sábado, 29 de junio de 2013
PLANTAR UN ÁRBOL, TENER UN HIJO Y...
La última vez que planté un árbol fue en Níger. No me quiero ni acordar de aquella mañana bajo el sol abrasador del Sahel a más de 45º... Plantamos unos cuantos mangos y sudamos a chorros.
Hijos no se me conocen. Aunque un montón de gente me llama "pater" o directamente "padre", y yo siempre contesto "hijo" o "hija", como echando un pulso a ver quién persevera más en guasearse del otro. No se si esto convalida lo de tener un hijo; ¿los sobrinos computan? Quizá se lo pregunte a los de la academia sufí. Pero vamos, que el Papa ha zanjado este debate animando a los sacerdotes a "ser auténticos padres".
Faltaba escribir un libro. ¡Pues ya está hecho también! Bueno, en realidad habría que decir finamente "compilar lo ya escrito". En cristiano: he reunido 40 entradas de este blog, las he agrupado por capítulos, me han ayudado dándome imágenes preciosas, Javi Guil ha creado un diseño genial, le he puesto unas cortinillas y palante, el refrán completo.
Me lo propuso Casimiro, el responsable de la web de nuestra diócesis, que cada año edita una publicación interna de algún osado como yo. Antes han escrito Luis Romero o José Ángel Losada. Compañeros ilustres (no soy digno...) y libros sencillos, de andar por casa, nada importante, para regalarlos a los curas y a los amigos, a mi madre y a mi vecina Josefita.
Porque los protagonistas de este libro, como de este blog, son las personas con las que comparto la vida cada día, la gente de mis pueblos, que me van modelando sin que se den cuenta y que me hacen ser lo que soy. ¡Gracias!
Lo he hecho con mucho cariño. Y quienes lo han visto dicen que les gusta. Así que ahí va:
martes, 25 de junio de 2013
RATON PERE MEE TRAGADO EL DIENTE
No se dio cuenta mi sobrina Pilar, le ocurrió comiéndose una bolsa de patatas, hombre. Pero no pasó nada, porque el ratón Pérez leyó el mensaje y le dejó una moneda y una pulsera muy chula debajo de la almohada. Y con ella puesta iba la Princesa muy guapa al bautizo de su primo Manuel, que es el amor de su vida... y de la de todos nosotros.
Al principio estaba un poco escamao al ver aquello: esa cosa tan grande de piedra, tanta gente junta en ese sitio tan chico, su tito vestido tan raro... Pero cuando su madre lo coge se le pasan todos los males y le sale esa simpatía que te conquista. Todos sus primos lo miraban, muy atentos. Los he bautizado a todos menos a Luis (lástima aquella época de "excedencia"), y por eso para mí era un momento muy especial. Como cerrar una época preciosa de mi vida, la década del nacimiento de mis niños.
Los que son titos saben lo que se siente, debe de ser lo más parecido a ser padre. Recuerdo una mañana en Cádiz, con Luis muy chico, andando por el paseo marítimo muy temprano mientras iba a misa a casa de unas religiosas; el cielo se abalanzaba grisáceo, y las olas castigaban como agrediendo las rocas junto a la Caleta. De pronto, desasosegado, pensé en mi sobrino, lejos, en su cuna, y sentí que si algo le ocurriese, yo no podría soportarlo. "Te quiero tanto que duele", le dice el doctor Hunt a Cristina en Anatomía... pues eso es lo que me colma el corazón por mis sobrinos.
Igual que su hermano, Carlete nació en plena etapa de búsqueda y cambios. Manuel y Guille vinieron en mis años de Valencia. Pilar, cuando yo estaba en Zafra y Nano justo antes de ir al Níger; recuerdo cómo le eché de menos. Y por fin, Manuel chico nació hace dos años, y lo fui a ver desde mis Valles, en un momento magnífico. Cada nacimiento guarda un significado, está unido a los años más hermosos de mi vida, y todos mis sobris son mis favoritos.
Así que el domingo me embroqué la estola salvadoreña que me trajo mi hermana. No fue fácil el óleo de los catecúmenos en el pecho (parecían las operaciones de vacunación de los guarros), pero luego a Manuel le gustó el remojón, y sale en todas las fotos sonriente como es él. Para la segunda unción le dijimos que había en el agua una ranina, y cuando se asomó desde los brazos de mamá... ¡pum!, el Santo Crisma, ahí, sin enterarnos, como cuando éramos niños y Claudio nos ponía las inyecciones en el culete mientras nos entretenía; notábamos el líquido y ya era tarde.
Y luego: jamón mismo, bacalao, presa ibérica y guerra de pistolas de agua. En ella yo el peor, empapao. Sobre todo de felicidad.
martes, 18 de junio de 2013
25 AÑOS DESPUÉS
Nos saludamos en la entrada de nuestro colegio. Aunque estábamos en bastante buena forma, a alguno tuve que preguntarle "¿y tú quién eres?" porque, quieras que no, en un cuarto de siglo sin vernos la memoria se vuelve perezosa. Abrazos, sonrisas, paseo por el cole, incluso entramos en la clase de 3º de BUP y... ¡Amores se cargó la persiana! Hay cosas que no cambian.
Fue una tarde-noche-madrugada inolvidable, de las que guardamos en la despensa de nuestros tesoros y nos sazonan el corazón durante tiempo. Me sentí como siempre, traigo en el paladar el regusto de lo familiar, de estar con "los míos". Con alguno vi que he perdido terreno y me tengo que poner al día, por otros quizá debí interesarme más en algún momento... la vida es como una marea que, multiplicada por 25, arrasa y solo deja lo que tienes entre manos y te ocupa los días. Pero en general todo se recobra en pocos minutos, nos miramos y descubrimos en ese timbre de voz y en esos ojos al niño de anteayer y al joven de ayer. Es mágico.
Corbacho con sus parodias del Gordo diciendo "uyuyuyuy, uno que quiera", Loren leyendo la monición de entrada, Lancharro con ese trato limpio de hombre de campo (¡un beso a su hija Sara!), Yiyo con el mismo entrañable frenillo, Santi Cordero que llegaba tarde por su música, Miguel Macías igual de alto, Paqui Corbacho más guapa con los años, Francis, Luisete, José Ignacio, Luisma... y desde luego Eloy: ¡gracias por venir, cowboy! El rato en que, ya después de la cena, Campos se hizo dueño de las carcajadas del corro fue genial. De pronto, a través de tanto chiste y barbaridad, fue como si el tiempo no hubiera transcurrido. Me sentí aquel chaval, el de los comics, el baloncesto y las convivencias de Cristo Vive, aquel muchacho con sus amigos de siempre. Y qué orgulloso y feliz.
Fue inevitable recordar a los que nos han dejado. Compañeros, ¡hay que aprovechar la vida! Gracias por el día compartido. Para que nos quede este recuerdo, os pongo el final de la homilía. Nos vemos pronto, ojalá que el año que viene.
… y han pasado 25 años. A estas alturas de la
película ya nos hemos dado cuenta todos que la vida no es exactamente como nos
la imaginábamos. Ya hemos vivido suficiente como para acumular éxitos,
decepciones, alegrías enormes, trabajo, expectativas, tropiezos, rutina,
dureza, cambios, el matrimonio, los hijos, las responsabilidades mayores… Hemos
perdido pelo, nos va saliendo barriga, notamos el paso del tiempo en nuestro
cuerpo; incluso hemos perdido ya a algunos de nuestros compañeros y seres
queridos. No. La vida no es como soñábamos cuando estábamos por aquí. Es más
difícil, sorprendente y apasionante, llena de momentos hermosísimos y al mismo
tiempo sembrada de lágrimas y de fracasos. Hoy es día para compartirlos; nadie
se puede tirar un “pegote”.
A través de todo eso tan real, me gusta pensar que se revela Dios. Nos va sosteniendo y ayudando desde dentro, “sin que sepamos cómo” (Mc 4, 26-29), nos envía la lluvia tardía, a menudo durante la “noche”, en multitud de experiencias en las que aparentemente no hay avance, no sacamos nada, nos fatigamos y hasta quemamos, o no encontramos sentido… Pero siempre llega el momento de la siega, y hoy es un buen día para, además de mostrarnos cicatrices, contemplar los frutos. ¡Cuánto hemos vivido en estos 25 años!
En mi colegio, me he sentido siempre muy querido. Las personas que somos, se lo debemos en buena medida a cómo nos trataron en esta casa, que es la casa de Don Bosco. Y también a lo que significamos unos para otros. Aunque no nos veamos mucho, aunque estemos lejos, representamos la raíz, el ADN, los valores, el estilo, el tipo de gente que intentamos ser. Formamos parte unos de otros, y siempre será así. Pues que nos ayudemos mutuamente a vivir, aunque sea en la distancia o el silencio, a la manera de Dios.
sábado, 15 de junio de 2013
SIN TECHO
No, no es un barco, aunque da esa pinta... Es mi parroquia sin tejado, con los muros de carga a la vista, sin palos ni tablas, las tejas buenas apiladas sobre las bóvedas y el travesaño mayor al aire, como si fuera una pasarela de circo esperando a los acróbatas.
Ay, madre. Qué miedo, cómo tronaban los golpes de los maderos al caer a la cuba en pedazos, cortados por la motosierra. Qué montón de ripios hay por todos lados, qué obra más enorme. Como caiga una tromba de agua verás, estamos preparaos, se moja todo y creo que me echan del pueblo...
Para que luego digan que la iglesia tiene que estar más "a la intemperie", jejeje. Mi calva está desde luego cada vez más pelá y descubierta...
Lo más preocupante es que la única vez que cambié un tejado (bueno, yo no, los albañiles), nada más abrirlo me trasladaron. Esperemos que no sea eso un mecanismo universal. Mejor voy a poner las barbas a remojar, por si acaso.
Mejor voy a quitar este último párrafo, para no dar ideas.
Ay, madre. Qué miedo, cómo tronaban los golpes de los maderos al caer a la cuba en pedazos, cortados por la motosierra. Qué montón de ripios hay por todos lados, qué obra más enorme. Como caiga una tromba de agua verás, estamos preparaos, se moja todo y creo que me echan del pueblo...
Para que luego digan que la iglesia tiene que estar más "a la intemperie", jejeje. Mi calva está desde luego cada vez más pelá y descubierta...
Lo más preocupante es que la única vez que cambié un tejado (bueno, yo no, los albañiles), nada más abrirlo me trasladaron. Esperemos que no sea eso un mecanismo universal. Mejor voy a poner las barbas a remojar, por si acaso.
Mejor voy a quitar este último párrafo, para no dar ideas.
martes, 11 de junio de 2013
EL PESO DEL PASTOR
Los brazos estuvieron doliéndome varios días después del Corpus. Digo yo que sería por llevar al Señor por la calle en dos procesiones, y es que oyes, las custodias pesan... Como las personas, sobre todo las inertes, las que están paralizadas por la desgracia o sepultadas de dolor.
Caminaba y me acordaba del buen pastor, o del samaritano que carga con la oveja herida. Había mucho ruido, pero cuando nos deteníamos y yo me arrodillaba ante el Señor en cada altar, se oía un "chhhhhhhhhhhsss" y se hacía silencio. Fueron momentos bonitos, íntimos; me sentía el sacerdote en-cargado de orar por mi pueblo, de presentarle a Dios-pan nuestras hambres, de mostrarle humildemente los borbotones de desamor, los destrozos de la injusticia, las marcas por daño que nos hacemos. "Al menos, que alguno rece" - pensaba, que alguien, en este mundo desquiciado, le devuelva a Dios una mota de atención, un pétalo de ternura, un retazo de silencio.
Pesa la custodia. Pesa mi pueblo. Le doy vueltas desde que leí la homilía del Papa en la Misa Crismal: "La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel (...)".
Vaya si pesa. Pesa el mal al que me he de acercar cada día en forma de enfermedad, de vejez, de problemas tremendos en las familias, de parejas con el amor disipado, hijos que toman malos caminos, dificultades económicas insoportables, pérdidas de sentido y de alegría, violencia, traiciones, mentiras. No lo puedo solucionar, pero sí cargarlo un trecho. Pesa mi iglesia, tan distraída a veces en lo superficial, en el adorno o la notoriedad. Pesa y duele que ignoren y se mofen de lo cristiano, o que te desprecien por ser lo que eres sin conocerte. Pesa como una losa cuánto de inhumanidad hay en nosotros.
Pero soy el pastor. Y a todos tengo que aceptar y querer. Y a todos estoy dispuesto a servir, a todos por igual, sin hacer acepción de personas, como el Señor, que es alimento para cualquiera que necesite y desee. Todos. Hasta los que vuelven la cara. Eso pesa. Y da agujetas en el corazón.
Caminaba y me acordaba del buen pastor, o del samaritano que carga con la oveja herida. Había mucho ruido, pero cuando nos deteníamos y yo me arrodillaba ante el Señor en cada altar, se oía un "chhhhhhhhhhhsss" y se hacía silencio. Fueron momentos bonitos, íntimos; me sentía el sacerdote en-cargado de orar por mi pueblo, de presentarle a Dios-pan nuestras hambres, de mostrarle humildemente los borbotones de desamor, los destrozos de la injusticia, las marcas por daño que nos hacemos. "Al menos, que alguno rece" - pensaba, que alguien, en este mundo desquiciado, le devuelva a Dios una mota de atención, un pétalo de ternura, un retazo de silencio.
Pesa la custodia. Pesa mi pueblo. Le doy vueltas desde que leí la homilía del Papa en la Misa Crismal: "La vestimenta sagrada del sumo sacerdote es rica en simbolismos; uno de ellos, es el de los nombres de los hijos de Israel grabados sobre las piedras de ónix que adornaban las hombreras del efod, del que proviene nuestra casulla actual, seis sobre la piedra del hombro derecho y seis sobre la del hombro izquierdo (cf. Ex 28,6-14). También en el pectoral estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel (cf. Ex 28,21). Esto significa que el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón. Al revestirnos con nuestra humilde casulla, puede hacernos bien sentir sobre los hombros y en el corazón el peso y el rostro de nuestro pueblo fiel (...)".
Vaya si pesa. Pesa el mal al que me he de acercar cada día en forma de enfermedad, de vejez, de problemas tremendos en las familias, de parejas con el amor disipado, hijos que toman malos caminos, dificultades económicas insoportables, pérdidas de sentido y de alegría, violencia, traiciones, mentiras. No lo puedo solucionar, pero sí cargarlo un trecho. Pesa mi iglesia, tan distraída a veces en lo superficial, en el adorno o la notoriedad. Pesa y duele que ignoren y se mofen de lo cristiano, o que te desprecien por ser lo que eres sin conocerte. Pesa como una losa cuánto de inhumanidad hay en nosotros.
Pero soy el pastor. Y a todos tengo que aceptar y querer. Y a todos estoy dispuesto a servir, a todos por igual, sin hacer acepción de personas, como el Señor, que es alimento para cualquiera que necesite y desee. Todos. Hasta los que vuelven la cara. Eso pesa. Y da agujetas en el corazón.
sábado, 8 de junio de 2013
HABANOS, FIELES Y GALLINAS
Parece que llega uno de otro planeta. Una semana de inmersión en los Ejercicios ignacianos a tope, ahí, con intensidad, "con grande ánimo y liberalidad" [5], y al volver a casa, el aterrizaje toma el cariz de maniobra patosa y filigrana mental. Cuánto quiero a mi pueblo y a mi gente, me emociono al verlo desde lo alto por la ventanilla del coche, pero chacho, cómo me cuesta resituarme.
Creo que es porque son días de un estudio hecho ya carne y tejido nuestro. Los que compartimos este curso (lo mejor que se puede hacer en España en plan de formación para dar Ejercicios) hemos vivido la experiencia de los Ejercicios: hemos disfrutado, sufrido, reído, nos hemos partido el coco, hemos dudado y sospechado, nos ha desarmado la realidad, nos ha arrebatado el amor, hemos sentido depresión, euforia, dolor, vergüenza, indignación, ternura y, por supuesto, hemos llorado; y nos ha cabreado que ante ciertas cosas nuestras ya no nos podemos engañar, aunque nos gustaría seguir haciéndolo.
Los Ejercicios son la misma vida transfigurada a método de conquista de la libertad. Cuando los haces de verdad y Dios pasa por ti, nada puede volver a ser lo mismo. Los compañeros de Salamanca lo sabemos, y nos reconocemos en esa especie de complicidad en la aventura. Seguramente por eso nos hemos cogido tanto cariño y lo pasamos tan bien juntos. En clase, en los grupos, en la comida, en los momentos libres las carcajadas van claramente en contra de la adición 8ª: "no reír, ni decir cosa motiva a risa" [80]. Jejeje, San Ignacio no sabía con quiénes se tendría que jugar los cuartos.
Lo más gracioso es cuando usamos las expresiones ignacianas para bromear y meternos unos con otros. Claro, son palabras que solo funcionan entre nosotros, pero es desternillante: "estoy como entre brutos animales" [47]; "qué frío hace, más vale que cojamos unas buenas túnicas pellíceas [51]""¿y a qué vas a ir para allá?" - "Pues voy a ir a ver las personas, oír lo que hablan y mirar lo que hacen, y luego reflectir"; "¿cómo estás? - Pues voy de bien en mejor [315] en cambio Rosa va de pecado mortal en pecado mortal [314]". Jajajaja.
La noche en que salimos y de la que deja constancia gráfica esta foto, Nieves (la de la toca, detrás de Arancha, a la derecha) para a una señora y le pregunta: "por favor, buscamos una cervecería donde ponen un cubo de cervezas, ¿sabe usted dónde está?". La mujer lo flipaba. Los Ejercicios, a pesar de su complejidad, que es la ambigüedad del ser humano mismo, traslucen siempre un punto de humor. Incluso en la Primera Semana, que ha sido el tema de esta sesión, en la que se trata de sentirse pecador salvado por Dios bueno y misericordioso. Porque, como dice la abuela de Pablo Guerrero, "Puros puros, los habanos; fieles fieles, los difuntos; pías pías, las gallinas".
martes, 4 de junio de 2013
TENEMOS QUE CREAR Y ORGANIZAR MUCHAS COSAS
En ese gran invento que es el Facebook nos llegan a diario
mensajes de todo tipo: de tono político, social, religioso, ingenioso….A veces
basta con darle al “me gusta”. Pero hay ocasiones, cuando habla un corazón y
escucha otro, que lo que nos viene en el mensaje es toda una invitación y un
programa vital. Éste es el caso de la frase que da título al poema del mes de
junio.
TENEMOS QUE CREAR
Y ORGANIZAR
MUCHAS COSAS
Primero,
llenaremos pacientemente estos huecos hondos
que dejan en nuestros corazones
las dulces palabras que no podemos escuchar.
Después,
desplegaremos con paciencia las alas adormecidas
que una mañana luminosa
descubrimos en nuestras espaldas.
Posteriormente
ensayaremos sin prisas varios sutiles y ágiles movimientos:
hacia arriba significará “volemos juntos”;
hacia abajo dará a entender “no puedo seguirte”;
si las agitamos rápidamente, será para llegar pronto
donde debemos pararnos a hablar;
si las agitamos despacio, podríamos hablar en ese mismo instante,
sólo con la fuerza de nuestros ojos.
Un poco más tarde
abriremos con lentitud ante nosotros
el mapa de nuestros sueños,
para compartir los caminos y las estrellas
que nos sea posible.
Inventaremos un palacio habitable y sencillo,
edificaremos un mundo sin trincheras
y decretaremos que ha de ser feliz toda persona.
Si es posible,
a continuación,
escribiremos versos en murales gigantes,
que colocaremos frente a los sillones de los intolerantes; bombardearemos con cuentos y amapolas
los rincones oscuros de las almas,
sean o no de animales bípedos racionales.
Sembraremos girasoles,
para adivinar dónde debemos escondernos
cuando salgan las brujas a su nocturna ronda.
Y jugaremos, finalmente,
con todas las ganas
con una princesa que no sea lánguida y bobalicona estereotipada
y con una legión de sonrisas
alineadas para saludar
con cantos nuestro paso.
Después, comenzará el día segundo...
Texto y Poesía de Eugenio Campanario Larguero
Fotografía de Lolo Matos. Título: "Volemos juntos"
TENEMOS QUE CREAR
Y ORGANIZAR
MUCHAS COSAS
Primero,
llenaremos pacientemente estos huecos hondos
que dejan en nuestros corazones
las dulces palabras que no podemos escuchar.
Después,
desplegaremos con paciencia las alas adormecidas
que una mañana luminosa
descubrimos en nuestras espaldas.
Posteriormente
ensayaremos sin prisas varios sutiles y ágiles movimientos:
hacia arriba significará “volemos juntos”;
hacia abajo dará a entender “no puedo seguirte”;
si las agitamos rápidamente, será para llegar pronto
donde debemos pararnos a hablar;
si las agitamos despacio, podríamos hablar en ese mismo instante,
sólo con la fuerza de nuestros ojos.
Un poco más tarde
abriremos con lentitud ante nosotros
el mapa de nuestros sueños,
para compartir los caminos y las estrellas
que nos sea posible.
Inventaremos un palacio habitable y sencillo,
edificaremos un mundo sin trincheras
y decretaremos que ha de ser feliz toda persona.
Si es posible,
a continuación,
escribiremos versos en murales gigantes,
que colocaremos frente a los sillones de los intolerantes; bombardearemos con cuentos y amapolas
los rincones oscuros de las almas,
sean o no de animales bípedos racionales.
Sembraremos girasoles,
para adivinar dónde debemos escondernos
cuando salgan las brujas a su nocturna ronda.
Y jugaremos, finalmente,
con todas las ganas
con una princesa que no sea lánguida y bobalicona estereotipada
y con una legión de sonrisas
alineadas para saludar
con cantos nuestro paso.
Después, comenzará el día segundo...