Muchas veces he visitado, como voluntario, a los misioneros, y he pasado algunos días o semanas con ellos. Pero nunca había vivido esa experiencia "desde el otro lado", hasta que el viernes pasado llegaron Mamen, Mariona y Lucía, las "chicas de hoy en día".
Lucía es abogada y devoradora de cereales Smacks, Mariona habla catalán y bebe cerveza Cuzqueña negra, y Mamen... es mi gran amiga Torralba, compañera de fatigas en Cáritas de Zafra, en el programa de Comercio Justo, y compañera de vida. Las tres voluntarias de las Carmelitas Vedrunas, que después de varias semanas en la costa norte de Perú, en Sullana, han pasado por Mendoza para conocer esta tierra (y visitarme a mí, que to hay que decirlo).
Las chicas de hoy en día se han acoplado al ritmo de trabajo de acá sin muchos problemas. Han paseado por el mercado, me han acompañado a un par de caseríos a los que tocaba visitar, han sido testigas de una boda en San Marcos (firmando y todo, eeeh?), han compartido con las hermanas de Huambo, y en Limabamba hasta comunicaron sus experiencias en el momento de la homilía. Todo con gran naturalidad, dejándose llevar y mostrándose en todo momento "ellas mismas".
Es curioso que, al hacer de guía por mi parroquia-provincia, he tenido que mostrar y explicar cosas que hace poco me presentaron a mí. Eso me ha hecho sentir que soy plenamente parte de este mundo que es el Valle de Huayabamba, saborear cuánto voy aprendiendo a querer a esta gente, y apreciar con orgullo que Mendoza es "mío" ya de alguna manera. Como antes lo fueron los Valles o Valencia. A pesar de ser un recién llegado. Y eso es bello como la vista que ellas contemplan desde el mirador camino de Trancahuayco.
Las chicas de hoy en día se pegaron la mañana del sábado enterita con los niños de la aldea: bailando, jugando, cantado, arrancando risas a granel y sin escatimar entusiasmo y alegría. Estaban bien entrenadas de sus clases de apoyo escolar y sus actividades en la ludoteca de un asentamiento humano en Sullana, pero sudaron de lo lindo y se les pegó el solsito. Merecieron su almuerzo, pero les supieron a gloria las sonrisas de los niños, sus ojillos encendidos por sentirse preferidos y cuidados. No hay premio más pletórico ni mas sencillo de lograr.
Les dio tiempo a muchas cosas: aprender a pelar piñas, marcarse unas cumbias en una fiestuki de cumpleaños, gestionar el tránsito intestinal, comprobar que hay proyectos de cooperación que se caen, hacer un poco de funambulismo en un puente de madera, catar el café en la cooperativa, visitar varios enfermos, probar los tamales, montar en moto y hasta aprender a comer cuy y chuparse los dedos. Con 22 añitos uno se bebe la vida a grandes tragos, y el Perú es de los mejores escenarios para ello.
Bueno, Torralbina no es tan chivolita, ya tiene en su diario suficientes heridas, caídas y resurrecciones como para que la madurez vaya macerando. Ha sido un privilegio pasear con ella por Mendoza y conversar, un recreo para mi corazón, un regusto de los cariños de allá, que resisten la distancia y sin saberlo me sustentan. ¡Gracias por venir, Mamen! Aquí te espero...
A estas horas ya están las chicas de hoy en día en Lima, seguramente dormidas después de una dura jornada de viaje. Yo también estoy cansado y, en la tranquilidad de mi despacho, me da por pensar que acaso Dios ha llegado hasta ellas a través de los cerros majestuosos, las miradas limpias y la pobreza de nuestro Perú. Diosito ingeniosamente camuflado en tantas sensaciones y experiencias maravillosas que han vivido, pero haciéndose percibir de verdad. Ya lo dice León Felipe: Para cada hombre guarda / un rayo nuevo de luz el sol... / y un camino virgen / Dios.
¡Viva el Perú!
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