Justo estaba yo en Los Olivos el día que llegó la luz. Ya había visitado allí antes, y veía como iban terminando de colocar los postes, conectar los cables e instalar los medidores. Era cuestión de ahorita que la electricidad enganchase al pequeño caserío a la vida moderna. Vivían todos expectantes ante tamaño acontecimiento, sin sospechar que el desarrollo trae su cortejo de fregadas.
Y es que aquel día de mayo, con la luz nuevecita, en la tarde, cuando comenzaba la Eucaristía, extrañado por el silencio sepulcral de la capilla y de la pampa, pregunté: "¿On tan los niños?" Y me respondieron: "Viendo la tele".
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Hace poco, en una jornada de zona en San José (montaña de Zarumilla), Eugenio contó la siguiente anécdota: "Recuerdo que llegó por fin la luz eléctrica a mi pueblo La Primavera. Dos meses más tarde el maestro de la escuela nos llamó a los padres a reunión. Nos enseñó los boletines de notas de nuestros hijos y nos demostró cómo todos habían bajado su rendimiento precisamente en los últimos dos meses". Enmudecidos nos quedamos toditos. "¡Pucha máquina, con la modernidad!" - se oyó por lo bajo a un huayacho indignado. Jeje.
Sí pues. Es como para pensarlo, y yo no dejo de moler desde entonces. Los avances técnológicos nos facilitan la vida... ¿seguro? Mmmmh. Es como viajar en la máquina del tiempo a cuando España se alumbraba con candil, una época que yo no conocí pero que puedo recrear gracias a los relato de mis abuelos y mis padres, o a los libros de Luis Landero. Por la tarde, los niños jugaban al balón prisionero, a los bolindres o al rescate. Cuando caía la noche, la familia conversaba. Era una vida menos cómoda, pero en muchos aspectos más humana. Como la de Los Olivos o La Primavera antes de la invasión de la era digital..
¿Qué pasó después? No hay reunión que no esté abarrotada de celulares que entorpecen constantemente el diálogo. Si entras en una casa y está la tele prendida, los niños parecen zombis hipnotizados por "la caja tonta". Hay gente hablando solos por la calle y crees que están locos hasta que ves el auricular y entonces descubres que conversan por celular, pero eso no es menos inquietante. En un bautizo de pronto aparecen un montón de paparazzis móvil en mano dispuestos a inmortalizar el momento. Los artefactos electrónicos nos rodean, nos colonizan y si no tenemos cuidado poco a poco idiotizan nuestra vida. Chau.
Es como todo, depende de cómo los usemos. San Ignacio lo dice: "Y las otras cosas que están sobre la tierra son creadas para el hombre, para que le ayuden a conseguir el fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre, tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto las ha de dejar, cuanto para ese fin le impiden" (Ej 23).
En el encuentro provincial de la JEC este tema salió un montón en el análisis de la realidad de la comunicación en las familias. Así que ayer llamé a Karina, la psicóloga del hospital, para que arme una sesión de formación sobre la tiranía de los adelantos en nuestra vida. Tal vez ayudemos a evitar que internet haga mazamorra la mente de los jóvenes. Porque muy achorao y mu moderno, pero pucha, ¡ñacashca progreso!
PS: Ñacashca=maldito, desgraciado. Un quechua-guayachismo que es varios insultos en uno.
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