sábado, 23 de octubre de 2021

CABEZA DEL BUEY: DAR SIN QUE TE PIDAN Y RECIBIR LO QUE DAS

 
En esta fiesta del DOMUND me apetece escribir acerca de un café con dulces, una conversación agradable, una capilla quemada y una virgen sonriente. También sobre ser misionero sin moverte de casa y sobre dar con toda confianza a un desconocido. Cosas sencillas que hacen que la vida sea plena y con sabor.

Hace dos años, cuando todavía estaba destinado en Islandia, recibí un mensaje de Manuel Enrique Hernanz Carroza, conocido como Manri, párroco de Cabeza del Buey. He de decir que hasta esa fecha él y yo no habíamos cruzado palabra, sabíamos mutuamente de nuestra existencia, pero apenas lo vi por primera vez durante el viaje fugaz a España que hice a finales de 2019, porque acudí al encuentro anual de sacerdotes y Manri formaba parte del grupo que celebraba sus bodas de plata, incluso actuó de portavoz dirigiendo una breve alocución a la concurrencia.

En aquel whatsapp Manri me contaba que con motivo del 50 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de Belén, patrona de Cabeza del Buey, la Hermandad había decidido destinar una ayuda económica a alguna obra social (preferentemente en salud o educación) y que habían pensado en la Amazonía y ofrecérmela a mí por si yo podía asegurar su buen uso… 6.000€ de vellón. Ahí empezó todo.

Sobra decir que me quedé atónito. ¿Pero cómo, si yo jamás había puesto el pie en aquel pueblo alejado, fronterizo ya con la provincia de Córdoba, ni tan siquiera había trabajado por los alrededores, ni conocía a nadies incluido el cura… querían entregarme semejante dineral? ¿Se concibe algo semejante en los tiempos que corren? Pues así era. Por supuesto que les dije que sí; la primera idea fue ayudar a construir una posta de salud en el medio o alto Yavarí.

Mientras este plan maduraba, y apenas un mes después de esta comunicación, veo en Iglesia en Camino que ha habido un incendio en la parroquia de Cabeza del Buey y ha quedado completamente destruida la capilla del Sagrario. Confieso que esto me preocupó muchísimo y pensé en devolver ese fondo (más bien en ya no recibirlo, porque no había dado ni tiempo a efectuar la transferencia bancaria), pero Manri me dijo “tranquilo, ya saldremos adelante”.

Luego llegó el traslado a Indiana, la cuarentena… y en medio de la lucha contra la COVID, en el Vicariato experimentamos la necesidad urgente de hacer una reforma seria a la casa de pacientes que tenemos en la sede de Punchana-Iquitos. Son ambientes donde recibimos a enfermos de las comunidades alejadas de nuestro territorio. Una vez allí, Elita la enfermera los evalúa y les facilita consultas médicas, hospitalización, etc.; ella conoce bien todo el mundo sanitario de Iquitos y les acompaña y orienta, y mientras tanto se alojan en la casa, al igual que los familiares que van con ellos. Además a todos se les atiende con la alimentación diaria.


Es un servicio que realmente merece la pena. Suele ser gente humilde de la chacra, perdida en la gran ciudad, a menudo indígenas con dificultades con el castellano, y también llegan muchas mamás gestantes y niños. Las instalaciones son muy antiguas y se encontraban en un estado deplorable, con paredes medio caídas, techos rotos y los baños… mejor no entremos en detalles. Consulté a Manri si podíamos emplear esa colaboración para refaccionar ahí y me dio el OK.

De modo que esa obra se terminó, la casa quedó en mucho mejor estado, como nueva, tal y como los usuarios se merecen, y por tanto envié a Manri el informe descriptivo, fotográfico y financiero con este mensaje: “Cuando esté por España, prometo ir a visitar y a agradecer personalmente”. Y la ocasión se dio el 3 de octubre, justo uno de los días que su patrona está en el pueblo con motivo de la fiesta, venida desde su ermita. Hasta allí manejé guiado por el Google Maps porque, como dije, no había tenido la suerte de conocer Cabeza del Buey.

La junta directiva de la hermandad de la Virgen de Belén me estaba esperando en la sacristía de la iglesia para una conversa con cafecito por delante. Escucharon muy atentamente el relato y me hicieron preguntas bien inteligentes sobre la selva, la misión… De ahí pasamos a la misa del domingo con la comunidad parroquial, donde conté también la historia y recordé que los misioneros podemos vivir y emprender tantas cosas porque tenemos detrás una Iglesia que nos envía y nos respalda. Nunca nos habíamos visto, pero nos une la fe y la única misión -la misma para todos-, y de esa manera tan simple y verdadera somos todos misioneros.

Les agradecí lo mejor que supe, me agradecieron mi visita (Manri escribía al día siguiente: “Aquí la gente muy contenta con lo de ayer”), me mostraron la capilla del santísimo completamente restaurada con el apoyo de todo el pueblo, elegante, preciosa… Es encantador: ellos, aunque precisaban de ese dinero, compartieron, sin que nadie les pidiera, con otros más pobres y lejanos que necesitaban más; su generosidad ha florecido en forma de fraternidad y de bien para ellos: “cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da”, dice la canción de Jorge Drexler. ¡Qué hermoso!

Así nos despedimos, en esa misma onda; ni yo les pedí nada ni ellos me dieron más que el cariño, el reconocimiento y la solidaridad siempre y a pesar de la distancia. Nada menos. Y al fondo, en todo momento, la mirada bondadosa y serena de la Virgen de Belén, el alma de este pueblo. Feliz día del DOMUND y ¡gracias, Cabeza del Buey!



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