Por fin, lo estaba necesitando, ya era hora, tres meses sin probar la precariedad del bote, sin el reflejo de aguardar lo imprevisible, sin esa emoción entre exaltada y aventurera, y sin disfrutar el gesto protector de las estrellas de la noche amazónica. Pero llegó el momento de regresar al río.
Esta vez programamos chamba gorda porque en Yahuma I zona tocaba Bautismo. Y a la vez vislumbramos
incertidumbre ante las visitas a Chinería y Gamboa, dos comunidades ticunas
donde solo habíamos paseado sin lograr contactar con casi nadie. El 3 de
noviembre el Amazonas está apenas iniciando su creciente, de modo que la isla Yahuma se ve circundada por preciosas
playas. Aquella tarde el baño me recordó a Isla Cristina, arena limpia, nada de
lodo, y a falta de mis sobrinos lancé por los aires a Sachi y a Licela bajo
la mirada preocupada de su mamá.
En la noche comienza el desorden habitual
de las inscripciones para el Bautismo: DNIs, datos, lista… Solo damos una corta
explicación sobre el sacramento, sus efectos, sus ceremonias y el papel de los
papás y padrinos, conectando con los mitos ya trabajados en otras visitas y en
todo momento con ayuda de la traducción de Roberto. “Por el Bautismo, el Espíritu de
Tupana entra dentro de la persona y le da un espíritu fuerte, para que tenga
buena vida”. ¿Habrán comprendido algo? No sabemos, pero somos ya como de casa y nos sentimos a gusto y
bien.
Como no es la primera vez entre los
indígenas, la celebración me sale más
más natural, más “a su manera”. Son 41 niños, y al igual que otras ocasiones los
misioneros somos padrinos de algunos. Al terminar hay aplausos, fotos, gaseosa;
al rato, cuando tú crees que ya ha terminado, Lerín invita a darse la paz… La frontera entre “celebración” y “no
celebración” es más difusa, no se “entra” en un tiempo más formal y “sagrado”,
es un continuo, así es como lo hacen ellos, todo es fiesta. Lección de
liturgia para misioneros que pretenden ayudar a moldear una iglesia con rostro
amazónico, como quiere el Papa.
No había habido cena ni hubo desayuno, pero
sí hay almuerzo, y más tarde, tras un rato de descanso, nos ponemos a la ardua tarea
de preparar todas las boletas para entregarles antes de irnos. Hace tanto calor
que los papeles se mojan con nuestro sudor. Por la noche, a la hora de la cena,
nos sentamos por primera vez en la cocina de la casa de esta familia, es un pequeño acercamiento a su intimidad.
Ellos comen en círculo, sentados en el suelo junto al fogón, y nosotros un poco
más apartados, en sillas, pero en el mismo espacio, conversamos, nos servimos
refresco… poco a poco vamos formando
parte de su vida.
Al mismo tiempo que se echa de menos el
recorrido, da una pereza rica, sobre todo cuando hay que cargar los bultos
del bote al pueblo y viceversa. Solo dos días más tarde, donde antes estaba
seco ahora sorprendentemente se mojan los pies, porque la subida del río es
imparable. En la siguiente escala, Barranco, creen que también habrá bautizos,
pero les explicamos que notovía, que
en la próxima visita… Cuando llegamos están terminando de pintar la cruz que
van a colocar en su cementerio; mientras,
con las autoridades, que se han acercado a recibirnos, vamos conversando sobre
diferentes necesidades del pueblo, sobre todo acerca de la capilla, que
ellos desean construir. A cada rato, como es habitual, Kalin nos invita:
refresco, kasabe, tapioca… y el almuerzo.
A las 3 vamos para la escuela, que pronto
se ve abarrotada de gente. Hace un calor asfixiante (si en este viaje hubiera
recogido el sudor en botellas, ¿cuántos litros tendría?). Cantos, mito, el
evangelio, más canciones… y unos instantes de
silencio con las manos unidas para orar a Tupana. Y siempre con la
traducción de la señora Ruth. Salimos de la escuela para llevar la nueva cruz
al cementerio justo cuando se pone a llover. Caminamos sobre el barro. La cruz
se coloca ante las tumbas, la bendigo y oramos por todos los difuntos. Siempre en un ambiente de simpatía, hay
buena conexión con este pueblo. Ivanês se queda otra media hora con los
niños y les enseña algunas oraciones.
César, mis hijos y yo tenemos un ritual los viernes por la noche,como inicio al fin de semana. Me piden que les lea tu blog durante la cena, que le cuente tus historias. Las adapto al lenguaje de 7 y 12 años que tienen respectivamente y les enseño las fotos. Están deseando conocerte!!
ResponderEliminarUuuuf qué responsabilidad!!! El año que viene en las vacaciones hay que quedar, no?
EliminarEstupenda idea. Sería genial que tú les relataras alguna de tus vivencias!! Sobre todo las historias de niños como ellos
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