Eso es lo que tiene uno que hacer en los puertos de Iquitos
cuando baja el nivel del río. La imagen no es tan buena, pero puede dar idea de
lo que ocurre, disculpen si daña la sensibilidad. Pero es un hecho: el
Amazonas se ha convertido en un “inmenso depósito de porquería”, en
palabras del Papa Francisco en Laudato Si nº 21.
Intento no mirar abajo cuando camino por las maderas o voy
por las gradas, porque lo que se ve es una auténtica asquerosidad: una
amalgama nauseabunda de plásticos, barro, tela, vidrios, desperdicios… que
es inapreciable durante la época de creciente pero que, al secarse el río,
emerge amenazante y desoladora.
Es decir, cuando hay mucha agua, ¡toda esa basura está
también ahí! Habrá una parte que se mueva y se vaya quedando río abajo,
contaminando y ensuciando toda la ribera, incluso seguro que porciones
apreciables de cochinada llegan hasta el Atlántico, pero es evidente que la
gran ciudad que es Iquitos genera muchísimos residuos que van de frente al Amazonas
y allá se depositan.
Hay puertos en que no queda otra que brincar por ese lodo
infestado y repugnante, que además hiede más o menos según las zonas. Cuando
llego a casa procuro lavarme los pies, si es que llevo sandalias, y si iba en
zapatillas, las limpio. Realmente es un espectáculo repulsivo y deprimente.
Más allá de consideraciones acerca de la costumbre de botar
todo al río sin pensar, o la necesidad de separar y reciclar, o la urgencia de
la educación para el cuidado de la naturaleza etc. etc., me he preguntado mil
veces cómo es posible que ocurra esto. ¿Cómo es posible que las autoridades
permitan que los puertos estén en esas condiciones?
Son lugares de acceso al río de pasajeros y mercancías
indistintamente, mezclados, embarullados. Hay alguna escalera de cemento,
pero la mayoría son de madera, precarias, empinadísimas pero medio rotas,
resbaladizas cuando llueve, en las que te tienes que apartar si viene un chauchero
cargado con un costal, una piña de plátanos o lo que sea. A veces casi no hay
espacio, como el otro día que un hombre subía la loma con una lavadora a
cuestas.
Eso o el barrizal sucio y atestado de desechos, o ambas
cosas, es lo que ven los turistas cuando llegan a Iquitos o zarpan a otros
lugares. ¿Las orillas tal vez no son competencia del municipio, y sí de la
marina, y por eso no hacen nada…? No lo acabo de entender, y cada año igual o
peor, esa agresión a la salud, a la integridad de la creación, a la belleza del
Amazonas, al sentido común.
Que pena ,que en todo sitios pase esto,o en algunos mas que otros ,figate Cesar lo que ha pasado a qui en valencia si todos los caucen hubieran estado limpios quiza algo hubiese ayudado
ResponderEliminarUna descripcion fotografica. Nos falta mucha educacion ambiental y pese a que algunos llevamos nuestras bolsas para las compras, separamos los residuos, terminamos brindandando ese espectáculo espantoso. Lo siento mucho por sus visitantes, no se lo merecen.
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