Esta última semana llueve todos los días, vivimos dentro un
clima mojado, con cielos apaciblemente grises y temperaturas benévolas. En
la selva la vida se transforma cuando la lluvia se establece, y es algo
delicioso y tristemente cada vez más esporádico, porque el colapso
climático al que nos precipitamos se asoma en forma de sequías cada vez más
mortíferas.
En la madrugada, un golpe de viento fresco me despierta, e
inmediatamente el rumor, primero susurro y después repiqueteo sin ambages. Noto
cómo las pequeñas gotas atraviesan la ventana con su malla, y planean sobre mi cuerpo;
no habrá cosquillas más suaves. Nomás me volteo… qué rico se duerme cuando
llueve.
La borrasca interrumpe muchas cosas, pero sin traumas ni
malos humores. Se llega tarde al trabajo, no se puede seguir en la chacra,
imposible acudir a la reunión… porque llueve. Está en el ADN de la gente que
hay que parar o ralentizarse, y más de uno directamente se irá a su hamaca
a dormir sin complejos. Quizás la lluvia sea percibida desde tiempos remotos como
un momentáneo oasis primaveral en medio del tremendo calor que se soporta
siempre.
Es algo cotidiano que el higrómetro cante el 70% o más de
humedad a pesar de que el sol esté machacando sin clemencia; son los famosos
ríos aéreos amazónicos, tan invisibles como reales. Entonces en este tiempo de rotundos
chubascos, toda esa agua que hay siempre en el aire se materializa y cae
dando vida, limpiando y realmente alegrando.
Me gusta creer que miles de litros cúbicos se precipitan
sobre el Amazonas y alivian toda esa porquería que baja hasta el mar: residuos
de metales pesados (mercurio, cadmio…) por la extracción de oro en las dragas,
petróleo, plásticos. Ojalá una catarata de agua cristalina pudiera arrasar la
contaminación y restablecer la selva a su pureza original… Soñar es gratis.
Increíblemente Iquitos no está preparada para aguaceros
copiosos y sostenidos. Te vas al centro y encuentras tremendos lagos que
anegan calles y veredas, el sistema de alcantarillado no tiene capacidad para
asumir todo ese caudal y tus piececitos se mojan sin remedio. Algo parecido
ocurre con muchos edificios, por ejemplo, colegios que son construidos con diseños
y estándares de la costa y no resisten estas violentas tempestades; prontito se
manchan de humedad y se malogran. Dinerales botados al agua, nunca mejor
dicho.
Pero la gente linda, ellos tranquilos. Los niños empapándose
jugando al fútbol bajo el chaparrón, sus risotadas abriéndose paso entre el
fragor de la lluvia en los árboles. Unas mujeres en la orilla siguen lavando
como si tal cosa, más rápido se va a enjuagar la ropa. Pies calatos embarrados,
saltos sobre charcos, canalones transformados en duchas, resbalones en la
madera… El agua aumenta la diversión y es siempre agradecida por los pobres.
No se puede salir, ni siquiera lograré ir de mi cuarto a la
oficina sin quedar aguachinado; ah ya, entonces voy a agarrar una novela, voy a
ponerme ¡calcetines! y miraré la lluvia en las pausas de la lectura. Recordando
cuando era niño y tardes así se colmaban de sosiego y hogar. Felizmente
todavía quedan.
La mayor grandeza del hombre es saber hacer algo hermoso en pleno diluvio sequia, adversidad.... ¿Inspiración divina, supervivencia, adaptación a todo?
ResponderEliminarNo lo sé, solo expreso mi admiración a quien sabe hacerlo como tú.
Dios te bendiga, hermano Cesar.🙏🕊🙏