Hacía tiempo que no me divertía tanto en un encuentro vicarial, diocesano o de cualquier pelaje. La hemos pasado chévere en la reunión de catequistas en Indiana, ha sido una experiencia vacán, unos días chiripitifláuticos, desternillantes, pistofudos y refrescantes a pesar del calorón selvático.
Nos han acompañado los profesores Maricruz Martínez, Luis Ormeño, Ricardo García y Sergio Solano, todos ellos del colegio “Reina del Mundo” (Vicentinas) de Lima. Con muchas horas de vuelo en el trabajo pastoral con niños y jóvenes, superexpertos en dinámicas, juegos, canciones, mímicas, dramatizaciones, narraciones y cualquier tipo de actividad creativa para la catequesis y la evangelización. Unos verdaderos tromes que además han tenido la virtud de ir compartiéndonos su propia vida mientras desarrollaban los talleres, nos han dejado ver algo de su interior, sus convicciones profundas, su fe y su amor a Dios.
De izquierda a derecha: Sergio, Ricardo, Maricruz y Luis |
Eso facilitó de inmediato la conexión con los participantes y estableció una alegre complicidad que abre muchos caminos para mover a un grupo de cincuenta y tantas personas. Nos han hecho disfrutar entregándonos y practicando con nosotros muchas técnicas para diseñar acciones formativas y catequéticas atrayentes, amenas y activas, nada aburridas, y que siempre conducían a una reflexión y diálogo en torno a algunas preguntas del tipo: ¿Cómo me he sentido? ¿Qué he aprendido de este juego? ¿Qué valores han aparecido en él? ¿Qué tiene que ver con la vida espiritual?, etc.
Confieso que al llegar a Indiana ya tenía
medio planeado escabullirme de más de una sesión para hacer otras tareas, todas
importantes y urgentes, pero que compruebo que funcionan como excusa para quedarse
fuera de la mecánica general, “ver los toros desde la barrera” sin exponerse a
compartir, competir y participar plenamente. Es un mal que observo desde hace
muchos años y me fastidia: ¿por qué en
muchos encuentros de jóvenes los asesores
(curas, religiosas…) tendemos a quedarnos al margen, como si estuviéramos
por encima del bien y del mal, ya lo supiéramos todo o como si eso no fuera para
“nosotros” y sí para “ellos”?
¡Qué bueno es desoxidarse y simplemente dejarse llevar, ser uno más y abrirse a
cosas nuevas con una expectativa positiva! Seguramente
no hay nada más estimulante en la vida que aprender. Casi sentía cómo se me
iluminaban de colores fluorescentes las zonas del cerebro que entraban en
funcionamiento con cada canto, coreografía, juego, historia o desafío. A pesar
de lo mal que (creo que) bailo, no hemos parado de movernos y sudar a chorros,
hemos saltado la cuerda, corrido, disputado a piedra-papel-tijera, escenificado pasajes evangélicos, visto preciosos videos, debatido en grupo, orado con la
imaginación, escrito en papelotes etc. etc. etc.
Y reído. Casi me da roche cuando recuerdo
cuántas tonterías por minuto soy capaz de soltar, no me reconocía a mí mismo,
estaba desatado, Ana María hasta me regañó un poco. Pienso que después de un mes y medio bastante
estresante, esta convivencia me hizo de liberación, me “descomprimí” por medio
de las carcajadas, las bromas, el fastidiar a uno y a otra, el gamberreo
sano. Nada que ver con los días del CEFAC, los misioneros tuvieron que sufrir
lo tenso que estaba… En fin, el factor
humano.
También hubo algunas charlas, ¿eh? Y por
supuesto oraciones, Eucaristía y los elementos habituales en una reunión como
ésta, pero en general todo gravitó en torno
a la creatividad, la motivación, la espontaneidad, la participación, la expresión
de las emociones, el empleo de todo el cuerpo soltándose, sin inhibirse, el
buen humor, la valoración de lo positivo… ¡qué gusto!
“Tachín tachín tachín tachín…🎶”.Gracias
Sergio, Ricardo, Luis y Maricruz por el regalo que
nos han hecho. Les esperamos el año próximo para gozar del privilegio de estar
juntos y formarnos en el arte de acompañar a otros en el seguimiento de Jesús con claves de ingenio y sonrisa. “🎶 Sin amigos no se puede viviiiir…”.
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