es el nuestro: el afán, el tedio, no encontrar un sitio bajo el sol…sentirnos vacíos, insatisfechos, llamados a algo grande y hermoso que parece no llegar, que no va a llegar, porque los grandes proyectos han sido truncados y la esperanza no vuelve ya. Mucho antes de las burbujas y las crisis, los personajes de Landero estaban rotos y sin salida. Ahora, todos nos hemos convertido en personajes suyos, dignos de piedad (¡con cuánto amor traza sus rostros!), necesitados de una reconciliación profunda, íntima, que haga encontrar las fuerzas para afrontar cada día, traer la luz al lugar de las tinieblas. Como Quijotes sencillos que viajan en el metro, salir a remediar el mundo y a deshacer entuertos. ¡Qué necesaria hoy la Absolución de la que habla Landero, para lanzarnos a la conquista del mañana!
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