A la derecha José Mª, ex-director de Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz |
¿Cómo estás? Tengo aquí delante la carta que nos has escrito a los curas que acompañamos las Cáritas parroquiales de nuestra diócesis, y no puedo evitar contestarte. Espero que te encuentres tranquilo al inicio del verano, más relajado que en los últimos meses; anoche estuve con Morke y me dice que cree que es así.
De las circunstancias que han precedido a la finalización de tu servicio diocesano, sobre las que creo que es mejor no abundar, sólo diré que todo me ha parecido muy lamentable y hasta surrealista en algunos detalles. Estoy triste porque se ha hecho a Cáritas, que es la joya de nuestra Iglesia, un daño absurdo e innecesario, y sé que el hecho de que ya no seas el director forma parte de ese daño.
Pero estas líneas no son ni para dar la razón ni para atacar a nadie; son para decirte gracias. Desde que nos conocemos, tengo varios detalles tuyos para conmigo atesorados en el apartado de "enseñanzas de grandeza pequeña". El hecho de conocer a mi hermana Berta te permitió fácilmente conectar conmigo, charlar con fluidez... a tu lado toda persona se siente grande, y eso te hace realmente evangélico. Recuerdo aquel avatar de la unificación de las cáritas de Zafra: en todo momento sentí que confiabas en mi, en mi manera de enfocar el proceso, y al mismo tiempo te implicaste viniendo en persona, compartiendo tus puntos de vista, dando indicaciones... Y luego con la organización de la Asamblea diocesana aquel año... jamás te vimos como un "jefe", y a mi siempre me encantó charlar contigo, aunque fuera un momento en el pasillo.
Tú no lo sabes, pero en el mes y pico que pasé en Níger hace tres años, estuviste muy presente. Aquel momento fue decisivo para mi, muy duro pero tremendamente esclarecedor, y tus correos y sms me hicieron mucho bien. Cada vez que visitaba un proyecto de la Cáritas de allí y me entusiasmaba pensaba: "¡cuando le cuente esto a Chema Vega!", jejejeje. Siempre me he sentido valorado por ti, eso nos hace crecer; a pesar de ser nuevo y raro, siempre has sabido mirarme sin prejuicios y apreciar mi labor en Cáritas, y te lo quiero agradecer de corazón.
Pierde cuidado, que voy a seguir al pie de cañón, ya sabes que los Caro somos muy pertinaces, nos viene de nuestros ancestros maños. Yo creo profundamente en nuestra Cáritas Diocesana: en la gente de los "servicios centrales" (son todos extraordinarios, y los de economía ni te cuento...), en la línea trazada por el equipo en estos años y en los voluntarios que se lo curran en las parroquias, y que son ni más ni menos el rostro de la Iglesia y que están muy por encima de las tonterías en que a veces nos enredamos. Iglesia de calle, de abrazos y manos que consuelan, Iglesia que sueña con personas que se reconstruyen y vidas que se levantan, Iglesia de miradas y sonrisas más que de ordenadores y cuentas bancarias.
Esta es la Iglesia que amamos, que es creíble y que desde Cáritas tratamos de potenciar, en concreto estos últimos tiempos contigo. Gracias por tu entrega y tu visión. La Iglesia necesita personas como tú: un hombre humilde e íntegro, coherente y veraz como Natanael, un caballero, un hombre grande que busca por encima de todo el bien de los más pobres, que deberían ser, sin ninguna duda, nuestra inspiración y nuestro tema preferente de conversación como cristianos.
Te vamos a echar de menos en Cáritas pero sé que vas a estar ahí, marchando por el camino compartido de seguimiento de Jesús que traemos entre manos. Conozco tu fidelidad a la Iglesia, forjada durante años (te prometo que sí, que voy a hacer un cursillo de Cristiandad) y puedo intuir las dimensiones de tu compromiso por el Reino. Doy gracias al Buen Padre por tener el privilegio de conocerte y por todo lo que he aprendido, incluso en el momento de tu marcha.
En los Valles tienes tu casa, para cuando quieras. Gracias y un abrazo,
César
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