Qué jarto estoy de esta tontuna de Jalogüin, Jaloven o como sea, mirusté, una gilipollez yanqui que amenaza con liquidar la fiesta de To los Santos, que es la nuestra de to la vida del mundo.
Los niños tocan a cada momento a la puerta (qué cansinos), pero en vez de pedir la chaquetilla te sueltan eso de "¿truco o trato?". Pero... ¿alguien sabe qué narices significa eso? Si alguien lo sabe que lo ponga en un comentario, por favor.
En el Mercadona te venden unas talegas de chuches con la calabaza pintada, tan grandes que parecen sacos de carbón para una caldereta, palabra de honor. Los abres y las gominolas son como siempre, salvo que te ponen la boca azul. Como no hay quien se coma la bolsaca, los zagales andan sueltos por ahí, jartuzos como buitres y haciendo el monstruo, pues vaya novedad. Cómo está la peña, vamos a tener que llamar al Tío de la Vara para que acabe con tanta tontería a base de verdugazos.
¡Basta de colonización económico-cultural americana! No nos dejemos tomar el pelo y pelar el bolsillo con esta parida de Jalogüin, que ya está la cosa bastante mala, y además en gran parte a causa de este imperio frívolo y descerebrado. Defendamos lo nuestro, lo castizo ibérico: ¡no hay más fiesta que los Tosantos (con sus casamientos) ni más calabazas que la Ruperta!
lunes, 31 de octubre de 2011
miércoles, 26 de octubre de 2011
EL PLACER DE IR A UNA CONFERENCIA
Placer poco habitual: hacía más de cinco años que no iba a una conferencia; lo recuerdo porque fui con mi compañero Lolo Matos, que poco tiempo después se marchó al Perú y al que yo sustituí en Zafra, y de eso hace ya cinco años, lo recuerdo bien...
Si además quien habla es alguien del calibre de José Antonio Pagola, la ocasión se eleva a privilegio excepcional. Y no sólo por el contenido de la charla, puesto que prácticamente todo lo que Pagola dijo ayer ya se lo he leído, y acaso con las mismas palabras; sino por la oportunidad de contactar personalmente con él, de apreciar sus gestos, observar su lenguaje no verbal, contemplar su sonrisa y compartir una complicidad. Por poder asistir casi con pudor a una confesión muy particular: Pagola siente pasión por Jesús, cree en Él como lo mejor de la historia y lo experimenta a diario como el centro de su vida. Así de fuerte.
Pero hay más. Es una declaración que rezuma optimismo, que rebosa esperanza; Jesús propone un proyecto renovador, una manera nueva de vivir y entender la vida, y la clave es el Reino, es el corazón de su mensaje. Y el Reino es la vida tal y como la quiere Dios, así que Jesús cuenta cómo es Dios y cómo sería la vida si hubiera más gente que se pareciera a Él. Algo que supera lo meramente "religioso", y lo trasciende desde dentro, por bueno, por totalizador.
Para entrar en el Reino Pagola habla de la compasión como principio de actuación; habla de la necesidad de pensar y vivir desde los últimos y orientar todo teniendo como meta su dignidad; habla de las actitudes curadoras que se derivan de esto, del perdón como horizonte... Habla de lo inmensamente bueno que es Dios, que quiere y busca nuestra felicidad de manera mucho más radical de lo que pensamos, que nos quiere con una profundidad que apenas podemos atisbar.
Al levantarme este mañana aún me parece más increíble que este hombre esté cuestionado y que se le considere peligroso... No creo que ningún creyente honesto pusiera un pero a lo que ayer escuché y vi, a lo que sentí e intuí. Supongo que es una cuestión de acentos. Dijo que "la crítica no cura; solo criticando a la Iglesia no la vamos a hacer mejor". Cierto: solo quien intenta con todas sus fuerzas ser coherente gana el derecho a criticar. Y a veces se critica por vicio, o por empeño en jugar un papel, y se cae en lo innecesario o cargante: ayer olfateé un poco de eso en expresiones de la presentadora que no me gustaron.
Me quedo con lo último que dijo: "de nada sirve que os cuenten cosas de Jesús, que leáis sobre Él: lo conoceréis de verdad si os encontráis con Él, si hacéis esa experiencia personal". Pues lo mismo, pero aplicado a Pagola: no os fiéis de las etiquetas ni de las condenas ultradefensivas, leed lo que dice, conocedlo y me contáis.
La entrevista a Pagola en el Hoy: http://www.hoy.es/v/20111025/badajoz/jesus-seria-indignado-20111025.html
Si además quien habla es alguien del calibre de José Antonio Pagola, la ocasión se eleva a privilegio excepcional. Y no sólo por el contenido de la charla, puesto que prácticamente todo lo que Pagola dijo ayer ya se lo he leído, y acaso con las mismas palabras; sino por la oportunidad de contactar personalmente con él, de apreciar sus gestos, observar su lenguaje no verbal, contemplar su sonrisa y compartir una complicidad. Por poder asistir casi con pudor a una confesión muy particular: Pagola siente pasión por Jesús, cree en Él como lo mejor de la historia y lo experimenta a diario como el centro de su vida. Así de fuerte.
Pero hay más. Es una declaración que rezuma optimismo, que rebosa esperanza; Jesús propone un proyecto renovador, una manera nueva de vivir y entender la vida, y la clave es el Reino, es el corazón de su mensaje. Y el Reino es la vida tal y como la quiere Dios, así que Jesús cuenta cómo es Dios y cómo sería la vida si hubiera más gente que se pareciera a Él. Algo que supera lo meramente "religioso", y lo trasciende desde dentro, por bueno, por totalizador.
Para entrar en el Reino Pagola habla de la compasión como principio de actuación; habla de la necesidad de pensar y vivir desde los últimos y orientar todo teniendo como meta su dignidad; habla de las actitudes curadoras que se derivan de esto, del perdón como horizonte... Habla de lo inmensamente bueno que es Dios, que quiere y busca nuestra felicidad de manera mucho más radical de lo que pensamos, que nos quiere con una profundidad que apenas podemos atisbar.
Al levantarme este mañana aún me parece más increíble que este hombre esté cuestionado y que se le considere peligroso... No creo que ningún creyente honesto pusiera un pero a lo que ayer escuché y vi, a lo que sentí e intuí. Supongo que es una cuestión de acentos. Dijo que "la crítica no cura; solo criticando a la Iglesia no la vamos a hacer mejor". Cierto: solo quien intenta con todas sus fuerzas ser coherente gana el derecho a criticar. Y a veces se critica por vicio, o por empeño en jugar un papel, y se cae en lo innecesario o cargante: ayer olfateé un poco de eso en expresiones de la presentadora que no me gustaron.
Me quedo con lo último que dijo: "de nada sirve que os cuenten cosas de Jesús, que leáis sobre Él: lo conoceréis de verdad si os encontráis con Él, si hacéis esa experiencia personal". Pues lo mismo, pero aplicado a Pagola: no os fiéis de las etiquetas ni de las condenas ultradefensivas, leed lo que dice, conocedlo y me contáis.
La entrevista a Pagola en el Hoy: http://www.hoy.es/v/20111025/badajoz/jesus-seria-indignado-20111025.html
jueves, 20 de octubre de 2011
EL IRRACIONAL "POANDAQUETÚ"
El ser humano ha desarrollado una habilidad extrema para justificarlo todo. ¿Será un rasgo cumbre de la evolución? Quizá; hay más de un homo justificiensis suelto por ahí.
Todo lo podemos justificar aplicando raciones de imaginación y cara dura en partes proporcionales: "es que..."; "creí que...". Recuerdo al maestro que, cuando pillaba a algún alumno intentando dar explicaciones vacías de por qué no traía hechos los ejercicios, decía: "los creíque y los penseque son amigos del no estudieque".
Especialmente patéticas son las justificaciones del tipo "todo el mundo lo hace" (¿eso canoniza inmediatamente lo que tú tratas de dar por bueno sabiendo que está torcido?). Pero la especie más estúpida es la de los "y tú más"; cuando nos defendemos atacando al que nos acusa nos ponemos a su nivel: reconocemos implícitamente que somos tan culpables como él, ¡que hemos caído justo en lo que en él criticábamos!.
¿Que el presidente de tal ha colocado a su primo como chófer personal (por cierto una sinvergonzonería española un tanto chusca)? No pasa nada, los otros hicieron cosas mucho peores, como "esto, esto y esto", hala, toma castaña. ¿Que yo enchufo? ¡Tú enchufaste más! Absurdo argumento recurrente que anuncia próximas catástrofes en forma de pelotazo, y que califica la inteligencia de algunos de nuestros políticos.
Ningún partido tiene la exclusiva de la trampa y el arribismo en su ADN, en todos sitios hay quien se aprovecha y mete la mano; conviene que nos caigamos del guindo para que no nos sorprenda lo que venga. Pero sólo será creíble en su pretendida honestidad quien tenga el valor y la cintura de rectificar.
El referido presidente ha perdido una ocasión única para reconocer un fallo y desfacer el entuerto. Porque lo que engrandece a las personas no es hacerlo todo bien (los mortales metemos la pata constantemente) sino admitir los errores sin justificaciones y sencillamente tratar de corregirlos. Así se gana autoridad moral y derecho de denuncia, y de paso tiemblan menos los bolsillos de los contribuyentes.
Todo lo podemos justificar aplicando raciones de imaginación y cara dura en partes proporcionales: "es que..."; "creí que...". Recuerdo al maestro que, cuando pillaba a algún alumno intentando dar explicaciones vacías de por qué no traía hechos los ejercicios, decía: "los creíque y los penseque son amigos del no estudieque".
Especialmente patéticas son las justificaciones del tipo "todo el mundo lo hace" (¿eso canoniza inmediatamente lo que tú tratas de dar por bueno sabiendo que está torcido?). Pero la especie más estúpida es la de los "y tú más"; cuando nos defendemos atacando al que nos acusa nos ponemos a su nivel: reconocemos implícitamente que somos tan culpables como él, ¡que hemos caído justo en lo que en él criticábamos!.
¿Que el presidente de tal ha colocado a su primo como chófer personal (por cierto una sinvergonzonería española un tanto chusca)? No pasa nada, los otros hicieron cosas mucho peores, como "esto, esto y esto", hala, toma castaña. ¿Que yo enchufo? ¡Tú enchufaste más! Absurdo argumento recurrente que anuncia próximas catástrofes en forma de pelotazo, y que califica la inteligencia de algunos de nuestros políticos.
Ningún partido tiene la exclusiva de la trampa y el arribismo en su ADN, en todos sitios hay quien se aprovecha y mete la mano; conviene que nos caigamos del guindo para que no nos sorprenda lo que venga. Pero sólo será creíble en su pretendida honestidad quien tenga el valor y la cintura de rectificar.
El referido presidente ha perdido una ocasión única para reconocer un fallo y desfacer el entuerto. Porque lo que engrandece a las personas no es hacerlo todo bien (los mortales metemos la pata constantemente) sino admitir los errores sin justificaciones y sencillamente tratar de corregirlos. Así se gana autoridad moral y derecho de denuncia, y de paso tiemblan menos los bolsillos de los contribuyentes.
domingo, 16 de octubre de 2011
NIÑOS A MISA "CON MANDO A DISTANCIA"
A mi compañero Manolo Alegre, que es además mi vicario de zona, le hizo gracia esta expresión el otro día, y me dijo "a ver si escribes algo sobre eso". Era hablando de las reuniones con los padres y madres de los niños de catequesis, que casi constituyen un género aparte en las tareas propias del comienzo de curso en las parroquias.
Claro, a la gente hay que recordarle finamente algunos temas fundamentales: que los responsables de la educación en la fe de los hijos son los padres, que la parroquia ayuda, etc., vamos, las cosas de to la vida. Y siempre llega el espinoso asunto de la Eucaristía: "a los niños los esperamos el domingo en misa, preparada para ellos, es normal que acudan; no van a venir el día que hagan la primera comunión, ¿no?".
Jejeje... hay que decírselo con una sonrisa, sin cargar las tintas ni ponerse soviéticos ("¿pero es obligatorio?" - "Obligatorio es una palabra muy fea..."), exigiendo pero con suavidad, "sería muy importante, sería fenomenal...", mostrando con humor la incoherencia que supone que los padres embarquen a los hijos en algo que ellos ignoran o de lo que a veces pasan, "los niños aprenden lo que viven; de nada sirve que les digáis que tiren los papeles a la papelera si no os lo ven hacer a vosotros...".
- "Entonces mandamos a los niños a misa, ¿no?"
- "Hombre, lo suyo es que vengáis con ellos; y así aprenden, sin darse cuenta, que eso que a sus padres les interesa y en lo que echan tiempo y fuerzas, eso, la fe, es importante y no es cosa de un día".
Bla bla bla bla... Y entonces, la inevitable pregunta clave:
- "Pero si nosotros no podemos venir, no se preocupe que los levanto y se van a la iglesia con sus vecinos; por lo menos eso, ¿no?" (ay madre).
- "No hombre no... por favor, ¡no me mandéis a los niños a misa con mando a distancia!".
Un breve silencio... y una buena carcajada. ¡Jajajajaja! "Claro, es que si no, no los aparejamos, no podemos contra ellos ahí sueltos, sin sus madres... Venid a misa muhé, que no se aprende ná malo".
Más risas. Acaba la reunión con buen sabor de boca y los mensajes claramente lanzados. Veremos los resultados (si tampoco vienen, al menos habremos pasado un buen rato, que no es poco, ¿no?).
Claro, a la gente hay que recordarle finamente algunos temas fundamentales: que los responsables de la educación en la fe de los hijos son los padres, que la parroquia ayuda, etc., vamos, las cosas de to la vida. Y siempre llega el espinoso asunto de la Eucaristía: "a los niños los esperamos el domingo en misa, preparada para ellos, es normal que acudan; no van a venir el día que hagan la primera comunión, ¿no?".
Jejeje... hay que decírselo con una sonrisa, sin cargar las tintas ni ponerse soviéticos ("¿pero es obligatorio?" - "Obligatorio es una palabra muy fea..."), exigiendo pero con suavidad, "sería muy importante, sería fenomenal...", mostrando con humor la incoherencia que supone que los padres embarquen a los hijos en algo que ellos ignoran o de lo que a veces pasan, "los niños aprenden lo que viven; de nada sirve que les digáis que tiren los papeles a la papelera si no os lo ven hacer a vosotros...".
- "Entonces mandamos a los niños a misa, ¿no?"
- "Hombre, lo suyo es que vengáis con ellos; y así aprenden, sin darse cuenta, que eso que a sus padres les interesa y en lo que echan tiempo y fuerzas, eso, la fe, es importante y no es cosa de un día".
Bla bla bla bla... Y entonces, la inevitable pregunta clave:
- "Pero si nosotros no podemos venir, no se preocupe que los levanto y se van a la iglesia con sus vecinos; por lo menos eso, ¿no?" (ay madre).
- "No hombre no... por favor, ¡no me mandéis a los niños a misa con mando a distancia!".
Un breve silencio... y una buena carcajada. ¡Jajajajaja! "Claro, es que si no, no los aparejamos, no podemos contra ellos ahí sueltos, sin sus madres... Venid a misa muhé, que no se aprende ná malo".
Más risas. Acaba la reunión con buen sabor de boca y los mensajes claramente lanzados. Veremos los resultados (si tampoco vienen, al menos habremos pasado un buen rato, que no es poco, ¿no?).
jueves, 13 de octubre de 2011
NO ME ARRECOJO
Llevo varios días trastabillado, sobrepasado. Desde lo de la entrada enterior no me repongo. Esa desgracia truncó mis planes de varios días de ejercicios (con lo cuadriculado que soy, ya me afecta); luego vinieron más males: la muerte del padre de un compañero, dos personas al hospital, una de ellas joven con un ictus...
"Bueno" - pensé- "al menos pasaré el día del Pilar con mi familia, todos juntos tranquilamente, con tiempo para que mis sobrinos me hagan reír. Pues tampoco: una llamada tempranera, y otra muerte repentina me obligó a volver nada más comer, a toda velocidad. Al entrar en la iglesia alguien me dijo: "no te arrecojes"; y otro: "no te dejamos, ¿eh?".
Cuando acabó el entierro y me vi en casa, me sentí tremendamente cansado, como si se me hubiera caído una losa encima. Y solo. Era todavía de día, pero no sabía bien qué hacer. Había hecho varias llamadas para dar ánimos, pero ahora era yo el que estaba hecho polvo. Esto ya me lo sé: el cansancio emocional; que tiene que ver con eso de "dar limosna de lo de dentro", implicarse uno en las situaciones dolorosas... También influye esa especie de agobio que noto cuando la vida me atosiga, cuando no encuentro respiro siquiera un día, cuando los imprevistos exigen, rompen los esquemas y desafían a mi flexibilidad. Y también está, por supuesto, el otoño con su astenia habitual.
No he podido levantarme esta mañana a mi hora. Voy renqueante, miro de reojo la lista de cosas que hoy me esperan y dudo si podré con todas ellas. Tú quieres entregar tu vida, pero hay momentos en que te la arrancan a jirones. Y tu campo interior queda como arrasado.
"Bueno" - pensé- "al menos pasaré el día del Pilar con mi familia, todos juntos tranquilamente, con tiempo para que mis sobrinos me hagan reír. Pues tampoco: una llamada tempranera, y otra muerte repentina me obligó a volver nada más comer, a toda velocidad. Al entrar en la iglesia alguien me dijo: "no te arrecojes"; y otro: "no te dejamos, ¿eh?".
Cuando acabó el entierro y me vi en casa, me sentí tremendamente cansado, como si se me hubiera caído una losa encima. Y solo. Era todavía de día, pero no sabía bien qué hacer. Había hecho varias llamadas para dar ánimos, pero ahora era yo el que estaba hecho polvo. Esto ya me lo sé: el cansancio emocional; que tiene que ver con eso de "dar limosna de lo de dentro", implicarse uno en las situaciones dolorosas... También influye esa especie de agobio que noto cuando la vida me atosiga, cuando no encuentro respiro siquiera un día, cuando los imprevistos exigen, rompen los esquemas y desafían a mi flexibilidad. Y también está, por supuesto, el otoño con su astenia habitual.
No he podido levantarme esta mañana a mi hora. Voy renqueante, miro de reojo la lista de cosas que hoy me esperan y dudo si podré con todas ellas. Tú quieres entregar tu vida, pero hay momentos en que te la arrancan a jirones. Y tu campo interior queda como arrasado.
domingo, 9 de octubre de 2011
TARDE EN EL TANATORIO
Casi siempre intento no ir solo; y mientras el coche recorre los apenas dos kilómetros pienso si no hubiera sido mejor hacerme caso y haber sido ingeniero. El silencio se mastica desde la puerta, y se hace espeso e hiriente dentro; saludos apenas inaudibles al pasar, las miradas bajas y los rostros graves.
Me dirijo a los familiares con un nudo en la garganta. Cuando la joven viuda me ve, reanuda su llanto, descompuesta; lo hace cada vez que se acerca alguien recién llegado, pero el cura le recuerda además a Dios, a la Virgen de los Dolores, a quienes ella reza, en quienes confía con su fe sencilla pero robusta. Nos abrazamos y siento el calor de sus lágrimas, noto cómo se me contagia una tristeza devastadora, una desolación sin nombre. ¿Por qué, Dios mío?
Pasa la tarde y va llegando más gente. Sólo el llanto de la hija pequeña rompe el silencio de la sala; ya no verá más a su padre. Nadie se mira a los ojos, arrecian los sollozos. Cuando perdemos a alguien así, en un accidente repentino, es como si una parte de cada uno de nosotros, los vecinos del pueblo, se fuera con él.
Y nos quedamos sin palabras.
Entonces ocurre algo maravilloso. Llegan también los que han ocupado el lugar de esta familia pocos meses antes, los protagonistas de otros episodios de mi blog, los que antes gastaron aquí sus lágrimas; como en un turno siniestro e inevitable. Se acercan, temblorosos, y ahora son ellos los que abrazan, besan y tocan; a pesar de que este golpe les da donde más les duele, a pesar de que es como si les echaran sal en sus heridas, a pesar de lo conocido e insoportable de la situación, ahí están ellos, de pie, otras viudas, hermanos e hijos de seres queridos perdidos.
Dios no puede evitar estas muertes absurdas. Pero está en las personas, increíblemente buenas y valientes, capaces de mostrar sus cicatrices a los que están destrozados. Seguramente son los únicos que tienen derecho, quizá sólo heridas tan profundas pueden curar. Como las de Jesús.
Me dirijo a los familiares con un nudo en la garganta. Cuando la joven viuda me ve, reanuda su llanto, descompuesta; lo hace cada vez que se acerca alguien recién llegado, pero el cura le recuerda además a Dios, a la Virgen de los Dolores, a quienes ella reza, en quienes confía con su fe sencilla pero robusta. Nos abrazamos y siento el calor de sus lágrimas, noto cómo se me contagia una tristeza devastadora, una desolación sin nombre. ¿Por qué, Dios mío?
Pasa la tarde y va llegando más gente. Sólo el llanto de la hija pequeña rompe el silencio de la sala; ya no verá más a su padre. Nadie se mira a los ojos, arrecian los sollozos. Cuando perdemos a alguien así, en un accidente repentino, es como si una parte de cada uno de nosotros, los vecinos del pueblo, se fuera con él.
Y nos quedamos sin palabras.
Entonces ocurre algo maravilloso. Llegan también los que han ocupado el lugar de esta familia pocos meses antes, los protagonistas de otros episodios de mi blog, los que antes gastaron aquí sus lágrimas; como en un turno siniestro e inevitable. Se acercan, temblorosos, y ahora son ellos los que abrazan, besan y tocan; a pesar de que este golpe les da donde más les duele, a pesar de que es como si les echaran sal en sus heridas, a pesar de lo conocido e insoportable de la situación, ahí están ellos, de pie, otras viudas, hermanos e hijos de seres queridos perdidos.
Dios no puede evitar estas muertes absurdas. Pero está en las personas, increíblemente buenas y valientes, capaces de mostrar sus cicatrices a los que están destrozados. Seguramente son los únicos que tienen derecho, quizá sólo heridas tan profundas pueden curar. Como las de Jesús.
jueves, 6 de octubre de 2011
AGRADABLE MAÑANA CON LOS CURAS
Es una bonita ocasión el retiro que todos los años hay a principio de curso en Gévora: un buen grupo de compañeros de la diócesis nos encontramos tras los meses de verano (en que nos perdemos de vista), nos preguntamos cómo estás, comentamos las últimas novedades del mentidero sacerdotal e incluso rezamos juntos.
Hoy yo estaba, más que nunca, "en mi sitio". Son ya más de siete años aquí y vaya, creo que he dejado de "ser nuevo" y me encanta ser, sencillamente, un cura más. He saludado al obispo como todos (me parece que los curas le queremos más de lo que a veces pretendemos hacer creer, allí estábamos todos contentos de verle recuperado), tengo entre los compañeros amigos con los que tomarme un café y cotillear, me veo tan "dentro" del presbiterio diocesano que arrastro, como todos, roces, afinidades, algún enfrentamiento y hasta rifirrafes ocasionales con los jefes. Pues como todo quisque.
A media mañana, tras la meditación, se expone el Santísimo. Un profundo silencio invade la capilla, repleta de curas que rezan, que contemplan; dos salen y charlan, otros se confiesan, muchos permanecen ante el Señor; sobre Él hablamos, cada día lo repartimos... pero hoy prevalece el silencio. Lleno de nombres, cargado de sufrimientos de nuestros pueblos, silencio también iluminado de ilusiones. Yo presento a Jesús a cada uno de mis compañeros, y de pronto me invade un enorme agradecimiento.
Un agradecimiento desconocido y abrumador. Ellos me han aceptado como uno de los suyos, a pesar de que no me conocían, de que no he estudiado en el seminario, de que era "raro"... No se puede dar por supuesta la acogida, por más que uno pueda creerse bueno, porque siempre es un don que habla de la generosidad del que recibe y no de los "merecimientos" del que llega. Me siento ahora parte de un grupo, son mis compañeros; no tengo a estas alturas nada que demostrar ni me veo víctima de ninguna suspicacia particular: soy uno más, y esta mañana lo saboreé como un privilegio, una sencilla y rara gracia que he recibido de Dios bueno buenísimo. A Él oraba por ellos; ellos, sentados a mi lado, no lo sabían.
Hoy yo estaba, más que nunca, "en mi sitio". Son ya más de siete años aquí y vaya, creo que he dejado de "ser nuevo" y me encanta ser, sencillamente, un cura más. He saludado al obispo como todos (me parece que los curas le queremos más de lo que a veces pretendemos hacer creer, allí estábamos todos contentos de verle recuperado), tengo entre los compañeros amigos con los que tomarme un café y cotillear, me veo tan "dentro" del presbiterio diocesano que arrastro, como todos, roces, afinidades, algún enfrentamiento y hasta rifirrafes ocasionales con los jefes. Pues como todo quisque.
A media mañana, tras la meditación, se expone el Santísimo. Un profundo silencio invade la capilla, repleta de curas que rezan, que contemplan; dos salen y charlan, otros se confiesan, muchos permanecen ante el Señor; sobre Él hablamos, cada día lo repartimos... pero hoy prevalece el silencio. Lleno de nombres, cargado de sufrimientos de nuestros pueblos, silencio también iluminado de ilusiones. Yo presento a Jesús a cada uno de mis compañeros, y de pronto me invade un enorme agradecimiento.
Un agradecimiento desconocido y abrumador. Ellos me han aceptado como uno de los suyos, a pesar de que no me conocían, de que no he estudiado en el seminario, de que era "raro"... No se puede dar por supuesta la acogida, por más que uno pueda creerse bueno, porque siempre es un don que habla de la generosidad del que recibe y no de los "merecimientos" del que llega. Me siento ahora parte de un grupo, son mis compañeros; no tengo a estas alturas nada que demostrar ni me veo víctima de ninguna suspicacia particular: soy uno más, y esta mañana lo saboreé como un privilegio, una sencilla y rara gracia que he recibido de Dios bueno buenísimo. A Él oraba por ellos; ellos, sentados a mi lado, no lo sabían.
domingo, 2 de octubre de 2011
LA NECESIDAD ESPIRITUAL DE ESTAR CON LOS JÓVENES
El viernes a media tarde aparecen con un gran bizcocho; les tengo preparadas unas botellas de Coca-Cola y Fanta. Llenan la casa de risas, invaden el patio, hablan por los codos, bromean, sobrevuela algún chiste... Sentados bajo el limonero pensamos sobre este curso que comienza: ¿cómo van a quedar los grupos? ¿cuándo es la primera convivencia? ¿a qué hora las reuniones?
Los observo en silencio; ni se imaginan lo importantes que son para mí y cuánto disfruto de su compañía. Me sale de dentro acercarme a ellos, forma parte de mi ADN, es un instinto educado durante años, una destreza incorporada a mi sensibilidad como cura... Cada año soy más mayor, y formar parte de sus vidas se me vuelve más crucial; es un íntimo orgullo verlos pasar a mi casa con esa confianza, es al mismo tiempo un reto permanente, que interpela mi autenticidad como pastor, la temperatura de mi entusiasmo.
¿No tenemos algo de "alpiste"? Aparecen unas botellas (Larios y un licor de manzana sin), - ay madre, - tú mira pa otro lao, si los padres están leyendo esto que no me lo tengan en cuenta, por favor. Jóvenes con coordenadas vitales que les complican el camino, respirando en la deshumanización de nuestra cultura, pero con los ojos brillantes de futuro y el corazón erizado de expectación; chicos y chicas ante cambios, encrucijadas y proyectos... Jóvenes de hoy, ni mejores ni peores que otros:
"Qué está ocurriendo hoy con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?" (frase atribuida a Sócrates, en el s. IV a. C.).
Simplemente jóvenes como siempre, con la peculiar capacidad juvenil de sintonizar con Jesús y el Evangelio. Jóvenes que vinieron a despertarme en la diana del día de la Patrona y fundieron el timbre a las 7 de la mañana; los mismos que tiraron a su párroco con ropa a la piscina la tarde que se cerraba la temporada... Estar con ellos es para mí, desde que me acuerdo, una necesidad espiritual; "ser de los suyos" para hacerles una propuesta de sentido, para renovar mi lenguaje y poner a punto el músculo interior del cariño pastoral, una incondicionalidad sincera que quiere sólo su bien, su crecimiento, una pasión que los busca para estar con ellos.
Estar con ellos para sentirme simplemente a gusto entre ellos y decirles sin palabras que me importan más que la visión de la vida que pretendo transmitirles, porque a su lado saboreo el pequeño milagro de que Dios pronuncia mi nombre.
Los observo en silencio; ni se imaginan lo importantes que son para mí y cuánto disfruto de su compañía. Me sale de dentro acercarme a ellos, forma parte de mi ADN, es un instinto educado durante años, una destreza incorporada a mi sensibilidad como cura... Cada año soy más mayor, y formar parte de sus vidas se me vuelve más crucial; es un íntimo orgullo verlos pasar a mi casa con esa confianza, es al mismo tiempo un reto permanente, que interpela mi autenticidad como pastor, la temperatura de mi entusiasmo.
¿No tenemos algo de "alpiste"? Aparecen unas botellas (Larios y un licor de manzana sin), - ay madre, - tú mira pa otro lao, si los padres están leyendo esto que no me lo tengan en cuenta, por favor. Jóvenes con coordenadas vitales que les complican el camino, respirando en la deshumanización de nuestra cultura, pero con los ojos brillantes de futuro y el corazón erizado de expectación; chicos y chicas ante cambios, encrucijadas y proyectos... Jóvenes de hoy, ni mejores ni peores que otros:
"Qué está ocurriendo hoy con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?" (frase atribuida a Sócrates, en el s. IV a. C.).
Simplemente jóvenes como siempre, con la peculiar capacidad juvenil de sintonizar con Jesús y el Evangelio. Jóvenes que vinieron a despertarme en la diana del día de la Patrona y fundieron el timbre a las 7 de la mañana; los mismos que tiraron a su párroco con ropa a la piscina la tarde que se cerraba la temporada... Estar con ellos es para mí, desde que me acuerdo, una necesidad espiritual; "ser de los suyos" para hacerles una propuesta de sentido, para renovar mi lenguaje y poner a punto el músculo interior del cariño pastoral, una incondicionalidad sincera que quiere sólo su bien, su crecimiento, una pasión que los busca para estar con ellos.
Estar con ellos para sentirme simplemente a gusto entre ellos y decirles sin palabras que me importan más que la visión de la vida que pretendo transmitirles, porque a su lado saboreo el pequeño milagro de que Dios pronuncia mi nombre.