Para ir desde Chacha a la parroquia de Ocallí pago 30 soles:
- ¿A qué hora se sale?
- Entre la 1 y las 3 de la noche.
- ...
- Yo le doy una timbradita y usted baja a la puerta y allí nomás le recogen.
A esta carretera no pueden entrar combis ni carritos bajos, y aunque los trocoleones son finos, mi capacidad de dormir es invencible. Menos mal que despierto justo antes de pasar por el valle de Huaylla Belén (http://pinceladasdeunamicroviajera.wordpress.com/2013/07/05/huaylla-belen-un-paraiso-entre-los-andes/), y esos meandros preciosos e increíbles a casi 2800 metros de altitud me acaban de espabilar el ánimo.
Al rato llegaré a Chuquímal, donde el carro me deja como un saco de papas. Es uno de los primeros pueblos de la parroquia más alejada de la diócesis, una extensión de cerca de 80 kilómetros de longitud sembrada de pueblos que, a diferencia de Bagua o Luya, no están colocados de manera radial en torno a la sede, sino dispuestos de este a oeste en dos ramales de trocha, de manera que cuando se llega a los últimos (Camporredondo, Cocochó, etc.) se ha profundizado la provincia de Luya en dirección al Marañón.
Las distancias, los desniveles brutales (sube al cerro, rodea, baja hasta la quebrada, pasa el río, vuelve a subir...) y sobre todo lo feas que están las carreteras (por llamarlas de alguna manera) hacen que la velocidad media sea de 20 Km/h y vuelven los desplazamientos costosos para el reloj, para el cuerpo y para el bolsillo. Pero nada parece detener a Carlos, Neiser David y Baltasar, que son los compañeros que acá trabajan. Eso sí, quedándose a dormir en las varias habitaciones que tiene la parroquia por el territorio; y así recorremos varios pueblos: Vista Hermosa, El Progreso, Collonce, Yaulicachi, Caldera, Providencia...
Ingenioso sistema de "armario al aire libre" |
He oído muchas confesiones, ayudando a mis compañeros. Gente muy sencilla, de la chacra; muchachos algunos excepcionales, con una fe y una inteligencia extraordinarias. La mayoría de las personas, al terminar, se arrodillan delante del altar, o del sagrario si lo hay, y rezan en silencio, moviendo levemente los labios; me pregunto cómo será su conversación con Diosito.
En Tactámal, el pueblo de Flor, Juanito (el chófer de Monseñor) y yo nos perdemos un momento y colocamos los calzoncillos y los calcetines a secar dentro del carro. Llevan húmedos todo el lunes, pero el martes ha salido este sol andino implacable. Bajo él llegamos a Ocallí capital, que da un aire a Cuenca, con sus casitas como suspendidas sobre la ladera del cerro. Por la noche descubriré que aquí hay muchos Caro, este pueblito está lleno de primos lejanos, acaso descendientes de algún antepasado común, quizá uno de aquellos extremeños que vinieron a América en busca de fortuna.
En el único teléfono del pueblo logro llamar a mi sobrino Manuel, que cumple 4 años. La comunicaciones son otro tema en este Perú profundo, abarrotado de lugares sin cobertura, donde internet es todavía un lujo o una extravagancia. Y así, cuando en Camporredondo va a comenzar la Eucaristía, se va la luz; pero no pasa un pelo, todo el mundo está acostumbradísimo y la cosa funciona divinamente a voces y con velas.
Dio tiempo también a acercarme a Guadalupe a ver el sitio que tiene dispuesto el padre John Casteli para enterrarse: un jardín en un costadito de la iglesia, adornado en la tarde con los gritos de los jóvenes que juegan al vóley en la plaza. Pienso, mientras Juan mete la doble porque casi nos quedamos clavados en el barro, que el padre Casteli merece otra entrada para él solo, y que en esta parroquia hay que ser un cura todoterreno que cada día use el 4x4 de audacia y de entrega.
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