No es infrecuente que una persona mayor, alguien sin familia o separado de ella, que viva solo, cuando entra en la ancianidad y empieza a entrever la cercanía de la muerte, busque la ayuda de alguna vecina o amiga, u otra persona de su entorno a quien "dejar la casa" a cambio de cuidados y asistencia. Es un resorte estudiado incluso en Antropología Económica.
La última vez ha sido hace un par de semanas. Un hombre al que yo solía visitar bastante; entraba en su casa por el corral y me lo encontraba sentado en su terraza, junto a una gran higuera, algunas gallinas y lo que había sido un huerto últimamente ausente de patatas o cebollas. Jorge (aunque no era capaz de pronunciar bien su nombre y decía "Oje") había conocido a Don Rafael Sánchez García, "Don Rafaelito" en Badajoz, y le encantaba contar y oír historias de él y de aquella época, como a todos los mayores.
Oje requirió los servicios de "La Mariposa", como él la llamaba siempre. Ella se ha ocupado de sus recetas, de su comida, su aseo y la limpieza de la casa y lo ha atendido magníficamente. La última vez que fui a verlo lo encontré muy desmejorado: le dolía la espalda, "estas piernas ya no...", la respiración pesada... y mientras me hablaba de sus males miraba hacia la entrada comentando que "pronto llegará". Lo enterramos pocos días más tarde, pero no se refería a la muerte.
Esperaba a "La Mariposa". Cuanto más intuía el final, más necesitaba su compañía constante; "¿pero cómo va a estar esta mujer las 24 horas del día contigo? Tiene que atender a lo suyo", le decía yo. Eso es lo que he aprendido con este trozo de vida: ellos necesitan cariño. Dicen que quieren cuidados: que los levanten, les pongan el plato en la mesa, llamen al médico... cosas "prácticas", "instrumentales". Pero qué va: lo que quieren es amor, el tacto de unas manos, la calidez de un abrazo, la seguridad de la voz amada.
Eso que nos forma cuando somos bebés, esa compañia que nos edifica por dentro, lo más radical, lo central de nuestra vida: el amor. De él venimos y lo buscamos cuando los años nos acechan, es lo único que importa y no se puede comprar, sólo dar y recibir. "Busca alguien que te cuide", le digo a veces a mi vecina; pero no, en realidad debería decirle: "Busca alguien que te quiera". Para que nuestro retorno a la niñez nos coja el corazón equipado y las manos gozosamente vacías.
Me parece muy bien lo que ha hecho este hombre,dejarle todo a quien lo ha cuidado hasta el ultimo dia de su vida.Y a Encarna decirle que se sienta orgullosa con lo que a hecho por el y por su hermana Felisa,y que no haga caso a los comentarios de la gente,porque en los pueblos chicos ya sabemos lo que pasa.Todos los ancianos tenian que hacer eso,porque aqui mismo en el pueblo los hay que estan comido de mierda hablando mal y pronto y la familia no le acude,y ellos sin embargo todabia tienen la mentalidad de no gastar pa quedarle mas a estos....sin corazon por no decir una palabrota.Bueno Encarna tu lo dicho a palabras necias oidos sordos,un abrazo.
ResponderEliminarLo que tenian que hacer todos los ancianos en esta misma situacion,no que estan en casa o en residencias comiendoselo la pena y sin embargo ellos todabia a ver si le pueden quedar mas.Aqui los hay que la famil no le acude,bueno si...acude cuando necesitan dinero,o cuando se mueren,que algunos se tienen que refregar cebolla para echar una lagrima.Las cosas hay que hacerlas en vida,despues de muerto de que sirven las lagrimas,las flores,los lutos y etc.Bueno como dice el refran. [Unos mueren para que otros vivan]o [El muerto al hoyo y el vivo al bollo]
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