Me acuerdo que, hace varios años, en uno de los pueblos en que he estado, conversaba con una señora acerca del dilema de ir al Mercadona o hacer la compra en los comercios del pueblo. En un momento determinado le digo:
- Usted lo tiene fácil, porque tiene una tienda a 20 metros de su casa.
- Ah, no - me contesta rápidamente -. Yo no compro ahí.
Entonces empezó a explicarme el porqué de ese boicot, que se remontaba a la noche de los tiempos (como en "Astérix en Córcega"); por lo visto había pasado algo con su hijo y con el tendero, que le había dicho nosequé, la mujer fue a aclararlo, hubo una discusión, se medio arregló... y el resultado desde hace años es que "yo saludo, digo buenos días, si les hace falta ayuda y yo puedo pues aquí estoy, no le deseo mal a nadie, pero... yo no compro ahí".
Jajaja. Me recuerda a San Ignacio, que en las Reglas para sentir en la Iglesia habla de la actitud de "alabar" (por ejemplo, en la regla 6ª, alabar "estaciones,
peregrinaciones, indulgencias, perdonanzas, cruzadas y candelas encendidas en
las iglesias" [358]). Alabar es apreciar desde el respeto, no desde la adhesión. Es estimar algo como válido aunque no lo incorpore a mi vida, porque veo que no es para mí; pero no por eso lo descalifico, ridiculizo o condeno.
Así exactamente me sitúo yo hacia personas, grupos, estilos, convocatorias, encuentros en la diócesis, opciones pastorales, talantes, acciones, iniciativas... Deseo éxito en las ventas, que les vaya bonito y todo les salga como desean... pero "yo no compro ahí". Podrían colgar una foto mía en ciertos despachos, porque no me verán luchando en sus cruzadas o encendiendo sus candelas, fomentando o participando en lo que no me va... Y eso con deferencia, "alabando", sin rechazar ni sabotear nada. Con claridad y lealtad.
Pero yo no compro ahí.
Vaya ... es una actitud repetida. Está bien. Yo la sigo.
ResponderEliminarPues va a ser que yo tampoco compro en muchos sitios y no me había parado a pensarlo...
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