¿Os acordáis de aquellas "filminas"? Desde Francia, el compañero Luis Íñiguez ha leído mi blog de Religión Digital y me ha enviado un correo electrónico contando esta experiencia hermosa y sencilla que transcribo casi literalmente:
Me llamo Luis Íñiguez y soy cura de la diócesis de Vitoria y desde el año 83, en la diócesis de Montpellier (Francia) como capellán de emigrantes y temporeros. Eso me llevó a conocer a un grupo de temporeros de Valle de Matamoros que venían a trabajar a una finca llamada Campuget, cerca de un pueblo llamado Manduel, en la zona de Nîmes. Venían para una temporada de trabajo en la manzana, de mayo a octubre.
Lo cierto es que la vida de los temporeros era dura. Viviendo a unos cinco Kms del pueblo más cercano, sin medios de desplazamiento, permanecían allí encerrados en la finca. Después del trabajo de 8 a 10 horas al día según las temporadas y urgencias (les pagaban 27 francos a la hora ), cultivaban un pequeño huerto que les daba ensaladas, legumbres etc. Uno de ellos hacía de cocinero y trabajaba en el campo solo por la tarde.
El domingo era su única salida: por la mañana o justo después de comer hacían a pie los cinco Kms a la cabina telefónica más próxima para hablar con la familia. Yo los visitaba una o dos veces al mes, los domingos por la tarde. Les llevaba periódicos y se mantenía una comunicación, informaciones laborales, etc. Incluso visitas al hospital a uno que se puso enfermo. El año 86 durante las visitas hice diapositivas de la vivienda, el campo, las condiciones de vida, el grupo (eran unos 12).
Ese mismo verano me presenté en el Valle de Matamoros por la fiesta del 15 de agosto. Me hospedé en la casa de las hermanitas del campo, «petites sœurs de campagne», que estaban allí en aquella época. El día de la Virgen había música y baile en la plaza, pero las mujeres de los temporeros escuchaban la música delante del portal de sus casas, estando sus maridos ausentes no tenían derecho a participar de la fiesta.
Reunimos a todas las familias y proyectamos las diapositivas. El párroco era joven. La gente reconoció a los suyos y donde vivían después acompañado de la hermana fuimos visitando a las familias de los temporeros y saqué diapositivas de las familias. Los dos días que pasé en Valle de Matamoros que coincidió además con el entierro de alguien de la familia de un temporero, me ayudaron a descubrir una gente austera, acogedora y agradecida.
Cuando volví, a primeros de septiembre, les proyecté las diapositivas de las familias y la procesión del 15 de agosto. Uno de los más jóvenes, casado hacia poco tiempo, pudo ver a su hija de seis meses, que tenía dos cuando marchó. Ni que decir tiene que las lágrimas fueron compañeras fieles en aquella reunión.
Volvieron durante un par de temporadas y luego se acabó: un problema de contrato en un mal año agrícola los desanimó.
Simplemente te mando estas líneas para que, si tienes ocasión, comentes esto con la gente del pueblo (seguramente algunos se acordarán de aquellos años) y les trasmitas un saludo de mi parte: del cura español que venía de Montpellier a visitarles y pasar un buen rato con ellos. Y aprovecho para darte muchos ánimos en tu misión en medio del pueblo.
Luis Íñiguez
¡Gracias Luis! No tengas duda de que en la parroquia comentaremos y recordaremos esta experiencia. Y luego te cuento. ¡Un abrazo!
Muy buena historia y muy realista, hay que compartirla con los jóvenes para que conozcan el pasado y sepan valorar el presente que viven.
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