martes, 8 de septiembre de 2015

PLAZAPICHE


Toda la noche dura la retreta, con la banda pegando caña en la plaza a base de marineras y músicas pachangueras y bailables a full. Pero a mí no me hizo ni mu y dormí como una marmota, estoy inmunizado desde los años de Valencia, aquellas noches de feria en que los altavoces del escenario justo en mi puerta hacían temblar todita la casa del cura. Ruidos a mí...

Así que no oí la llamada de Helen y Sandy Labajos a las 4 de la madrugada, pero la vi al rato y salté de la cama, ya me estaban esperando los muchachos de la JEC para avanzar en la confección de la alfombra de colores que hacemos todos los años para adornar la plaza. Es el primer día central de la fiesta patronal de Mendoza, la Natividad de María, y lo vivo a cada paso con mi Valverde de Burguillos, disfrutándolo igualmente aunque con otro estilo.

Dos sacos de serrín nos esperan en el salón parroquial, y mientras los muchachos van tiñendo, las puertas de la iglesia se abren porque llega el albazo: una oración a la Virgen para abrir la jornada festiva y de paso botar "religiosamente" a los últimos juergueros que enredan a los músicos en la plaza. Se reza un ratito, con la banda dentro de la iglesia acompañando (perdón de nuevo a los santaneros por no dejarles tocar aquel día...), y al salir empieza lo mejor.

Las del comité han traído draque y tortitas con dulce de frejol. El draque calentito lleva una mijina de aguardiente y... cataplán, las trompetas y el bombo cambian de registro, ¡a bailar! Son las 6 y pico y ya es de día, las limpiadoras adecentan la plaza en calma, apenas están apareciendo los primeros grupos de serrineros, y los de la parroquia hacemos un gran corro y nos ponemos a bailar en el atrio, adobadillos a partes iguales por el trago y por el gusto de que es fiesta. El padre Nico se marca unos pasos que nos hacen a todos reír, no deja de sorprenderme la capacidad de la gente para divertirse sencillamente, nomás sonreír y dejarse llevar.

A todo el que llega se le invita, como se hacía antiguamente para animar a los vecinos a limpiar la plaza después de la retreta y dejarla lista para la procesión; por eso se llama a este rato "plazapiche" (aunque también pudiera ser a causa de la costumbre de los juerguistas apurados de orinar en los costados de la plaza...), ¿a que es gracioso? Cuando la virgencita sale, la reciben preciosos dibujos y el grupo de danzantes guayachos de Cochamal, que engalanan toda la procesión con sus bailes tradicionales y sus trajes con pico de tucán. Me encanta, y al mismo tiempo no dejo de recordar a la Virgen del Valle en la plaza de Valverde, y a la visita a Verónica durante el besamanos, un vaso de agua fresquita para aliviar el calor.

Acá no hace mucho calor, pero cuando el sol asoma durante la procesión hay que ponerse la gorra para que no me abrase como ya me ocurrió por novato en Pomacochas. La Patrona va deteniéndose, se hace un silencio y una niña entona una loa a la Virgen, un poema tradicional de alabanza, piropo y petición, ¡precioso! De vuelta al templo, la alfombra con el logo de la JEC es pateada como pasa con todo arte efímero, pero las manos verdes todavía a esta hora no han vuelto a su estado normal (parecíamos Srek y Fiona).

Y eso que son las 10 de la noche. Colgado en la pared de mi habitación, un mapa de Extremadura evoca lo que no me hace falta que me recuerden: que es 8 de septiembre, que amo a mi tierra, aún tan lejos, y que en este día tan peruano mi corazón tarareaba la jota del Palancar. Pero la fiesta patronal continúa: el jueves, más.


Jeje...

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