jueves, 17 de abril de 2014

VIA CRUCIS DE MI PUEBLO

Fue un momento muy especial. El silencio... el estupor ante Jesús clavado en la cruz... el anochecer... una luna tan hermosa... la oración... El silencio.



Ambientación
El camino de la cruz lo recorremos cada día en el pueblo. Es el camino de Jesús, que acontece todos los días, que se hace vida nuestra en cada rincón, en cada casa.
Jesús sigue muriendo hoy a nuestro lado y nos pide humildemente, como a la samaritana: “Dame de beber”.
En esta noche lo contemplamos por las calles de nuestro pueblo.
Y lo hacemos en silencio, con toda la fe y todo el amor.
 
1. Jesús en el huerto de Getsemaní
En nuestro pueblo sudamos sangre a diario. Nos cuesta sudores encajar los golpes de la vida, que son a veces irremediables. Vivimos haciéndonos planes, que a menudo se rompen en mil pedazos, y nos sentimos como barcas zarandeadas por la tempestad. Qué cáliz más amargo. ¡Cuánto cuesta aceptar que las cosas no son como nos gustarían! Lo saben bien los mayores, los viejos de Los Clementes, los nuevos de El Pomar.

2. Jesús, traicionado por Judas, es arrestado
Duele cuando descubrimos que hablan de nosotros, que nos ponen verdes a nuestras espaldas. Duele cuando alguien en quien confiabas te traiciona, miente y se te enfrenta. Nos ocurre a todos, a veces con quienes creíamos amigos, con quienes paseamos por el camino de San Gregorio o con quienes charlamos el día de la Pura. Pasa en nuestro pueblo, con nuestros vecinos. Amarga y deprime que te vendan. Aunque sea con un beso.

3. Jesús es condenado a muerte por el Sanedrín
“En el pueblo nos conocemos todos”, decimos. Y por eso nos creemos con derecho a juzgar a los demás… de los Avariegos a El Cabezo. Decidimos en nuestro interior quién es bueno y quién malo. Nos basamos en lo que vemos, pero también en la familia del otro, en sus ideas políticas, en viejas rencillas o en comportamientos que nos sorprenden porque son diferentes o nos molestan. Juzgamos y condenamos como nos da la gana.

4. Jesús es negado por Pedro
Dar la cara es difícil. Decir a veces la verdad, denunciar algo que ocurre cada día y es injusto, cuesta. Y más en nuestro propio pueblo. Vivimos rodeados de embustes, trampas y disimulos; vemos a diario a niños descuidados y ancianos abandonados; sabemos dónde se pasa la droga y quién defrauda y engaña. Pero nos escaqueamos. También cuando se ríen de los cristianos. Miramos para otro lado, como si anduviéramos por los escombros de la Concepción o los Puertos Marcos.

5. Jesús ante Pilatos
Pilatos teme una revuelta en Jerusalén, teme que sus jefes pierdan confianza en él, teme perder su puesto. Es la cobardía que nos aplasta, lo de “virgencita que me quede como estoy”. Que La Peña y El Palancar no se muevan de donde están. Que todo siga igual, aunque la gente esté muriendo de desigualdad, aunque el mundo se esté hundiendo, pero que a mí no me toquen mis garbanzos.

6. Jesús azotado y coronado de espinas
Este es el hombre. El padre torturado por el paro, la mujer a la que no salen las cuentas, el viejo que se siente arrumbado, el joven que no vislumbra futuro.
Este es el hombre. Estos somos nosotros, en nuestro pueblo, con los sufrimientos que cada día se nos clavan en las sienes; con la rutina, el aburrimiento, el sinsentido y la depresión.
Este es el hombre. Coronado de absurdo tantos días, arrastrando sus llagas por el Abanico, el Pontón o la calle el Cuerno.

7. Jesús carga con la cruz hacia el Calvario
Pesan las piernas calle Constitución arriba. Pesan los años, pero también los odios mantenidos, que se vuelven letales para el corazón.
Pesa la vida, tan trabajosa y tan difícil, tan cuesta arriba. Cuánto queda hasta los Valladares.
Pesa el madero de la enfermedad, de la soledad, del daño que nos hacemos y que Jesús soporta sobre sus hombros deshechos.
Pesa saber que al final del sendero aguarda más dolor.
Pesa caminar solo.

8. Jesús cae llevando la cruz
Nos faltan las fuerzas y, peor aún, nos falta el ánimo. Son muchas las tareas, son excesivos los problemas, el mundo está demasiado mal, “en el pueblo somos mu malos”, decimos.
Le pesan al Señor nuestras vidas. Le pesan tantos millones de seres humanos desvalidos, hambrientos, expoliados, abandonados a su suerte y a nuestro sistema de explotación. Le pesan nuestro pesimismo, nuestro derrotismo, nuestra falta de voluntad para atrevernos a hacer algo.
Caemos y nos damos de bruces con la dureza de la realidad. Tropezamos y nos derrumbamos, y las calles del pueblo son testigos de nuestros fracasos: Coronel Jiménez, Díaz y Ponce, Antonio Machado, Virgen de los Dolores…

9. Jesús se encuentra con su madre
Muy temprano cada día, las madres echan a rodar la vida en nuestro pueblo. Espabilan a los niños, los llevan al cole, arreglan la casa, preparan la comida, trabajan también fuera de casa, son las educadoras y cuidadoras de los pequeños y de los mayores…
Gracias a las madres el mundo gira. Siempre están ahí, fieles, pase lo que pase, aun en los momentos más difíciles.
Como María siguiendo a su hijo por la calle de la amargura. O por El Avellano o la calle Luis Chamizo. Como María al pie de la cruz.
Es María de los Dolores, nuestra madre.

10. El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz
Hay muchos cirineos en nuestro pueblo. Personas sencillas, vecinos nuestros, que son capaces de ayudar a los demás. En Ruiseñores, Doctor Alcaraz o Las Casitas.
Gente modesta que trabaja por la justicia, sin hacer ruido ni darse importancia.
Cirineos que están ahí en los momentos más duros para poner una pizca de amor, para regalar un momento de solidaridad.
Sin heroísmos; sabiendo escuchar, recogiendo las lágrimas y dando sencillamente un poco de vida.

11. Jesús es despojado de sus vestidos
Leo en el periódico que un inmigrante saltó la valla de la frontera, los guardias lo persiguieron y se subió a un árbol; y estaba desnudo, mientras los policías lo esperaban abajo. Sin ropa, para que así los guardias no tuvieran dónde agarrarlo y poder escapar con más facilidad.
Paso la página y me entero de lo que podrían costar los atuendos normales que lleva un cardenal, de esos que eligen al Papa: pectoral, anillo, sotana de hilo… alrededor de seis mil euros.
Y me da vergüenza ver a Jesús despojado, que está en aquellos que no tienen con qué cubrir sus cuerpos, a merced del frío, del abandono, de la injusticia. Y recuerdo nuestra ropa sobrante, la que damos a los que vienen a recogerla porque no sabemos qué hacer con ella… y me da más apuro por Jesús moribundo y ultrajado.

12. Jesús es crucificado
Cada día, si prestamos atención, pueden oírse en nuestro pueblo los golpes de los clavos que crucifican a Jesús. En la avenida de Extremadura, en el Pocito, en la Plaza, en Las Cruces…
Golpes certeros y crueles. Golpes de desamor, de ambición.
Golpes de discriminación, de insolidaridad.
Martillazos en los corazones, con saña, con maldad.
El pueblo cada día se desangra de pecado.
Sin compasión, sin reconocer en el otro al Señor, al que lava los pies, al que multiplica el pan y sana las heridas.

13. Jesús muere
Por la calle La Parra, el Mirador o por Los Salgueros, la muerte ha golpeado de forma repentina e implacable, dejándonos postrados y sin voz, sin palabras.
El cáncer, el mal repentino, el accidente, nos tiene devastado el corazón por el dolor de la pérdida, perdido de oscuridad.
No comprendemos, gritamos y se nos acaban las lágrimas…
“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Pero Dios no puede hacer nada, solo sujetar los brazos de su hijo clavados en el madero.
Dios llora con nosotros.
Por nuestro mal, por nuestra muerte, Dios llora.

14. El cuerpo de Jesús es colocado en el sepulcro
La muerte nos ciega, nos hace perder la esperanza. Pero es al mismo tiempo la avenida de la Libertad. Porque a su lado sale lo mejor de nosotros, nuestra solidaridad, nuestra capacidad de dar cariño, de comprender, de escuchar, de acompañar.
Por eso la vida no es un via crucis que termina en el sepulcro. Hay más camino, más oportunidad de seguir viendo a Jesús en los hermanos, por las calles del pueblo, en los que sufren, en los que nos necesitan... Sólo creeremos de verdad en la resurrección si la construimos, si nos empeñamos en hacer posible la vida de todos.
“Yo doy mi vida; haced esto, haced lo mismo que yo, en memoria mía”. Hay razón para la esperanza. Hacen falta brazos.

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