En Chota, durante el primer debate entre los dos candidatos
a la presidencia en la segunda vuelta, recuerdo que, en un momento determinado,
Pedro Castillo soltó esta frase: “Pueblo
peruano, ahora tienen la oportunidad de elegir a un hombre del pueblo y no a
sus verdugos”.
Antes, todavía en la primera vuelta, en otro debate
televisado, nada más prender la tele me pregunté sorprendido: “¿quién es ese del sombrero?”. Y es que
no me cuadraba aquel peazo sombrero
cajamarquino, que yo había visto por cientos en el mercado de Celendín, entre
los pitucos ternos, corbatas y elegantes indumentarias del resto de
participantes.
Esa impresión plástica creo que corrobora una realidad: hubieron de pasar 200 años de independencia
para que por primera vez el Perú tenga en el gobierno a un campesino, un
rondero, un maestro de escuela. Alguien de abajo, del pueblo, alguien que
pertenece a la masa pobre, que ha estado en las luchas sociales, un serrano, un
cholo-cholo, no como Alejandro
Toledo, que había estudiado un doctorado en Standford (USA) y había trabajado
como alto funcionario en la ONU cuando llegó a presidente de la República.
De hecho, y por más que hay mucha gente a quien no le gusta
Castillo, es abrumador el consenso entre la gente sencilla: el presidente es uno como nosotros.
Keiko Fujimori, que obtuvo solo 44.000 votos menos que Castillo, viene de otra
cuna, es parte de “los dueños del Perú”, representa a la élite económica que ha
dominado tradicionalmente el país, el establishment,
los herederos del virreinato y las dictaduras: partidos de derecha, grandes
empresas, la tecnocracia neoliberal, las más influyentes cadenas de televisión…
incluso Mario Vargas Llosa.
Juan Miguel Espinosa Portocarrero, profesor de la PUCP, lo
analiza magníficamente en Religión Digital. A mí me interesa la identificación del pueblo menudo con Pedro Castillo, que queda reforzada
constantemente por la puesta en escena del presidente. En Keiko, el polo de la
selección peruana es un estudiado disfraz de campaña; en Castillo el buzo blanco con el emblema de Perú
cuadra, es como para ir a chacchar
coca con los amigos. Los Fujimori viven en un departamento de alto standing en
Surco; a Pedro Castillo le prestan para vivir “un inmueble” (así lo llaman los
periodistas) en Breña porque no tiene casa en Lima.
Keiko Fujimori es una política profesional, lleva toda su
vida empeñada en llegar a Palacio de Gobierno; ha seguido clases de dicción,
maneja los espacios televisivos, es una auténtica actriz; Pedro Castillo habla como los paisanos de los Andes, su castellano es a
veces bola-bola, es un chacrero que
se ha colado en un plató. Da una impresión de autenticidad, de que no hay
trampa ni cartón, de que pasaba por allí y le cayó el premio, que hace que
conecte con las capas más populares.
Y más si dice esto, con su depurada oratoria: “Invoco a la bancada que llegando nosotros a
asumir este mandato, vamos a renunciar al sueldo presidencialista. Vamos a
conducir los destinos de nuestro país con el sueldo de maestro” (como para
sacarse el sombrero, quien como él lo lleve). Castillo maniobra hábilmente en el idioma del pueblo llano: “Si no se roba, alcanza la plata”. Así:
blanco y en botella leche, para que cualquiera lo pueda comprender.
En fin. Veremos qué va pasando. Dentro del cansancio generalizado
ante la clase política, parece que podríamos estar ante alguien diferente. En
su discurso de toma de posesión –con el sombrero calado- anunció que no va a vivir en el Palacio de Gobierno, para no seguir
usando símbolos coloniales como la Casa de Pizarro. No creo que ni a Fujimori ni
a la mayoría de los candidatos presidenciales se les hubiera pasado por la
cabeza algo semejante. ¿Tal vez el jefe del Estado desea seguir siendo un hombre
del pueblo?
Y también expresó algo muy hermoso: “El orgullo y el dolor del Perú
profundo corren por mis venas”. Esa valentía y esa libertad se merecen al
menos el beneficio de la duda, o tal vez un anticipo de confianza, y así me
siento. Por mis venas corre sangre extremeña, pero el Perú está en mis ojos y en mis manos, de modo que me permito tener esperanza.
Ideologías aparte, Castillo ha demostrado ser un ignorante al hablar de economía (No sabe ni lo que es un monopolio,...), educación (si es maestro peor me lo pones), incluso de ideologías políticas (quizás esto pueda ser bueno). No se como sería la oposición, pero con este al mando, no pinta bien el futuro del Perú
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