Iquitos se consume en
una búsqueda dramática de oxígeno. Cada
día llaman a la puerta personas apuradas pidiendo un balón para prestar o
comprar, y su desesperación es un trasunto de la angustia de esos familiares enfermos
que notan que se les escapa la vida en cada respiración fracasada. El
horror de hace algo menos de un año se reedita sin recato ante la inoperancia
de unas autoridades que parecen no haber aprendido nada.
Las malas noticias nos acorralan. Nos avisan de que un antiguo secretario
técnico de Cáritas ha fallecido; acudo al velorio de la hermana de Juan Carlos,
un amigo, que se ha ido después de casi un mes enganchada a un respirador;
varios de nuestros trabajadores han dado positivo… Casi estoy esperando el
momento en que me toque el turno de padecer los síntomas de la peste.
El otro domingo, en el
rato de la ceremonia de izamiento del pabellón nacional, las dos regidoras de
Indiana, Evely y Nancy, me comentaron que veían que hacía falta añadir algunos alimentos a la dieta de los internados en el
centro de aislamiento. “Sobre todo
frutas y verduras, padrecito… Manzana, naranja, cosas así. Para que se sanen
mejor y más pronto”. Se les había ocurrido hacer una especie de cuestación
popular para sufragar esa mejora, “y
queremos que nos ayudes a organizarlo”.
La idea me gustó y
sonreí al pensar que solo las mujeres
del concejo municipal habían tenido esa delicadeza y sensibilidad hacia los
pacientes del colegio. Enseguida nos pusimos en marcha; las hermanas tunearon unas huchas del DOMUND que
había en la misión y al otro día se presentaron Nancy, Evely y tres señoras
más, bien pertrechadas con sus escudos faciales, alegres y resueltas a hacer
una primera gira con las latas
animando a los vecinos de Indiana a colaborar. Y así salieron junto con Adriana
y las hermanas María José y María Ángela. Todas mujeres.
Las huchas pasearon
por barrios, comercios, el mercado y la municipalidad durante varios días. Yo
me vine a Iquitos y antes de ayer intercambié whatsapps con Mª José:
- Ya tenemos las
latas, hoy abrí dos, porque se les olvidó a esas señoras que iban a venir. Y
compramos 100 naranjas, las llevamos y la cocinera dijo que los enfermos les
habían pedido papaya y les llevamos 17 papayas, una lata tenía 70 soles y la
otra 117.
Me hace risa cuando lo
transcribo. 597.90 soles (unos 162 €), una pequeña fortuna suficiente para que el
menú de los contagiados esté surtido de papayas,
manzanas y otros productos frescos que les aporten nutrientes, fuerzas y cariño
necesarios para aliviar su tristeza e impulsar su recuperación.
Mientras haya quien se
preocupe con generosidad por los débiles, será posible creer; mientras haya
quien done de su tiempo y se arriesgue para socorrer a quien sufre, no todo
estará perdido; mientras haya mujeres
bravas e inteligentes con vocación y entrañas de cuidadoras, estaremos a salvo.
Y ninguna muerte podrá derrotarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario