Este año el habitual encuentro teológico de
febrero volvió a Chaclacayo, al escenario de la primera vez que viví estos días
tan especiales de estudio, reflexión,
aprendizaje mutuo y sobre todo mucha, mucha vida. Compartida con creyentes excepcionales,
que caminan con el pobre en el centro y Jesús en el horizonte, y construyen una
Iglesia samaritana.
El tema: “Cuidado de la creación y desafíos
actuales”, en sintonía con el Sínodo amazónico que sigue su proceso y culminará
el próximo octubre. Pero desde la mirada de la teología, que con un pie en la
realidad y el otro en el Evangelio, repiensa la ecología integral y la hace evolucionar a ecología del reino. Puesto
que la crisis es una sola (ambiental y socioeconómica-cultural), los seguidores
de Jesús estamos llamados a buscar la justicia guiados por la misericordia
preferencial como criterio inequívoco.
Sesudas charlas, reuniones de grupo y
plenarios alternaban con momentos de distensión y convivencia. A las 6 de la
mañana los fans de la piscina ya nos
estábamos dando el chapuzón acostumbrado para comenzar el día, alguna vez precedido
de un saludable paseo; los refrigerios, la sobremesa y los ratos libres de la
noche eran para conversar sobre lo
divino y lo humano, arreglar la Iglesia y el mundo… Hacer circular y reforzar los
valores que nos identifican como cristianos que caminan y trabajan con una
determinada sensibilidad, enraizada en la liberación de la pobreza en todas sus
versiones.
Como participaba por cuarto año, no era ya “nuevo”,
y desde el principio me sentí muy a gusto y relajado, sin la mijita roche de otras veces. Uno de los días se dedicó a testimonios de
la Amazonía, y a mí me habían pedido que preparara algo sobre la triple
frontera y nuestra misión islandesa.
Los comentarios, felicitaciones y palabras de ánimo me hicieron pensar en lo
distintas que se ven las cosas desde fuera, y el bien que nos hace que nos objetiven. Siempre hay algo excepcional
en la vida y tareas de cada persona, pero a menudo, metidos en el día a día, no
nos damos cuenta ni lo valoramos porque para nosotros “es natural” y no tiene
más mérito.
Salió
mucho el deseo de una Iglesia más ecológica:
más laical, más participativa, con la mujer en el lugar que le corresponde,
menos “sacramentalista” y más comprometida con los débiles, y que haga suyos
los clamores de la Amazonía: la deforestación, la
trata de personas, la desaparición de culturas ancestrales, los abusos, el
narcotráfico, la corrupción, la defensa del territorio de los pueblos indígenas,
la minería ilegal… Los temas de los que el Papa habló el año pasado en Puerto
Maldonado (porque hubo otros más “intraeclesiales” que no los mencionó, por
algo será).
Llegó la noche de la fiesta. Ya no me tocó
salir a “aprender a bailar sevillanas”, más bien le aconsejaba a Fernando Asín
qué novatos podían dar más juego en
la dinámica. En el tradicional powerpoint de Miguel, lleno de fotos y bromas de
la semana, sí que aparecí varias veces. Y pensaba: “Es un hecho: soy uno más entre esta gente a la que admiro. ¿Cómo es
posible?”. La única explicación que se
me ocurre es que Diosito lindo me lo ha concedido. Acá sigue mi anillo, porque
Él es fiel.
Con
amor pronuncias mi nombre
en cada
edad de mi vida.
Vuelves
a llamarme
con ternura,
con
comprensión
y
delicadeza.
Así
el propósito de mi existencia se va concretando,
se consolida
y a la vez lo redescubro,
me lo
presentas con rostro nuevo y permanente en su esencia,
enriquecido
continuamente con la sorpresa de tu
propuesta.
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