jueves, 10 de marzo de 2011

MORKE Y EL ZURRIBURRI DE LA PJ

Mi amigo Morke (es decir, Juan Antonio Morquecho) me ha traído hoy lo que los Reyes me han echao en su casa: un libro del antropólogo Edgar Morin. A Morke lo conozco por su "trabajo" de técnico de animación comunitaria de Cáritas diocesana, y para mi es un símbolo de que no siempre reina en nuestra vida la tarifa plana de arbitrariedad que imponen afectividades desenfocadas.

Eso es lo que funciona muy a menudo, y me fastidia; el esquema estúpido de "si tú me caes bien, todo lo que venga de ti está bien, y te nombro de no se qué, etc. Si me caes mal, todo lo tuyo está mal y me opongo sin pararme a pensarlo, y sospecho de ti, etc.". La afinidad personal hace ver caricaturas donde debería haber rostros, cualidades, logros, posibilidades... Con Morke es al revés: primero fue el trabajo codo con codo en las cáritas parroquiales, encuentros, reuniones por esos pueblos, proyectos... y eso posibilitó la cercanía y la amistad. Hermoso y real. Los amigos nunca pierden la capacidad crítica, son fieles conociéndose bien, amando incluso los defectos.



Con el zurriburri (¡me encanta este palabro!) de la pastoral juvenil pasa tres cuartos de lo mismo: personas diferentes, con ideas distintas, que se empeñan en converger, en construir un proyecto común, en lograr cristalizar la comunión en la búsqueda de caminos para trabajar con los jóvenes... que acaban conociéndose, apreciándose y queriéndose. Y que hasta encuentran alegría en estar sencillamente juntos, como estos días de carnaval: reír, charlar, trasnochar, comer pollo y dibujar osos hormigueros extraterrestres... Qué alivio sentir que la misión une, que no siempre es una arena donde airear los protagonismos eligiendo palmeros o donde pegarse pegotes arrojando a los competidores las supuestas medallas. Qué tranquildad experimentar que, cuando la gente no busca levantar su chiringuito pastoral con sus "amigos" (¿?), la comunión da paso al cariño y posibilita la siembra del Evangelio; entonces el trabajo es misión que trasciende el mero interés fotográfico y numérico, y los equipos son familias que besan y hacen fértiles sus diferencias.

Es estimulante como el pensamiento de Morin, relajante como un masaje hecho por manos expertas y refrescante como el rumor de una cascada de agua cristalina en un rincón de la Vera. Con la extraña belleza de la amistad. Menos mal.

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