El verano
pasado, Fernando Miranda y Antonio Herrera, salesianos, uno vicario
inspectorial y otro misionero en Benín, se dieron un salto a Isla Cristina para
compartir un día de playa, porque hacía varios años que no nos veíamos en
persona y ya teníamos ganas de darnos un abrazo, conversar y ponernos al día.
Mis vacaciones fueron esa vez especialmente cortas y fue la manera que
encontramos.
Fernando y yo
nos quedamos solos un buen rato debajo de la sombrilla, y entre un chapuzón y
otro fuimos contándonos los avatares actuales de nuestra vida, con las similitudes
que tiene ser los dos vicarios, es decir, “segundos espadas” de la autoridad,
en su caso el inspector y en el mío el obispo. Él me contó que se encontraba en
un buen momento después de una temporada muy sobrecargada en la que acabó un
poco agotado. Pocas cosas hay en la vida que hagan tan feliz como un diálogo
de corazón a corazón con un amigo verdadero.
Metidos en el
agua, y hablando del futuro inmediato, Fernando me contó que el provincial iba
a terminar su servicio en pocos meses. “Prepárate, porque te va a tocar a ti
ahora” – le dije. La idea no le seducía (“Dios mío, ojalá que no”), y a la vez
estaba tranquilo porque “hay mucha gente preparada que lo puede hacer bien”. Él
siempre con ese perfil bajo y esa modestia tan agradables.
Nos conocemos
desde 1990, cuando llegamos juntos a Sanlúcar la Mayor (Sevilla) al noviciado
salesiano. Fernando es de Zaragoza, la tierra de mi mamá, y recuerdo que por
ahí encajamos muy bien desde el principio. Aunque ni él ni yo éramos estrellas
en un tremendo grupo de 26 novicios (¡qué números vocacionales los de hace 30 años),
Fernando aportaba madurez, prudencia y sentido común, además de instinto salesiano
y fina habilidad para conectar con los jóvenes.
Tras la primera
profesión cada cual se fue a su inspectoría (en aquel momento había siete en
España), y apenas nos volvimos a ver en algún encuentro nacional en la época pre-whatsapp;
pero habíamos forjado una amistad que ya no se ha roto. Más tarde, cuando dejé
la congregación, Fernando fue alguien en cuya vida yo seguí conservando un lugar.
Se preocupó por mi proceso, me llamó, se alegró con mis pasos adelante y se inquietó
por las incertidumbres y derivas de aquella etapa.
Estos años que
llevo en Perú seguimos en contacto, siempre. Intercambiamos satisfacciones y
también quejas acerca de “lo quemados que estamos”, entre risas y con esperanza.
Incluso cuando hablamos de alguna situación de la inspectoría, sé que Fernando
escucha mi opinión porque sabe que quiero a los salesianos.
Hasta este
amanecer del día de San Francisco de Sales, que ha comenzado de manera luminosa
con la comunicación de la elección de Fernando como provincial. Y este ha sido
mi mensaje para él:
Querido amigo:
era de esperar... Y demuestra que el Espíritu actúa con buen humor, eficacia y
suavidad. Es una excelente noticia para los jóvenes, para la Congregación y
para tus amigos y compañeros, que nos sentimos orgullosos. Gracias por aceptar.
El Señor, que te ha elegido, no te dejará solo. Oro por ti en este bonito día.
Contrariamente
a lo que con frecuencia constatamos, a veces Dios se sale con la suya y los
mejores son escogidos para servicios de responsabilidad en la Iglesia. Personas
como Fernando, que no buscan notoriedad, sino que tratan de vivir su vocación,
en medio de todas nuestras contradicciones, con fidelidad. Gente humilde y
humana como él: un hombre bueno y un salesiano de pies a cabeza
¡Gracias Señor,
gracias Fernando, y felicidades a los dos y a los jóvenes!
La foto es del Forum
de Pastoral juvenil 2008. De izquierda a derecha: Fernando Miranda, Ferran
Solé, César Caro y Miguel Ángel Moreno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario