martes, 5 de abril de 2016
LA MONTAÑA ES MI ESCUELA
La tradición de la parroquia marca que una vez al mes hay día de formación en Mendoza para los agentes de pastoral, los responsables de las alrededor de 100 comunidades cristianas de nuestra provincia. Pero los últimos años se están combinando estos días con encuentros "descentralizados", que convocan a los agentes de una zona alejada. Son jornadas realmente lindas y provechosas, que permiten tomar el pulso a la vida de las comunidades de ese sector.
El otro día, sin ir más lejos (que ya está bastante lejitos, jeje) en San Antonio, en el corazón de la montaña de Zarumilla. Llegan mamás con niños, personas mayores, algunos jóvenes, familias... y toditos los agentes de pastoral de esos andurriales. Como me acompañan Jonny y Edwin, los dividimos en grupos y yo trabajo con los dirigentes de las comunidades. Los hay veteranos, pero varios están recién iniciándose, en concreto algunas mujeres. El tema trata sobre las dimensiones de toda comunidad cristiana (comunión-evangelización-celebración-servicio, a los de Santa Ana les tiene que sonar el circulito, ¿no?). Se reúnen por grupos, trabajan textos del Nuevo Testamento con preguntas, y luego, en la puesta en común, procuro que hablen. Y me siento en el pupitre bien atento porque es fascinante.
Cuentan cosas sobre el día a día de su pueblo y su compartir se me pega, intento ponerme "en su piel", apreciar lo duro y lo hermoso que es liderar en la fe a sus vecinos. Igualito que los de Matrix mirando las letras verdes pueden ver calles y teléfonos, yo a través de sus palabras percibo procesos. Procesos de lucha por animar a la gente y encajar a menudo áridas respuestas, ya que "nadie es profeta en su tierra". Procesos de acompañamiento que conducen a las personas a descubrir a Jesús. Noto procesos de desgaste y decrecimiento; detecto mijitas de rutina, pero también alegría y reciedumbre creyentes. Entreveo constancia y compromiso horadados por la incomprensión o la indiferencia, pero aún tocados de entusiasmo.Y vislumbro silencios impregnados de ilusión y expectativa en los que están apenas debutando en este servicio.
En el diálogo van ventilándose ideas, experiencias, se habla de materiales, se dan consejos. Se piden apoyo unos a otros, especialmente los más próximos, y hasta conversamos sobre cómo podemos acercarnos a algún pueblo donde la llamita cristiana es muy débil, para revitalizarla. Y ahí, en ese fluir de vida y de intervenciones, el padre orienta, sugiere, encauza, motiva, coordina... Me hago con esta zona de montaña y sus gentes, con el paso de cada caserío, trato de abarcarlo todo... y me encanta. En realidad nomás aprendo, asimilo, me formo, y los agentes de pastoral son mis maestros, aunque ellos no lo saben.
Solea a plomo junto al río, sudamos mientras nos jincamos el plato de arroz con pollo al que nos invitan los anfitriones, y nos refrescamos con una rica chicha. Luego habrá programa, y se irán sucediendo de manera muy espontánea canciones, juegos, chistes y adivinanzas, todo entre risa y risa. Y para concluir, la Eucaristía, siempre en la escuelita porque la capilla está aún sin concluir. Hablamos de que Jesús es rey que reina entregando su propia vida, hay cuento y también carcajadas. Y al final, como siempre, te rodean un montón de manos que estrechar:
- Gracias por la visita. ¿Cuándo la siguiente? - me dicen.
"Gracias por enseñarme" - pienso yo.
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