Me cruzo con Andrés por el pasillo de Indiana, él con su DNI en la mano y yo con mi computadora. “¿Estás nervioso?” – le pregunto. “Un poco” – me sonríe. Le animo con una palmadita en el hombro; cuando se acueste esta noche será nuevo diácono, y es la primera ordenación que celebramos en el Vicariato desde hace seis años. Estamos tan desentrenados como ilusionados, me encuentro en una de las malokitas del jardín y veo gente afanada pasar para allá y para acá preparando cosas.
En realidad a full
llevamos toda una semana, que es la que ha durado la Asamblea Vicarial. Y esta vez me ha tocado vivirla desde
dentro, desde la fontanería, y por
pura casualidad. Pasaba yo por Iquitos de vuelta de los días de retiro y
encuentro teológico en Lima justo cuando se reunía la comisión organizadora, y
me invitaron –obispo por delante- a unirme a ellos. De repente me vi envuelto
en un día entero de cranear y diseñar
la Asamblea, su proceso de evaluación y programación de nuestra misión en la
secuencia ver-juzgar-actuar, y decidir muchos detalles. Además de asumir varias
tareas que por supuesto te caen como premio cuando te fichan equipos
coordinadores de este pelaje.
De modo que han sido
días que aspiraban a tener 26 o 27 horas, casi sin descanso, siempre preparando
cosas, con trabajos de la comisión de síntesis (con mi primo José Caro) a la hora de la siesta, reuniones del equipo
coordinador por la noche y sentadas delante de la pantalla hasta las tantas.
Nos hemos sacado el ancho y hemos
puesto al personal a funcionar a un ritmo matagente,
pero ha merecido la pena y las revisiones de esta mañana han valorado la lógica
del trabajo y sus resultados, a los misioneros y los laicos les ha gustado lo
que entre todos hemos creado.
El análisis de la
realidad de la pastoral de los puestos de misión ha sido de una transparencia
escalofriante: nos vemos como una Iglesia en buena medida sacramentalista,
con poca voz profética, centrada en sus
cosas, sin continuidad, de débil implicación en los graves problemas
sociales de la Amazonía y no suficientemente cerca de los indígenas… Una
autocrítica demoledora y sorprendente teniendo en cuenta que sale de personas
excepcionales, misioneros entregados que se la juegan a diario por ríos y
quebradas, pero que siempre sueñan con más.
Todo un día dedicamos a estudiar el discurso del Papa en
Puerto Maldonado. La voz de Francisco se
oyó alta y clara en nuestra gran maloka, deseábamos recibir sus llamadas y
dejarnos desafiar por sus palabras. Fue un placer conducir este trabajo y
asistir al despliegue del entusiasmo en forma de ideas y propuestas: conocer,
valorar y defender las culturas, cosmovisiones e identidades… más visitas a las
comunidades, y más largas… formación de misioneros que ayude a nuestra inculturación:
antropología, historia, cultura, idioma… formar y fortalecer comunidades con
diferentes ministerios… defensa del territorio… cuidado de la Casa Común… lucha
por el respeto de los derechos humanos…
Llega Pina y me pasa unos materiales de Pastoral Juvenil que
le hemos pedido a los de Tamshiyacu. Ella es mexicana, pero también hay
compañeros polacos, colombianos, canadienses, autóctonos de la selva, españoles
y un coreano. Hablando el lenguaje común del amor a la Amazonía sazonado de
cariño, risas, buen humor y el privilegio de estar embarcados en una aventura para
ser, cada día más, Iglesia en salida,
Iglesia en primera línea en la defensa de la vida, de la tierra y de las culturas.
En camino hacia una Iglesia con rostro amazónico, una Iglesia con rostro
indígena, como el Papa nos pidió. Sencillamente magnífico.
Los bailes de la selva son fuertes, enérgicos, hechos de
saltos al ritmo exhaustivo del manguaré. Así
de apasionado por el Reino es este trocito de Iglesia, el Vicariato San José
del Amazonas. Me siento orgulloso de formar parte de él, y al mismo tiempo
sorprendido y honrado cuando las circunstancias me han pedido comprometerme más y asumir mayores
responsabilidades. Haré
lo que pueda con mucho gusto porque esta es mi Iglesia, y no se me ocurre ningún
lugar mejor donde vivir y seguir a Jesús como misionero.
¡Enhorabuena Padre!! por esta primera ordenación, pido que Dios les siga mandando mas obreros para su mies.
ResponderEliminarAquí en Extremadura hacen falta sacerdotes pero donde ustedes están mucho mas.
Gracias por su labor.