sábado, 20 de diciembre de 2014

TERMINÓ EL PARTO...


¡Por fin en Mendoza! Pero madre mía, qué largo, qué difícil... parecía que no iba a acabar nunca, como los partos complicados, pero al final aquí estoy. Y sin cesárea, ¿eh? Con apenas unos puntillos.

El primer plan era venir el 28; luego aquí me propusieron llegar el 17, para coincidir con el cursillo de los agentes de pastoral de la parroquia, conocerlos a todos de golpe y celebrar juntos la Eucaristía de presentación. Yo dije que muy bien, pero que ya me venía con todas mis cosas a instalarme. De hecho, mis compañeros de la selva se trajeron ya el lunes el maletón bestial, ese que casi no se había abierto en todo este tiempo.

Y llegó el día; mi plan era viajar en la tarde y así me despedía tranquilamente de Chacha invitando a torta, pero qué va. Me llaman y me encargan que compre dos ruedas de la camioneta de la parroquia y me las lleve. Voy con ayuda de Juanito, el chófer de Monseñor, y compro dos peazo ruedacas tremendas; vamos a buscar un carro que las pueda y quiera llevar junto con el resto de mis cosas. Encontramos uno que dice que sí, pero que es mejor viajar en la mañana, porque con tanto equipaje no voy a encontrar movilidad por la tarde. Le doy mi número para que me avise y vuelo a preparar mochilas.

De camino me engancha la secretaria del obispado y me encasqueta una caja con tres panetones, dulce típico aquí en Navidad, para que la lleve a Mendoza también. Cierro las bolsas pitando, Juanita la cocinera del obispado me pone un mango y un trozo mi propia torta, el tipo me timbra y voy raudo al paradero con todo (menos mal que Juan me auxiliaba). Veo el carro... ay madre, que tartana. Encajamos las enormes ruedas sobre el techo y las atamos con cuerdas y alambres. Y ahora a esperar a que se llene: hora y media. ¿Qué por qué no me llamó el chófer más tarde, cuando ya estuvieran todos los pasajeros? Buena pegunta.

Empezamos a rodar. Debemos ir aún a un par de sitios dentro de Chachapoyas, a recoger paquetes y a que una de las compañeras haga algún recado. A esa hora el maletero de la Toyota parecía un pozo sin fondo. Al fin salimos a la carretera, que está asfaltada, pero que podría batir récords Guiness de cantidad de curvas o curvas cerradas. Me duermo; despierto y estamos ya cerca, a una media hora, pienso que pronto llegamos... Y entonces nos topamos con el accidente.

Una ambulancia que va con un enfermo grave de Mendoza a Chacha se cruza con un camionazo que casi no cabe en la calzada; los dos frenan, pero la ambulancia derrapa (quizá le hubieran venido bien un par de llantas nuevas también) y cae a un terraplén, dando una vuelta de campana. No hay heridos, pero se organiza una buena: la policía, más coches y combis atascados, y otra ambulancia para trasladar al enfermo, que se ha dado un golpe. Tres cuartos de hora parados. Ay.

Más de tres horas después de salir (y casi cinco desde que aparecí en el paradero con las ruedas), llegamos. Fui a comer algo y aún pasó un buen rato hasta que mi habitación estuvo dispuesta, pero finalmente encontré un tiempito para abrir mis maletas, vaciarlas y colocar mis cosas, y sentir que por fin he llegado.

Han transcurrido dos meses y 21 días desde que puse el pie en Perú, aunque la mudanza había comenzado antes, el 31 de julio. Qué alivio estar en mi casa. Pero quedaba lo mejor: el recibimiento. Eso, en la siguiente entrada.

4 comentarios:

  1. Ya me extrañó cuando mandaste las fotos ayer porque en el correo habías puesto el 28. Pero bueno,.por fin llegaste a buen término, o buen comienzo según se mire. Me alegro por ti. Un abrazo.

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  2. La de aventuras que te vas a traer!!

    J3

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  3. Feliz Navidad Cesar y que disfrutes de tu misión y te dejes hacer!! Que seguro encandilas a todos!! Besazos hermano!! Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

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  4. César¡Qué bien que ya estés, por fin, instalado tras tanto trasiego!.Felices fiestas y síguenos contando,por favor.
    Abrazos

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