Allí me pasé la mañana con Gualamita (http://es.wikipedia.org/wiki/Se%C3%B1or_de_Gualamita) tratando de hacer balance de dos meses y pico de pisar suelo peruano. Me salió de entrada un enorme agradecimiento por esta experiencia tan sabrosa, tan diferente y extraordinaria que Diosito me está regalando, y que yo jamás pude ni sospechar.
Algunas cosas anoté, como jalones que me rondan mientras voy maniobrando por este trozo de mi vida. Por un lado, la pobreza y su carácter paradójico, que me sigue sorprendiendo a cada paso, y que no logro descifrar; una mujer que da a luz sola en su casa, pero la casa tiene antena parabólica. Luego, el sentirme parte de una diócesis, miembro de un presbiterio y por tanto implicado desde el primer día, corresponsable y disponible; y al mismo tiempo siempre extranjero y de paso. Equilibrio que hay que gestionar.
¿Cómo situarme en medio de esta realidad que cada día me choca y me atrapa? Con un ramillete de actitudes presididas por la paciencia, la escucha, el respeto, salir, aprender, con cuidado, despasito. Prestando atención a los juicios hechos "desde España", relativizando mis valoraciones de modos de actuar, mentalidades y rasgos. El (supuestamente) mismo idioma a menudo hace olvidar que estamos en otra cultura, con otras coordenadas y diferentes códigos de pensamiento y acción. La "Hipótesis de similitud de prácticas" (HSP en etnografía) juega malas pasadas cuando el envoltorio de la lengua es similar, así que hay que armarse del recurso ignaciano de la sospecha.
Por todo esto, se me antoja todavía más importante el discernimiento como reflejo misionero básico (ya recogido en Redemptoris Missio 87). Habrá que estar permanentemente preguntándose el por qué de las cosas, cuestionando modos de ubicarse acá y evaluando métodos y programas pastorales. Siempre con la tarea de la evangelización como faro, ese es el contenido de la misión; no se trata de salvar el mundo, ni resolver todos los problemas de la gente, sino de anunciar la Buena Noticia.
Junto a Gualamita sentí el deseo y la llamada de meterme en harina, de ir a lo mío, de hincar el arado en la tierra que me han encomendado y volver menos la vista atrás. Con fortaleza y libertad; con corazón de pastor. Confiando, dejándome llevar, sin hacerme muchos planes, pidiendo la gracia de aprender por el camino, con humildad.
La jornada acabó yendo a cenar con mis compañeros Robert y Jesús. Manejamos un buen rato por esos cerritos con esos abismos, pero mereció la pena. Yo quería comer pescao, así que conocí la cashca, un pez prehistórico algo feíto, con escamas casi como las del esturión, que vive en las orillas pantanosas de los ríos de la Amazonía, come madera y tiene una carne blanca y rica. Con una buena cerveza Cristal y una colección de risas me fui a dormir contento como un trucho, el primo moderno de la cashca.
Hola César soy Antonio el padre de Anabel. me emociono leyendo tus vivencias. Siempre lo digo a todo el mundo aparte de ser un gran parroco, eres una gran persona .me alegro que t vayas integrando, sigue asi y no desfayezcas porlodemas unsaludo demiparte y feliz navidad
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