domingo, 26 de octubre de 2014
VERSIONES DE LA BELLEZA
Al padre Lucho le gustan las vacas y las alcachofas. Me muestra el centro parroquial de Pomacochas y me cuenta sus planes para mejorarlo. El pueblo está en fiestas y paseamos esquivando inmensos tenderetes donde se vende ropa, mantas, menaje de cocina… de todo. Compramos queso porque aquí hay “preciosas vacas” – me cuenta, “que dan mucha leche, porque hay muy buen pasto”.
Pero la joya de Pomacochas es la laguna, hermosísima, redonda y profunda, que devuelve reflejos al verde intenso de los campos y montañas que la rodean. Una naturaleza impactante, que me sorprende una y otra vez a medida que recorro nuestra diócesis. Aquí, en la selva alta, a 2200 metros, el clima es fresco, te tropiezas las nubes por la calle y los chaparrones hacen temblar la calamina de mi habitación.
La parroquia es pequeña, tiene solo 30 núcleos de población a los que llegar y la gente es acogedora y humilde. Tras la misa, salen en procesión sus cuatro patronos: San Lucas, la Virgen, el Crucificado y Santo Toribio de Mogrovejo, que por cierto anduvo por aquí cerquita, en Yambrasbamba, celebrando uno de sus sínodos. Asoma el sol andino y abrasa; no me atrevo a ponerme la gorra que me regaló Grabiel porque voy revestido, así que luego aparecerá morenita mi frente despejada, jeje. La banda interpreta todo tipo de piezas, incluida una de Nino Bravo, y eso me hace recordar los ensayos de la banda de Santa Ana: “Volare, eh-eh…”. Y tras la procesión el almuerzo; al terminar, para irse, aquí es costumbre “pagar la sal”, que no es sino bailar una pieza. Los de Santa Ana, que no se escandalicen, pero sí que pagué, sí. Y bien carito.
Caminamos hasta el pie de la laguna. Lucho es un hombre apacible al que le gusta conversar, así que tocamos todos los temas: teología, el dulce de leche (o “manjar blanco”), la misión, el sínodo, los cultivos, la economía diocesana, los terroristas… Luego, de regreso, nos agarra la lluvia y nos refugiamos en una casa donde una mujer mayor nos invita a un licor que me deja K.O. técnico, rendido a una siesta tremenda.
Por la tarde del miércoles me voy a Jumbilla. Al llegar al cruce, la carretera asfaltada continúa hacia Rioja y Moyobamba, y comienza una trocha de tierra que me llevará a la capital de la provincia de Bongará, que tiene unos mil habitantes. Es una población más aislada, con unos 15 pueblitos a los que atender. Al bajar del carro, entro en la parroquia y veo una imagen de María Auxiliadora; luego, en la casa, cuento tres o cuatro cuadros más, y otra imagen en un pasillo… ¡la parroquia se llama María Auxiliadora!
Me toca celebrar tres días de la novena del Señor de la Montaña, que es una devoción local. Esta comunidad canta que da gusto, con un tambor de piel, pandereta y palmas. Cada noche, tras la Eucaristía, una familia invita a todo quisque a un cafesito, normalmente acompañado por un tamal, una pastita o un pansito. El padre Leoncio dice que todas las noches igual, que incluso compiten por ver quién da mejor de comer al personal. Madre mía.
El sábado transcurre apacible. Varios chavales vienen a ver conmigo el Madrid-Barça y se ríen a medida que me los goles merengues me van fregando. Una mujer mayor pasa a dejarles a los padres una bolsa con paltas y platanitos. La señora Domi me invita a almorzar a su casa, y conozco a su esposo, a sus suegros, a sus hijos y a su sobrino. Domi me recuerda a Mari Carmen la santanera, lo lleva to palante en la parroquia, se parece físicamente y en la manera de ser a ella, un encanto. Llueve en la tarde y Leo llega; charlamos también, es un tipo muy inteligente y atento. Le pregunto, me cuenta... Es estupendo poder convivir así con mis nuevos compañeros.
Presidiendo la Eucaristía del domingo me encuentro suelto, les hablo como si estuviera en el Valle. Digo en la homilía la palabra "culo" y me doy cuenta de que es una lisura, me explican que es mejor cambiarla por "pompi". Cuando el coro entona un movido "Dame la mano" en la paz, y unen este canto con el "cordero" bailable, vibrante, se mueve mi cuerpo y siento esta otra hermosura fluir dentro de mí, el carácter amable de esta gente, su fe luminosamente expresiva y sencilla. Auxi también me esperaba acá. Todo transcurre con naturalidad, descansadamente. Es más fácil cuando la belleza te acoge y te invita.
lunes, 20 de octubre de 2014
CUY CON PAPAS
La parroquia de Bagua Grande es desde luego enorme: una ciudad de 30.000 habitantes y aproximadamente 120 pueblos de diferente tamaño distribuidos en el valle del Utcubamba y en los cerros que lo rodean. Una extensión inmensa, adornada con palmeras, papayas, plataneras y cocoteros, donde se cultiva de todo: cacao, café, frutales y, por supuesto, arroz. El azul del río se confunde con los tonos anaranjados del cielo a la caída del sol, y todo circundado hermosísimamente por océanos verdes de arrozales.
Nada más bajar del carro te tienes que quitar ropa: aquí ni chompa, ni casaca, ni zapatos; bermuditas, polos (camisetas) y chanclas. La poca altitud (400 msnm) y el emplazamiento hacen que el verano sea permanente. En la habitación no hay mantas, como en Chacha, sino ventilador. Esto del clima cambiante cada pocos kilómetros es increíble para los que no estamos acostumbrados.
Castinaldo y Nilson son los compañeros que llevan adelante la misión, que les desborda por todos lados. Como dice Calvino, "no llegan ni con una honda", jejeje. Todos los días hay salidas a los pueblos, y aún así me cuentan que hay sitios donde todavía no les ha dado tiempo a llegar. Castinaldo, licenciado en teología y en psicología, tiene la parroquia en la cabeza, la conoce muy bien porque empezó a colaborar aquí desde que era seminarista. Dice que el padre Sulivarría, jesuita pionero, puso "el chasis", la base pastoral de la parroquia, y que ellos han continuado desarrollando y profundizando la misma línea.
La clave son los catequistas. Son los responsables de las comunidades, los que celebran la liturgia de la Palabra los domingos, preparan a los niños a la primera comunión y a la confirmación, dan las charlas a los padres y padrinos, etc. Son la referencia cristiana de sus pueblos, a veces muy alejados, a los que el padre visita una, dos veces por año. Personas de fe recia, muy comprometidos, que llevan adelante una tarea muy difícil, arrastrando sus cansancios y limitaciones. Hermanos (en Bagua la gente se llama unos a otros "hermanos") ante los que quitarse el sombrero.
He pasado varios días disfrutando de la acogida y la compañía de mis compañeros, también de Juan de Dios (el primo de Nilson...), capellán del ejército, que les ayuda los fines de semana. He podido visitar varios pueblos y he procurado escuchar mucho, aprender, absorber como una esponja. También les he echado un cable en lo que he podido. He confesado a un montón de gente, he celebrado la Eucaristía el día del DOMUND, he visitado algún enfermo... Y siempre con la simpatía de la gente, todo el mundo se alegra de conocerte, estrechas cientos de manos, te agradecen y te dan lo que tienen con sencillez, y te piden que regreses pronto. Es estupendo.
En el caserío La Unión hubo "Promesa", día de encuentro de los catequistas, niños, jóvenes y adultos de la zona (la parroquia está dividida en 8 zonas, me parece...). Una jornada "dale que te pego": inscripción-animación-avisos-oración-presentación del tema-grupos-almuerzo-puesta en común-confesiones-Esucaristía-despedida. Muchas personas en la confesión me pedían consejo acerca de problemas de su vida... En Santa Clara, a una hora de conducción hacia la altura, hacía de nuevo frío; al llegar nos encontramos con que no se podía abrir la puerta de la iglesita, se tuvo que saltar un catequista y abrir desde dentro, jeje. Luego, antes de irnos, compramos papeletas para una rifa, y los premios me hicieron mucha gracia. Y ayer, en El Paraíso, un pueblito de 100 habitantes, la capillita tenía el tejado de calamina muy baja, así que todos sudamos la gota gorda. Almorcé dos veces: antes de la misa carne de res, arroz y yuca; después de la misa, tercer premio: ¡cuy con papas!
También participé en una reunión del Consejo de Pastoral. Reunión que coordinaron los laicos, y que comenzó sin que el cura hubiese llegado. Programaron una convivencia parroquial y, por más que el párroco insistió en un lugar, el consejo decidió otro... Jajaja, me encanta. En la parroquia, las hermanas Trinitarias de Valence y las religiosas Doroteas juegan un bonito papel.
Me quedan muchas cosas que contar... Bagua Grande es un imperio pastoral. Pero, como he prometido volver, ya habrá oportunidad.
lunes, 13 de octubre de 2014
APLAUSOS COMO CANCHA
A cada momento, Humberto invita a la gente a tocar palmas en medio de la Eucaristía. Las caras sonríen, los cuerpos se mueven al son de la música y se palpa un ambiente de verdadera fiesta. Estamos en Huancas, cerquita de Chachapoyas, celebrando el domingo y su fiesta patronal del Señor de los Milagros.
Humberto es el compañero responsable del "Pre", el preseminario diocesano, donde los muchachos viven un año preparatorio antes de comenzar con los estudios de filosofía y teología. Este curso son 8, y todos en tropel llenamos la combi que nos lleva a Huancas. El distrito toma el nombre de un pueblo preincaico muy diestro en fabricar cerámica utilitaria; cuando los incas conquistaron el país chachapoyas, siguiendo su estrategia de mestizaje que debilitaba a los vencidos, trajeron gentes huancas para disponer de vasijas y utensilios de cocina. No se imaginaban que siglos después arribaría semejante patrulla.
Al llegar hace un frío que pela. Estamos en primavera, pero a casi 2500 metros de altitud, cuando las nubes se imponen el día se torna desapacible. Se iza la bandera peruana en la plaza de armas, como cada domingo en todos los rincones de este país, y a las 11 de la mañana comienza la misa. La gente va abarrotando una iglesia parroquial muy antigua, hecha de adobes y cubierta de carrizo; los retrasos me hacen recordar a mi Valle de Matamoros y sonrío... ¡qué lejos estoy!
No pararé de sonreír en toda la celebración. Humberto me presenta: "¡el padre César, que viene como misionero a nuestra diócesis de Chachapoyas!". Aplauso. "¡Viva Jesús, el Señor de los Milagros!". Aplauso. Durante la homilía, con su estilo carismático, Humberto pasea por el pasillo central con el micro, y se gana a la gente, les hace cerrar los ojos, levantar los brazos, cantar... "¡Bendito sea Dios!". Más aplausos. Aplausos como cancha, que es una expresión que acá significa "un montón de aplausos", palmas de sobra y por todos lados. Alegría rebosante. Cancha es maíz tostado que se toma como aperitivo: que la fiesta sea abundante, que nos invada y nos llene y se derrame por los cuatro costados.
Tras la misa, la procesión. Como el día de Santa Ana, con un desorden parecido y divertido (¡ay, qué lejos!). Como los chavales se han revestido todos, Huancas parece un pequeño Vaticano, y con un incensario que recuerda las narices de un dragón de cuento aventando humo, jeje. Rodeamos la iglesia y la plaza, y pasamos al habitual almuerzo. Es increíble que el comité, que organiza la fiesta, alcance a dar de comer a todo bicho viviente que quiere participar en la fiesta, y a todos lo mismo. Me siento y descubro que ¡es el primer día que no como arroz desde que llegué al Perú!
Pero sí que hay guarapo de caña, y ese sabor me hace pensar en África, en Togo (lejos lejos). No nos hace falta tomarnos para estar alegres, porque en la foto se ve que el cielo era ya azul a esas horas. Todo es sereno y claro para mí de momento acá. Expectativa y tranquilidad como cancha.
miércoles, 8 de octubre de 2014
UNA NUEVA DIÓCESIS
Todo es igual, pero todo es distinto. Dos jóvenes ordenandos, el obispo, el presbiterio casi en pleno, el canto de entrada. Pero no hay órgano sino guitarra, somos solo unos 25 curas y los nuevos diáconos son peruanos, aunque los fallos con los micros son transculturales. No conozco a mis nuevos compañeros, pero llevo la misma estola que todos. Es mi primer día en Chachapoyas, mi nueva diócesis.
El pastor, sus sacerdotes, el pueblo fiel y la misma emoción al renovar interiormente los compromisos de mi ordenación mientras Baltasar y Cristóbal se postran, las letanías sobrevuelan la catedral y esas palabras que a la vez pesan e impulsan: "Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado".
Para mí fue hace 15 años, en Togo, pero en realidad ha sido hoy, en Perú. Son los escorzos divertidos del plan de Dios, que es siempre sorprendente y nuevo. Solo cabe dejarse llevar. La celebración se puebla de aplausos en varios momentos, y al terminar esas manos me estrechan las mías. Recibo una catarata de nombres que apenas puedo recordar: Ruli, Liborio, Carlos, Helder, Magno, David... Ya tengo experiencia de llegar nuevo a una diócesis, y "el comienzo no es fácil" - me recuerda Castinaldo, y me invita a Bagua, su parroquia.
La gente que llena la catedral está invitada a una fiestecita en el Seminario, "el Pre", que está apenas a dos cuadras. Los chavales con Humberto, su formador, han preparado un montón de sillas y el equipo de música. Inmediatamente las atronadoras animaciones llenan el patio donde se abarrotan fieles venidos de toda la diócesis. Varios seminaristas mayores, entre ellos mi amigo Erles, se convierten en auténticos showmen que ponen el pie al personal y me hacen bailar hasta a mí (los de Santa Ana que no pongan esa cara, ¿eh?). Se desata una fiesta sencilla y espontánea, muy agradable.
Llega el brindis. Nos reparten a todos (niños, jóvenes, matrimonios, abuelos...) la misma copina de vino dulce y una pastita; luego harán igual con el almuerzo: un plato de plástico con carne de res, yuca y por supuesto arroz. Me encanta que repartan a todos lo mismito, desde el obispo a los críos pequeños, y nos lo comemos con un tenedor de plástico. Las canciones están entreveradas por discursos de los nuevos diáconos, de los sacerdotes de sus parroquias, del rector, etc. Se ve a todo el mundo muy contento, acá se festeja bonito. El momento de las fotos marca el final de la velada.
Camino hasta el obispado y pienso en mi diócesis de origen, que hoy ha vivido un momento importante, el anuncio de nuestro nuevo arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz. Llego a casa de Katy y arden los whatsapps de mis compañeros. Es curioso: hoy de estreno doble. Hace fresco ahora ya cuando cae la tarde en Chachapoyas y me ronda este deseo de la Eucaristía: "Dios, que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término".
jueves, 2 de octubre de 2014
SALUDANDO A IÑAKI Y A JUANITO
En mi primer día suelto por Perú, no podía dejar de ir a ver a estos dos personajes, que estaban acá esperándome desde hace tiempo. Para manejarse uno por este caos que es Lima, se agarra una combi, una furgo tipo Vanette de 12 teóricas plazas, tapizada de palabras con los destinos por fuera y repellada de asientos por dentro. Me monto y comienza la aventura.
El tráfico es una selva movediza por la que se transita con la norma de "quítate, que voy yo", pero los chóferes no conocen el miedo y van que se las pelan, evitando milagrosamente mil choques cada minuto y guardando una distancia de 5 centímetros con el vehículo delantero. Me tapo los ojos y escucho los pitidos, los fenazos y la voz del muchacho que hace de revisor, que en cada paradero canta los itinerarios más rápido que el que vende camarones en la playa: "¡Sanfelipe-Salaverry-Brasil-Benavides-Sanfelipe-Salaverrysalaverryyy!". Madre mía.
Me bajo en la plaza del 2 de Mayo y comienzo a caminar por el casco histórico. Aquí perdura la costumbre de los barrios ocupados por gremios, y en Emancipación veo todas las tiendas de sillas de ruedas del mundo, más allá millones de imprentas todas en la misma calle, o en el jirón Puno incontables almacenes de menaje de cocina. A medida que me acerco al centro, la ciudad parece más elegante, pero la pobreza acecha por todos lados, no cabe duda. Solo hay que levantar la vista para que las paradojas de este país te sorprendan, niños limpiabotas que deberían estar en la escuela junto a tiendas pijas de ropa de marca.
Las hermanas me han explicado que la iglesia de los jesuitas está cerca de la Plaza de Armas, y aunque me avisaron, me quedo sin aliento ante los retablos barrocos, la profusión de imágenes y la riqueza ornamental. Qué bárbaro. En un costado, una enorme imagen de San Ignacio preside un impresionante retablo de madera. Aunque pasan bastantes personas, el templo es enorme y hay mucho silencio; me siento, miro al santo y pienso en lo que él tiene que ver en el camino que me ha traído acá. Los Ejercicios, el discernimiento, la libertad, el toma Señor, mis panes y mis peces.
Un rato más tarde, entro en la catedral. A la derecha, la tumba de Pizarro; y luego varias tallas de Martínez Montañés y un montón de obras de arte. Y la cripta de los arzobispos de Lima. Y exposiciones de arte sacro. Y... Un poco saturado, mi mente se va a las humildísimas capillas de los pueblos que conocí el verano pasado: Aumuch, junto a Leymebamba, con las garrapatas por la pared de adobe; El Dorado, Zubiate, Molinopampa cerca de Celendín... Cuánta distancia de un Perú a otro, de la urbe superpoblada que trata de aspirar a la modernidad, al mundo rural pequeño y hasta miserable.
Una iglesia y otra iglesia. Una, rica y poderosa; otra, precaria y siempre empezando. Una, atiborrada de arte e influencia; otra, un sombrajo casi marginal, como en Yerbabuena, donde les robaron la campana y estaban desolados los pobres. De la catedral fui al Señor de los Milagros, y de ahí a ver a Juan Bosco. Su estatua es de bronce y está a la entrada de una magnífica basílica en la plaza Bolognesi. Él representa mi historia y mi raíz. Pasión, capacidad de amar y soñar, trabajo. José Antonio Bejarano.
- "Bienvenido", me dijeron Ignacio y Juan nada más verme asomar. "No tengas miedo y confía, que acá estarás muy bien".
- Es que otras veces ya salió mal - respondí yo.
- "Ya, ya... Pero ahora es cosa de Él. Tranquilo" - dijo Juanito.
- "Déjate llevar" - añadió Iñaki.
Me han recibido con cariño. Pero Él ya estaba antes, esperándolos a ellos y a mí.