Tenía pendiente venir a la tantarina (se lee “tandarina” en
kichwa), o sea, el encuentro de formación de kuyllur runa, los “animadores”
responsables de comunidades cristianas de todo el alto Napo. Están siendo unos
días de chamba grande, masato a cada hora, atardeceres bellísimos y valiosos
aprendizajes. Aún estoy en Angoteros.
Cada vez que llego hasta acá, siento como si ingresara a una
especie de “mundo al revés” parecido al de Stranger Things, contemplo
espontáneamente mi vida desde una perspectiva nueva y más profunda, la misión
fluye y lo colma todo, y especialmente el futuro… Es curioso.
Los kuyllur runa son hombres de chacra y canoa que caminan
con sus pies descalzos; saben de la pesca nocturna y de las costumbres de la
huangana y el sajino; conocen todas las trochas del monte, el rumor del viento
que anuncia la lluvia y distinguen la yuca brava a primera vista. Tienen una fe
sencilla en Pacha Yaya, aprendida desde niños de manera oral, arraigada en la
tradición de su pueblo.
Los temas de este taller están plenamente alineados con la
programación vicarial. Hay un bloque sobre la violencia en el hogar,
especialmente contra la mujer. Tratamos de resquebrajar el machismo que
impregna toda esta cultura, y lo hacemos en un ambiente cálido y de
comprensión. Las warmis acompañan casi siempre a sus esposos (las parejas
suelen mantenerse fieles desde bien jóvenes), pero casi no intervienen en la
capacitación, su lugar es la cocina, el cuidado de los niños o alguna actividad
artesanal, y así se acepta de forma natural.
Pero ¿por qué no podría haber mujeres kuyllur, líderes de
una comunidad? Claro que sí. Y más ahora que la sinodalidad se vertebra, la
iglesia es parihu, es decir, todos somos iguales frente a Dios y frente a la
comunidad, todos valemos lo mismo, nadie está por encima de nadie. Lo entienden
muy fácilmente, porque en su cultura el apu (”jefe”) es un cargo rotativo, las
autoridades son relativas y temporales.
Por supuesto que hay estima hacia el yayapakri (sacerdote)
pero sin un gramo de servilismo; en la Eucaristía hago nomás lo que me
corresponde según el ritual naporuna, pero no soy el presidente, no me ubico en
el centro de la asamblea. Comento un poco el Evangelio después de otras
intervenciones en la “homilía”, pronuncio en kichwa las palabras de la
consagración y una parte de la plegaria eucarística, eso es todo. Por tanto, la
mayoría de las oraciones, las invitaciones al perdón y a la paz, la bendición…
todo lo realizan los kuyllur responsables. No hay ni rastro de clericalismo; sí
reconocimiento agradecido.
La verdadera devoción la observo en los descansos, cuando
las personas aprovechan para acercarse a la pizarra y a los papelotes; muchos
tienen serias dificultades para comprender el castellano, y se esfuerzan en
escribir las síntesis de lo que se ha explicado, con dedicación y paciencia, y
eso me emociona. Al final de cada jornada, Domi hace aflorar qué hemos sacado
en claro, qué nos ha quedado, qué hemos aprendido. Para que después eso se
pueda ofrecer a sus comunidades de origen. Simple y genuino.
Hemos trabajado en equipo a todas horas, porque ese es el
camino. Ya no el animador solito, ahora el kuyllur con un equipo: encargado de
leer, de limpiar el local, de visitar a los enfermos, de preparar los cantos
(¡superimportante!)… y por supuesto, con las mujeres dentro. Imaginamos
ministerios, la iglesia sinodal se reinventa en esta zona indígena con
creatividad y valentía, buscamos el cambio, no es imposible y ¡es estupendo!
Los runa son libres. Nada se puede imponer, las jerarquías
ortopédicas les importan un comino, los esquemas piramidales les extrañan.
Están a salvo de tentaciones de poder y figurar. Todo se consigue estando con
ellos, mostrando que amas y respetas, escuchando. En la noche de despedida hubo
cuentos, juegos, canciones polacas, canchita y gaseosa, dinámicas y hasta baile
de sevillanas. Juntos. Porque las risas más sabrosas, tal vez las únicas risas
posibles, son las que se comparten.
Mañana bajamos hacia Iquitos, regreso a “la civilización”,
pero en cada viaje noto que me dejo algo más de mí acá…. Me siento kushi (alegre).
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