El ajetreo del principio de curso, el vértigo de la jornada, las prisas desatadas, el ritmo frenético que nos arrastra, incluso en los pueblos pequeños... hay momentos en que me alteran levemente, y noto como una violencia en mi velocidad vital. Alguien me dijo el otro día: "A lo mejor es que se te ha pegado lo de ahorita mismo", jejeje.
Puede ser. Voy como más lento, no sé, menos atropellao. Sé que es producto del mero descanso y cambio de chip. Cuando te alejas tanto tanto de los escenarios de la cotidianidad, la mente reposa y parece que el pulso se ralentiza. Es lo que tienen las vacaciones, al regreso estás como empanao.
Pero no es solo eso. Creo que probar vivir más despacio engancha. Reducir con modestia la lista de tareas para hacer en una mañana (hay días en que parece que intento batir el récord del mundo), ir caminando a los sitios más tranquilo, conversar entreteniéndome algo más de tiempo con las personas, no exigir que la realidad se comporte como una máquina de precisión en la que llenar los cuartos de hora...
En Perú todo está menos medido, el tiempo tiene otro carácter, escapa más a tu control, cada momento posee más densidad en sí mismo, y siempre pueden aparecer imprevistos que dan al traste con los planes. El tiempo es más espontáneo y sorprendente. Se detiene de vez en cuando y te deja disfrutar. Más oportunidad que calendario. Y está siempre cargado de rostros y de color.
Estábamos en Nuevo Vista Alegre y tenía que bendecir un cementerio antes de salir por la mañana a El Dorado, donde tenía una reunión con los niños a las 9:30. El camino es de hora y media a pie, así que, poniendo el despertador a las 6, daba tiempo a todo... en teoría. Pero luego: levantarse, el aseo "amazónico", el plato de arroz del desayuno... y la llegada de la gente para ir al cementerio, que nos caía de paso: llega uno, se sienta, charlamos, ahora viene otro, la conversación se enreda, y bla bla bla... Y luego el paseo hasta que llegamos al sitio, la bendición, hubo que firmar todo el mundo... Total, que a las 9:30 empezamos a andar hacia el otro lado. Y yo le dije a mi compañero el seminarista: "Erles, colega, cuando estamos de misión en los caseríos no se puede poner una reunión por la mañana en un sitio diferente al que amaneces... porque no sabes cuándo vas a llegar. Mejor por la tarde... y ya llegarás".
O sea, deja para mañana lo que dándote mucha prisa puedes hacer hoy y haz hoy lo que puedas pero más despasito. A ver lo que me dura.
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