Hay maneras de hablar populares, más peruanas que idiomáticas, que me
chirrían cuando me las topo. Lo peor es que detecto que, seis años después (porque hoy 29 de septiembre hace seis años que llegué al Perú), irremediablemente
se me van pegando. ¿Será como para preocuparse?
Uno de los usos que más me llamó la
atención desde el principio es el del subjuntivo. El imperfecto causa
verdaderas dificultades cuando se trata de combinarlo en una frase compuesta
con un verbo indicativo en pretérito indefinido, como en esta foto que es un
pantallazo de un telediario de una cadena nacional: “Anciano de 77 años cargó
en su espalda a su esposa de 81 años para que pueda cobrar su pensión 65”. (“Pensión 65” es un programa de ayuda
social implantado por el gobierno de Ollanta Humala, un pequeño subsidio que el
Estado da a los mayores de 65 años que no gozan de ninguna otra prestación, que
son la inmensa mayoría en un país sin sistema de seguridad social). El viejito carga a su mujer para que pueda cobrar -presente de indicativo
con presente de subjuntivo-; en cambio, el hombre “cargó a su esposa para que pudiera cobrar” -indefinido, es
decir, acción acabada, con imperfecto de subjuntivo.
Y es que este imperfecto de subjuntivo queda
disuelto prácticamente siempre en el presente, de un plumazo y sin
contemplaciones. Un amigo limeño, periodista de gran destreza, escribió en su muro
de Facebook: “El viernes tendré una
exposición sobre San Martín. Una vez me pidieron que escriba un artículo sobre él”. Fffff… una vez me pidieron que escribiera (o escribiese) un artículo
etc. O también es sustituido sin ambages por el condicional: "Si yo vendría a Lima te llamaría", y eso me suena de España, ¿eh?
Pero el presente de subjuntivo no se libra,
el asunto se agrava porque mucha gente no es capaz de conjugarlo. Por ejemplo: “Quiero que la gente sepe” en lugar de “Quiero
que la gente sepa”. Esto lo he
escuchado yo con estas orejas, y más de una vez. “Te aviso para que vengues” o
“para que vienes”, y así se resuelve
la cuestión por las bravas 😬.
Otro tema es la concordancia del género del pronombre
objeto directo lo-la: se tiende a colocar el masculino para todo, en un abuso callejero del lenguaje inclusivo,
que dicho sea de paso está bajo sospechas pseudo-feministas. Por ejemplo, una mamá
quiere que otra persona coja en brazos (por seguir con algo parecido a la imagen)
a su bebita, y le dice: “Por favor, cárgalo”.
Y así él “lo cargó a su hija”, dirá un vecino. También lo oigo muy
a menudo, pero de momento no se me ha contagiado. Se aprecia muy bien en este recordatorio de una difuntita que encontré en las redes sociales:
Falta la tilde en llevó |
Más chistosos son los conflictos con la j y la
f, que se intercambian alegremente. En Mendoza nos reíamos mucho con el “cajué”,
porque no sale la f con soltura: “Padrecito, ¿quieres tomar un cajué?”. O
también prender “juego” en vez de “fuego”. Y al contrario: “Fuan” en vez de “Juan”. O “yo juí” en lugar de “yo fui”,
pero esto último debió llegar en las carabelas porque se lo he escuchado varias
veces a gente mayor en mis pueblos extremeños.
Otras expresiones que me hacen gracia las
comienzo a escribir en el whatsapp o a decir como una broma y al final las
acabo adoptando. Por ejemplo: “Notovía”,
que es una contracción que economiza “no todavía”, de la misma familia que los geniales
“vamya” (vamos ya) y “on tas” (dónde estás), que son lo máximo. También cuando alguien dice: “Eran las siete
y no había nadies”. Nadies, con ese, es que me chifla. O el
último: “Te llamo más un rato”, es decir, que te llamo dentro de un rato.
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