miércoles, 19 de diciembre de 2012

EL PUEBLO MENUDO


Estos son los personajes que me dejaron tirado hace cuatro o cinco entradas
Primer curso de Confirmación en el Valle de Matamoros, 1º de ESO: hacía años que no tenía yo un grupo tan pequeño, muchachos de 12 años. Y oyes, aunque según sus propias madres "tienen una lidia", la verdad es que la experiencia me está sirviendo y ayudando. Me hace acordarme de épocas de catequista de primera comunión (por cierto, a esta gente le dí la comunión el primer año en los Valles), de profesor de religión en 5º y 6º...

Tratar con estos especímenes me hace recordar cada día que no podemos dar nada por supuesto en los procesos de fe. Manejar conceptos como oración, evangelio, creer, eucaristía... no significa que el personal tenga la más mínima idea de qué se trata. Ellos han nacido en un país post-cristiano, donde ser católico no es evidente, y en el que lo que aprendes sin darte cuenta no es precisamente la fe.

Más que un problema de "ortodoxia" ("transmitir con fidelidad las verdades"), es un problema de acertar con el lenguaje: vigilar cómo hablas, tener cuidado con lo que van a entender. Cuando nos sentamos pongo el brasero, pero no puedo dejar el piloto automático, tengo que encender la habilidad de adaptarme a los niños, extremar los equilibrios por usar palabras comprensibles... Y no es fácil. A los curas muchas veces no se nos entiende ni jota.

Por eso me viene bien este zurriburri, para que no se me atrofie la zona del cerebro encargada de hablar de manera que se entere un zagal de tres años. O que comprendan los enanos de 3º en Santa Ana, en la catequesis quincenal, qué es el adviento, en qué consiste la Navidad (Papá Noel noooooooooooooo) o cómo puede ser que Jesús es un pan que está metido en esa caja.

Y luego están las cosas propias de los chiquillos. Hoy llegan saltando y bailando, me saludan en francés, y luego no hay quien los apareje, qué pesados, no se logra un rato charlando tranquilamente: se pegan, gritan, hay que reñir... Y siempre ese sabor "escolar": "¿Lo copio en el cuaderno?", "¡maestro, yo quiero leer!"... Con esa simplicidad que te desarma y desdramatiza las historias con las que vamos cargando "los mayores".

Son "el pueblo menudo", expresión que me encanta y que San Ignacio utiliza a partir del número 362 de los Ejercicios. El estrato de población que Jesús eligió y a quienes procuró transmitir su mensaje con palabras, ejemplos e imágenes sencillas. Con su propia forma de ser, su carácter, su manera de tratar a la gente, Jesús podía ser comprendido por cualquiera. Sin demasiadas formaciones ni másteres del universo.

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