Llevamos muchas semanas echando de menos a Manolo Chaca, preocupados por él y notando su ausencia en nuestro pueblo; sabiendo que estaba muy mal pero siempre confiando en que se iba a recuperar. Por eso no nos podíamos imaginar este momento y todavía ahora no nos lo podemos creer y no tenemos palabras.
Pasar por el ayuntamiento y no ver a Manolo se hace muy extraño. Todos hemos tenido la oportunidad de que nos atendiera en cualquier asunto, siempre con buen trato, con afabilidad y humor. Llevaba muchos años en su puesto y formaba parte de la familia de nuestro pueblo como un servidor bueno y fiel a quien Dios habrá dicho: “pasa al banquete de tu Señor”. Lo vamos a echar de menos porque todos le queremos.
En la parroquia Manolo también tiene su sitio, y también lo echamos de menos. Tantos domingos ha celebrado la Eucaristía, tantas veces ha acudido a reuniones del Consejo de Pastoral levantando acta con su estilo peculiar, aportando lo mejor de sí mismo, como era él, tranquilo (me enseñó la expresión "no pasa un pelo"), fiel en lo poco; por eso le habrán confiado lo mucho, “pasa al banquete de tu Señor”.
Pero sobre todo tiene Manolo su lugar en la vida de cada uno de nosotros, y especialmente en el amor de su esposa y de sus hijos. No podemos comprender por qué ni con toda la fuerza y el cariño de una familia, de un pueblo entero, somos capaces de doblegar a la muerte; es un misterio que la vida de Manolo, que tenía tantas cosas que hacer, haya acabado prematuramente. Sí sabemos que su Señor nunca lo ha abandonado, ha estado con él en vosotros; y lo ha hecho sentarse a su mesa, y le ha dado un corazón nuevo: un corazón que no falla y que no dejará de latir de amor por vosotros. “Bien, siervo bueno y fiel; pasa al banquete de tu Señor”.
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