domingo, 29 de enero de 2012
DEUDOR DE AQUELLA EDUCACIÓN
Mañana predicaré el tercer día del triduo en honor de San Juan Bosco, que este año forma parte de los actos de celebración del cincuentenario de mi colegio, los salesianos de Mérida. He aquí parte de lo que diré.
Los antiguos alumnos, estemos asociados o no, tenemos nuestro distintivo en “la educación recibida”. Somos las personas que somos porque así nos han traído al mundo nuestras madres, porque así nos han educado en nuestra casa… y en buena medida porque nuestro colegio ha logrado traspasar el umbral de la mera “transmisión de conocimientos” y se ha convertido en una auténtica escuela de vida, de valores, de inquietudes, de estilo, de fe. Cuando miro cómo es hoy la educación y recuerdo cómo fue para mí, para tantos de nosotros, la experiencia que vivimos aquí en el cole, todavía me siento más afortunado y agradecido por ser alumno salesiano.
Yo creo que los chavales de aquellos años tuvimos la oportunidad de hacer verdaderos procesos de crecimiento personal. Es algo que intuyo aunque no puedo demostrar, pero sí puedo contar cosas y decir nombres que para mí ilustran el valor y la calidad de nuestro estar en casa de Don Bosco.
• Construir personas se lograba desde que te montabas en “el coco”, el autobús verde con los asientos de madera. Al llegar estaba Don Antonio Marín Notario; recuerdo su manera de sonreír, de tocarnos la cabeza y saberse nuestros nombres… y de cómo nos pegaba con el silbato si llagábamos tarde a la fila. Porque había fila, y no nos pasaba nada.
• Cuando sonaba el timbre comenzaba el trabajo de los especialistas y los artesanos en forjar personalidades: las señoritas Mª Ángeles, Mari Loli y Pili, Don Jesús Lozano (que me preguntó los orfebres del siglo XVI y no me los sabía porque había ido al dentista), Don Florián, Don Juan José (ay madre la descomposición factorial, qué descomposición nos entraba…). Recuerdo en 3º a Don Paco, un maestro joven que estuvo con nosotros sólo un año, pero que nos hizo disfrutar.
• Al pasar a la segunda etapa recuerdo la curiosidad y el desconcierto de tener tantos profesores; casi todos han sido magníficos intérpretes del sistema preventivo, que se va haciendo necesario afinar a medida que llega la adolescencia: Don Carlos Fdez. Ronquillo, Don Evelio, Don Gregorio ya fallecido, Don Miguel Caballero, Don Diego, Don Juan Antonio que nos hacía aprendernos las estructuras y la tabla periódica de memoria y no nos pasaba ná…
• Era también una labor de orfebrería (como la del siglo XVI…) construir creyentes. Me acuerdo de los buenos días, para empezar la jornada con un pensamiento alegre y constructivo. Me acuerdo de la Eucaristía en la iglesia grande, el día de Don Bosco, de María Auxiliadora, todo el colegio junto y Don José Hernández, tan alto, en la procesión de entrada, o Don Fidel el director tocando la batería… Me encantaban esos días, las finales de los campeonatos, los caramelos que repartían al salir de misa, los juegos, los premios… ¡Era formidable!
Recuerdo que nos confesábamos por cursos, hasta casi el final (BUP…) No solamente no nos traumatizamos, sino que veo ahora que aquello era una herramienta pedagógica de primer orden. Veníamos, nos sentábamos por aquí y allí atrás estaba… ¡Don Silverio! Durante años, cuando llegaba ya más mayorcito, ya andando, entraba aquí en la capilla a las 9 menos 20 y me lo encontraba celebrando la misa, al principio solo, luego con tres o cuatro alumnos… Me encantaba ese momento íntimo de encuentro con Jesús, creo que preparó en mí lo que ha venido después; muchos días no comulgaba porque había terminado de desayunar a las 8 y pico… si hubiera comulgado más ahora sería más bueno…
• La fábrica de honrados ciudadanos se reinventaba al pasar al “patio de BUP”. La gente que ahí nos encontrábamos, las niñas (…), las actividades, los grupos de Cristo Vive, la pascua juvenil… todo sumaba para crear un ambiente único, un ambiente precioso de buena convivencia, de participación, de iniciativas de los alumnos, de alegría y espontaneidad. Recuerdo la revista Cascanueces, las obras de teatro, las exposiciones de fotos, el concurso de poesía… ¡tantas cosas! Este ambiente es el tesoro de colegio, es lo que lo hace distinto a otros, es el caldo de cultivo que da el último hervor a un proceso hermosísimo, cuidado con cariño salesiano y culminado con esmero. Se lo agradezco enormemente a Alfonso Benito, a Don Ramón Duque QEPD, Don Diego, Pepe Ceballos, Rosa, Miguel Ángel Tejada… y por supuesto a Don Eusebio, a Don Aurelio y al para mí fundamental Antonio Rodríguez de Rojas, que fue el primero que me preguntó… “¿tú has pensado alguna vez en ser sacerdote?”.
“No basta con querer a los jóvenes, es necesario que se den cuenta de que son amados”, dice Don Bosco; es cierto: amar al joven es hacerlo crecer, es transmitirle confianza en sí mismo, es enseñarle sin palabras que vale, que tiene mucho futuro y grandes cualidades para ser feliz y hacer felices a los demás; amar al joven es hacerle sentir que Dios le ama.
Así lo he vivido yo en mi colegio, me he sentido muy querido y deseo aprovechar esta ocasión para agradecerlo con todo mi corazón. La persona que soy, se lo debo en buena medida a cómo me trataron en esta casa, que es la casa de Don Bosco.
PS: por supuesto que hubo algunos regletazos y tortas, pero cuando se cuenta un hecho no se trata de agotar toda la realidad, sino de poner de relieve lo que Dios nos quiere decir con esa experiencia. Igual que hubo bofetadas que desgraciaron la fe, hubo mucho cariño que la engendró, la educó y posibilitó lo que hoy somos.
miércoles, 25 de enero de 2012
QUÉ DÍA
Suena el timbrazo a las 6:20 y comienza la lucha contra el frío; salgo de mi habitación, digo buenos días a un pingüino y enciendo una estufa, un brasero y el calefactor del cuarto de baño. Al salir de la ducha ya está silbando la cafetera y su agradable aroma se mezcla con el vaho.
El sabor del café acompaña mi oración matutina: me relajo, pido ayuda al Espíritu, leo el Evangelio, vuelco experiencias, inquietudes, problemas de mi pueblo, de mi gente, de mi vida... Luego viene un rato de estudio: ¿hubo hibridación entre neardentales y seres humanos? ¿Cómo influye el concepto de cultura en el concepto de hombre según C. Geertz?
Son las 9:30 y estoy en Jerez. He quedado con Álvaro, el educador del instituto donde estudian los jóvenes de mi pueblo. Cecilia me lo presenta, desayunamos en "El jamonero" y hablamos de los chavales, sobre todo de los que plantean dificultades y de cómo ayudarles... A las 10:30 vamos al instituto, el personal que está en el recreo me saluda con sorpresa, conozco al director, a los jefes de estudios, a la orientadora, seguimos charlando...
11:30, hora de llevar la comunión; paso por casa de María, Carmen, Julia y Manuela, mujeres mayores, clásicas, devotas... Con cada una un ratillo de conversación antes de hacer silencio, rezar un poco y recibir al Señor. A las 12:15 más o menos paso a ver a la madre de Pepi, pero resulta que su casa está en obras y hablo un rato con su hija, que está preocupada por María, la esposa de Pepe, el que falleció el otro día. Como es enfrente saludo un momento a María, que me habla en una versión abatida de su portugués. A la 1 me quedan Carmen y Pepa, la dueña de la antigua farmacia, que comulga y me encarga una misa.
A las 13:30 pillo a Eva, la trabajadora social, en su despacho. En media hora compartimos información sobre diversas situaciones del pueblo, y ella me cuenta cómo van las gestiones para ayudar a la familia de portugueses.
14:15: ¡vaya bacalao a la vizcaína que prepara mi madre! Un par de llamadas y a las 3 ya ni veo los titulares del telediario porque estoy roque.
15:45: rezo el oficio de lectura y me voy a la parroquia. Inscribo un bautizo; llamo al fontanero; llamo y pido presupuesto para tratar los bancos del Valle contra los xilófagos; llamo a mi amiga Inma. A las 16:30 llegan las catequistas, cambiamos impresiones, preparamos un poco lo de hoy hasta que aparecen los niños a las 5.
A las 17:30 estoy ante el Sagrario con 16 niños, los que van a hacer la comunión; han preparado unas oraciones; ponemos música, se calman, van saliendo y las leen. Y es precioso cómo son capaces de rezar con una sinceridad cristalina, con esa sencillez que sólo ellos poseen y que desarma. Qué maravilla.
Me queda una hora y la aprovecho estudiando otro rato. A las 19:30 tenemos oración eucarística, un buen grupito de 8 o 9 personas, y la disfruto, tranquilo, con unos bonitos textos... soy capaz de rezar de nuevo. Acaba y me voy de nuevo a Jerez a llevar el coche al taller para que le hagan la revisión y luego pase la ITV. Mari Carmen me trae de vuelta a casa y aún aprovecho otra hora y pico delante del ordenador: preparo varios órdenes del día, pongo un par de mensajes...
Josefita me ha traído una tortilla francesa y a las 10 me preparo un sandwich, veo un cacho de telediario repetido, leo varias cosas en internet (el blog de José Mª Castillo, el "Hoy"...) y me pongo a escribir esto con la cantinela de fondo del Barça-Madrid. Son las 12 menos cuarto, van 2-2 y me parece que me voy al catre después de un día excepcional. Reventao pero con la sensación de ganar vida, ¿qué he hecho para merecerme tanto y tan bueno?
El sabor del café acompaña mi oración matutina: me relajo, pido ayuda al Espíritu, leo el Evangelio, vuelco experiencias, inquietudes, problemas de mi pueblo, de mi gente, de mi vida... Luego viene un rato de estudio: ¿hubo hibridación entre neardentales y seres humanos? ¿Cómo influye el concepto de cultura en el concepto de hombre según C. Geertz?
Son las 9:30 y estoy en Jerez. He quedado con Álvaro, el educador del instituto donde estudian los jóvenes de mi pueblo. Cecilia me lo presenta, desayunamos en "El jamonero" y hablamos de los chavales, sobre todo de los que plantean dificultades y de cómo ayudarles... A las 10:30 vamos al instituto, el personal que está en el recreo me saluda con sorpresa, conozco al director, a los jefes de estudios, a la orientadora, seguimos charlando...
11:30, hora de llevar la comunión; paso por casa de María, Carmen, Julia y Manuela, mujeres mayores, clásicas, devotas... Con cada una un ratillo de conversación antes de hacer silencio, rezar un poco y recibir al Señor. A las 12:15 más o menos paso a ver a la madre de Pepi, pero resulta que su casa está en obras y hablo un rato con su hija, que está preocupada por María, la esposa de Pepe, el que falleció el otro día. Como es enfrente saludo un momento a María, que me habla en una versión abatida de su portugués. A la 1 me quedan Carmen y Pepa, la dueña de la antigua farmacia, que comulga y me encarga una misa.
A las 13:30 pillo a Eva, la trabajadora social, en su despacho. En media hora compartimos información sobre diversas situaciones del pueblo, y ella me cuenta cómo van las gestiones para ayudar a la familia de portugueses.
14:15: ¡vaya bacalao a la vizcaína que prepara mi madre! Un par de llamadas y a las 3 ya ni veo los titulares del telediario porque estoy roque.
15:45: rezo el oficio de lectura y me voy a la parroquia. Inscribo un bautizo; llamo al fontanero; llamo y pido presupuesto para tratar los bancos del Valle contra los xilófagos; llamo a mi amiga Inma. A las 16:30 llegan las catequistas, cambiamos impresiones, preparamos un poco lo de hoy hasta que aparecen los niños a las 5.
A las 17:30 estoy ante el Sagrario con 16 niños, los que van a hacer la comunión; han preparado unas oraciones; ponemos música, se calman, van saliendo y las leen. Y es precioso cómo son capaces de rezar con una sinceridad cristalina, con esa sencillez que sólo ellos poseen y que desarma. Qué maravilla.
Me queda una hora y la aprovecho estudiando otro rato. A las 19:30 tenemos oración eucarística, un buen grupito de 8 o 9 personas, y la disfruto, tranquilo, con unos bonitos textos... soy capaz de rezar de nuevo. Acaba y me voy de nuevo a Jerez a llevar el coche al taller para que le hagan la revisión y luego pase la ITV. Mari Carmen me trae de vuelta a casa y aún aprovecho otra hora y pico delante del ordenador: preparo varios órdenes del día, pongo un par de mensajes...
Josefita me ha traído una tortilla francesa y a las 10 me preparo un sandwich, veo un cacho de telediario repetido, leo varias cosas en internet (el blog de José Mª Castillo, el "Hoy"...) y me pongo a escribir esto con la cantinela de fondo del Barça-Madrid. Son las 12 menos cuarto, van 2-2 y me parece que me voy al catre después de un día excepcional. Reventao pero con la sensación de ganar vida, ¿qué he hecho para merecerme tanto y tan bueno?
lunes, 23 de enero de 2012
ORGULLOSO DE MI PUEBLO
Fue el jueves pasado. El teléfono comenzó a sonar temprano, y el mal presagio se tradujo rápidamente en palabras: "Pepe chatarra está a punto de morir".
A Pepe lo vemos casi a diario por el pueblo con su camión de chatarra; hace algún tiempo llegó de Portugal con María y sus tres nietos, una familia que lucha por sobrevivir al abandono, a la precariedad económica, a la desestructuración; unos niños con problemas de adaptación, una mujer que lucha y que cae, que no comprende español; un oficio humilde hecho de kilómetros de sacrificio cotidiano. Vida a trompicones, casi marginal, sufriente a golpes de riñón, golpeada por la adversidad y la desgracia.
Hace una semana a Pepe lo llevaron a Badajoz, decían que con una pancreatitis grave. Da igual; en cuestión de horas el sustento de su familia se esfumó, a nuestros vecinos les sobrevino una aplastante soledad, una peculiar indefensión que el pueblo sintió e hizo suya desde el primer momento.
Todo el día estuve enganchado al teléfono. Con Eva la asistenta, con Mari Carmen la praticanta, con Manolo el alcalde, que se hizo cargo de todo rebosando generosidad: hablar con el hospital, localizar a los familiares, negociar con las funerarias... Es increíble cómo este hombre se implica, y creo que le dedicaré otra entrada. Pero sobre todo me impresionó la gente: ¡cuántas personas llamaron, preguntaron, se ofrecieron y se preocuparon! "¿Hay que ayudar en algo? ¿Hay que colaborar para pagar el entierro? ¿Qué va a pasar ahora con los niños? ¿Van a pasar a hacer una recolecta? ¿Se podría abrir una cuenta bancaria?"...
Un montón de gente. Santa Ana entero. Yo estaba en Mérida pero podía sentir el rumor de la conmoción en los corazones, hasta mí llegaba la vibración de la solidaridad. Qué bárbaro, qué explosión espontánea de compasión, con qué autenticidad y sencillez la gente desea compartir, cómo se ha volcado mi pueblo.
La iglesia abarrotada en el entierro. El sábado, ayer, un mosaico de detalles, de gestos pequeños, con sabor a Evangelio anónimo y genuino... Hoy continúa la inquietud, me paran por la calle, quieren darme dinero, todo el mundo siente la urgencia de colaborar, esos niños no pueden esperar... Cuánto amo mi pueblo. Qué suerte he tenido de caer aquí, qué orgulloso y afortunado me siento. Gracias Dios mío por enseñarme a captar la hermosa lógica del Reino, gracias por decirme qué asombrosa es la gramática de la bondad.
A Pepe lo vemos casi a diario por el pueblo con su camión de chatarra; hace algún tiempo llegó de Portugal con María y sus tres nietos, una familia que lucha por sobrevivir al abandono, a la precariedad económica, a la desestructuración; unos niños con problemas de adaptación, una mujer que lucha y que cae, que no comprende español; un oficio humilde hecho de kilómetros de sacrificio cotidiano. Vida a trompicones, casi marginal, sufriente a golpes de riñón, golpeada por la adversidad y la desgracia.
Hace una semana a Pepe lo llevaron a Badajoz, decían que con una pancreatitis grave. Da igual; en cuestión de horas el sustento de su familia se esfumó, a nuestros vecinos les sobrevino una aplastante soledad, una peculiar indefensión que el pueblo sintió e hizo suya desde el primer momento.
Todo el día estuve enganchado al teléfono. Con Eva la asistenta, con Mari Carmen la praticanta, con Manolo el alcalde, que se hizo cargo de todo rebosando generosidad: hablar con el hospital, localizar a los familiares, negociar con las funerarias... Es increíble cómo este hombre se implica, y creo que le dedicaré otra entrada. Pero sobre todo me impresionó la gente: ¡cuántas personas llamaron, preguntaron, se ofrecieron y se preocuparon! "¿Hay que ayudar en algo? ¿Hay que colaborar para pagar el entierro? ¿Qué va a pasar ahora con los niños? ¿Van a pasar a hacer una recolecta? ¿Se podría abrir una cuenta bancaria?"...
Un montón de gente. Santa Ana entero. Yo estaba en Mérida pero podía sentir el rumor de la conmoción en los corazones, hasta mí llegaba la vibración de la solidaridad. Qué bárbaro, qué explosión espontánea de compasión, con qué autenticidad y sencillez la gente desea compartir, cómo se ha volcado mi pueblo.
La iglesia abarrotada en el entierro. El sábado, ayer, un mosaico de detalles, de gestos pequeños, con sabor a Evangelio anónimo y genuino... Hoy continúa la inquietud, me paran por la calle, quieren darme dinero, todo el mundo siente la urgencia de colaborar, esos niños no pueden esperar... Cuánto amo mi pueblo. Qué suerte he tenido de caer aquí, qué orgulloso y afortunado me siento. Gracias Dios mío por enseñarme a captar la hermosa lógica del Reino, gracias por decirme qué asombrosa es la gramática de la bondad.
lunes, 16 de enero de 2012
LA TÍA PURA
La veo a través del postigo de su puerta, sosteniendo a medias con su andador el peso de los más de noventa años que acumula. Reconoce el timbre de mi voz aunque sé que a esa distancia no puede distinguir mis facciones: "soy el cura", y su rostro evoluciona a la sonrisa, en uno de sus muchos cambios de registro, expresiva como nadie. "¡Pase usté!". El pelo blanco recogido en un moño, el traje negro riguroso; personaje arquetípico del mundo rural extremeño.
La Tía Pura, la persona más mayor de Valle de Matamoros, es una mujer pequeña. Su cuerpo, desgastado por el tiempo, conserva no obstante vestigios de antigua fuerza, de acostumbrada determinación. "Hace tiempo que no viene usté; he pensado: ¿estará don César enfadado conmigo". Yo intento ir a verla a menudo, pero comprendo que los días se le hacen iguales y eternos; vive con su hija María, que es la que la cuida a pesar de que tiene más de setenta años, es sordomuda desde que nació y ha perdido buena parte de la vista.
Pura siempre quiere que me tome un vaso de leche, y me cuenta las historias de antes, más o menos las mismas en cada visita; cómo enviudó muy joven, a pesar de que el célebre médico pacense Don Damián Téllez Lafuente intentó operar a su marido de "una dolencia muy mala del estómago"; cómo logró sacar adelante a sus hijos trabajando en lo que podía, apañando bellotas, segando chochos, arrancando garbanzos, acarreando leña, en tiempos difíciles, en la posguerra, combatiendo a diario la escasez de uno de los pueblos más pobres de la provincia de Badajoz.
La escucho fascinado, con una especie de respeto que me abruma el corazón. Sus ojos detellan un discreta satisfacción cuando recuerda cuántas horas, cuántos días "blanqueando, gateá a esos tejados, con la brocha, con la caña". Me la imagino chica, vivaracha, esquivando con gracia las insinuaciones de los hombres; luchando constantemente contra el hambre y el frío, sin dejarse vencer por el agotamiento mientras de noche lava en la candela las ropas de los niños para poder ponérselas al día siguiente. Qué mujer.
El orgullo recorre sus ojillos cuando habla de sus hijos: son su corona. El otro día me contó que uno de ellos se fue a Madrid a trabajar, y que a final de mes le entregaba buena parte del sueldo; ella se lo guardaba, y, cuando se casó, se lo devolvió (aunque no sabe si eran 12.000 pesetas o 12.000 duros) y así pudo comprarse la casa. Qué madre. Hasta el final, hasta el último aliento, sin descanso, madre ante todo.
Referir sus dolencias parece sepultarla un poco en el sillón, menguante y ancianísima; y, cuando nos despedimos, no puedo evitar pensar si habrá sido la última vez. Bajo por su calle, empinada y helada, y pido al cielo otra oportunidad, a ver si Pura me contagia un tercio de su espíritu, un gramo de su fortaleza y cuarto y mitad de su perseverancia. ¿Y si resulta que me lo transmite con la leche? Vaya suertaza.
La Tía Pura, la persona más mayor de Valle de Matamoros, es una mujer pequeña. Su cuerpo, desgastado por el tiempo, conserva no obstante vestigios de antigua fuerza, de acostumbrada determinación. "Hace tiempo que no viene usté; he pensado: ¿estará don César enfadado conmigo". Yo intento ir a verla a menudo, pero comprendo que los días se le hacen iguales y eternos; vive con su hija María, que es la que la cuida a pesar de que tiene más de setenta años, es sordomuda desde que nació y ha perdido buena parte de la vista.
Pura siempre quiere que me tome un vaso de leche, y me cuenta las historias de antes, más o menos las mismas en cada visita; cómo enviudó muy joven, a pesar de que el célebre médico pacense Don Damián Téllez Lafuente intentó operar a su marido de "una dolencia muy mala del estómago"; cómo logró sacar adelante a sus hijos trabajando en lo que podía, apañando bellotas, segando chochos, arrancando garbanzos, acarreando leña, en tiempos difíciles, en la posguerra, combatiendo a diario la escasez de uno de los pueblos más pobres de la provincia de Badajoz.
La escucho fascinado, con una especie de respeto que me abruma el corazón. Sus ojos detellan un discreta satisfacción cuando recuerda cuántas horas, cuántos días "blanqueando, gateá a esos tejados, con la brocha, con la caña". Me la imagino chica, vivaracha, esquivando con gracia las insinuaciones de los hombres; luchando constantemente contra el hambre y el frío, sin dejarse vencer por el agotamiento mientras de noche lava en la candela las ropas de los niños para poder ponérselas al día siguiente. Qué mujer.
El orgullo recorre sus ojillos cuando habla de sus hijos: son su corona. El otro día me contó que uno de ellos se fue a Madrid a trabajar, y que a final de mes le entregaba buena parte del sueldo; ella se lo guardaba, y, cuando se casó, se lo devolvió (aunque no sabe si eran 12.000 pesetas o 12.000 duros) y así pudo comprarse la casa. Qué madre. Hasta el final, hasta el último aliento, sin descanso, madre ante todo.
Referir sus dolencias parece sepultarla un poco en el sillón, menguante y ancianísima; y, cuando nos despedimos, no puedo evitar pensar si habrá sido la última vez. Bajo por su calle, empinada y helada, y pido al cielo otra oportunidad, a ver si Pura me contagia un tercio de su espíritu, un gramo de su fortaleza y cuarto y mitad de su perseverancia. ¿Y si resulta que me lo transmite con la leche? Vaya suertaza.
jueves, 12 de enero de 2012
DEUDORES DE AQUELLAS BOFETADAS
"En tiempos de Franco mandaba la Iglesia". La última vez que me dijeron esto fue ayer, tomando un café con unas perrunillas mareantes de buenas. No sé si es exacto, pero algunos efectos "colaterales" de ciertos excesos nos salpican hoy.
Antes de Navidad participé en la celebración de un bautizo, comida de las que me encantan por su sencillez: platos de plástico, tarta de galletas, ambiente de familia, música enlatada... Varios hombres conversábamos de pie, y con el cura es inevitable que salga el tema de "yo no voy a la iglesia", "los que van a misa son tan malos como los demás", etc.
Comíamos de un par de platos de caldereta casera; el vino de Puebla de Sancho Pérez activó las memorias y soltó las lenguas: empezaron a desgranar su trauma infantil, aquel cura, Don Fulanito, que les pegaba en la escuela, que repartía bofetones en las misas de los sábados si te movías lo más mínimo; o el profesor tal, que les hacía rezar y cantar el Cara al sol y luego cerraba la puerta de la clase y les daba unas palizas que les dejaban sembrados de moratones.
Tal era el terror que a alguno le entraba diarrea los lunes por la mañana a la hora de ir al cole; y otro cuenta que pasó de ser el que mejor leía a volverse incapaz, a tartamudear entre palos y palmetazos... Hoy odia los libros.
Llega el café. Me describen las agresiones constantes, los abusos arbitrarios de autoridad -"pásame el azúcar"-, la crueldad con la que se ensañaron con sus cuerpos de niños... Yo aprieto los dientes y digo que "entonces era así", pero me avergüenzo por dentro. Golpes que penetran por la piel y marcan las entrañas, verdugazos clericales que han bloqueado la sensibilidad hacia lo religioso, maldad que mutila la capacidad de reconocer a Dios Padre bueno.
Reímos porque me sacan a bailar un pasodoble, pero yo no puedo evitar recordar a los curas y las monjas de la película "La voz dormida", ¿cómo pudieron llegar a un extremo de degradación tan contrario al Evangelio? ¡Cuánto daño han hecho aquellas bofetadas! No me extraña que a mucha gente le repela la Iglesia. Si pudiera pedir perdón por la brutalidad gratuita ensotanada... Todavía estamos pagando las consecuencias. Menos mal que nací poco antes de la democracia, porque si no, creo que hubiera sido cura su prima la vikinga.
PS: total, como para tratar mal a la gente, y en especial a los niños...
Antes de Navidad participé en la celebración de un bautizo, comida de las que me encantan por su sencillez: platos de plástico, tarta de galletas, ambiente de familia, música enlatada... Varios hombres conversábamos de pie, y con el cura es inevitable que salga el tema de "yo no voy a la iglesia", "los que van a misa son tan malos como los demás", etc.
Comíamos de un par de platos de caldereta casera; el vino de Puebla de Sancho Pérez activó las memorias y soltó las lenguas: empezaron a desgranar su trauma infantil, aquel cura, Don Fulanito, que les pegaba en la escuela, que repartía bofetones en las misas de los sábados si te movías lo más mínimo; o el profesor tal, que les hacía rezar y cantar el Cara al sol y luego cerraba la puerta de la clase y les daba unas palizas que les dejaban sembrados de moratones.
Tal era el terror que a alguno le entraba diarrea los lunes por la mañana a la hora de ir al cole; y otro cuenta que pasó de ser el que mejor leía a volverse incapaz, a tartamudear entre palos y palmetazos... Hoy odia los libros.
Llega el café. Me describen las agresiones constantes, los abusos arbitrarios de autoridad -"pásame el azúcar"-, la crueldad con la que se ensañaron con sus cuerpos de niños... Yo aprieto los dientes y digo que "entonces era así", pero me avergüenzo por dentro. Golpes que penetran por la piel y marcan las entrañas, verdugazos clericales que han bloqueado la sensibilidad hacia lo religioso, maldad que mutila la capacidad de reconocer a Dios Padre bueno.
Reímos porque me sacan a bailar un pasodoble, pero yo no puedo evitar recordar a los curas y las monjas de la película "La voz dormida", ¿cómo pudieron llegar a un extremo de degradación tan contrario al Evangelio? ¡Cuánto daño han hecho aquellas bofetadas! No me extraña que a mucha gente le repela la Iglesia. Si pudiera pedir perdón por la brutalidad gratuita ensotanada... Todavía estamos pagando las consecuencias. Menos mal que nací poco antes de la democracia, porque si no, creo que hubiera sido cura su prima la vikinga.
PS: total, como para tratar mal a la gente, y en especial a los niños...
lunes, 9 de enero de 2012
UN CORRE QUE TE CAGAS Y UNA LEVITA
Jejeje. Cuando hoy he preguntado a gente mayor "¿qué te han echao los Reyes?", un par de veces me han contestado: "un corre que te cagas y una levita" o "un pilla pilla y una levita" (que es la versión fina). Muuuuy gracioso. Todo el día me he sentido contento.
Y eso que a este lunes después de la Navidad le tengo manía desde que estudiaba como "el peor día del año": el madrugón tras las dormidas de vacaciones, salir de casa de noche, mucho frío, queda más curso del que se ha consumido... Pero oyes, me he levantado descansado y optimista, me he ido a andar con mi nuevo y muy chulo palo de trekking, el carpintero ha empezado a colocar la nueva puerta lateral de la iglesia, me han ragalado un cinturón, he visitado relajadamente a varios ancianos, las madres de la catequesis familiar decían que lo de hoy es "mu complicao" pero se reían, ha habido conversaciones, un café y confidencias, y la reunión del Consejo de Pastoral ha sido sencilla, interesante y muy natural.
Una jornada llenísima de vida que no cabe en cuatro letras. Vida que, en palabras de Serrat, a veces se despliega a colores como un atlas, nos pasea por las calles en volandas, se hace de nuestra medida y toma nuestro paso. Me gustaría saber sonreír siempre con la misma facilidad que hoy; estoy contento en mi piel y me siento en buenas manos. Y con levita y pilla pilla, más.
Y eso que a este lunes después de la Navidad le tengo manía desde que estudiaba como "el peor día del año": el madrugón tras las dormidas de vacaciones, salir de casa de noche, mucho frío, queda más curso del que se ha consumido... Pero oyes, me he levantado descansado y optimista, me he ido a andar con mi nuevo y muy chulo palo de trekking, el carpintero ha empezado a colocar la nueva puerta lateral de la iglesia, me han ragalado un cinturón, he visitado relajadamente a varios ancianos, las madres de la catequesis familiar decían que lo de hoy es "mu complicao" pero se reían, ha habido conversaciones, un café y confidencias, y la reunión del Consejo de Pastoral ha sido sencilla, interesante y muy natural.
Una jornada llenísima de vida que no cabe en cuatro letras. Vida que, en palabras de Serrat, a veces se despliega a colores como un atlas, nos pasea por las calles en volandas, se hace de nuestra medida y toma nuestro paso. Me gustaría saber sonreír siempre con la misma facilidad que hoy; estoy contento en mi piel y me siento en buenas manos. Y con levita y pilla pilla, más.
viernes, 6 de enero de 2012
MOMENTOS EN LA RETINA
Han sido tres días seguidos y la semana pasada dos más... ya ni me acuerdo de unas "vacaciones" de Navidad tan largas y tan especiales. Me lo he pasado pipa con mi familia, y especialmente con mis sobrinos. Ahora son las 11 de la noche en mi casa de Santa Ana y registro una mezcla curiosa de sentimientos: los echo de menos pero al mismo tiempo necesitaba este rato de silencio y lo estoy disfrutando.
Juego con mis reyes, ordeno cosas, cambio de sitio libros y fotos, oteo el mes de enero, coloco reuniones, me propongo leer más en 2012, preparo una homilía, cuelgo un almanaque... En mi mente proyectos para el nuevo año; pero en mi retina instantes únicos de los días atrás.
Es realmente increíble asistir al momento en que un niño empieza a andar. Mi sobrino Manuel dio sus primeros pasos anteayer... ¡qué hermosura de equilibrio precario y sonriente! Qué bonito cogerle las manos, cuánta ternura se le destila a uno en el corazón.
Anda que la cabalgata... esas caras, esos ojos como platos de Pilar... Pero lo mejor fue cuando el rey Melchor jaló a mi sobrino Nanete, al que su padre tenía alzado al paso de la carroza... ¡Jejeje! No nos dio tiempo a reaccionar, Su Majestad se llevó al crío, que nos miraba entre la sorpresa y el desamparo calle arriba...
Anoche el momento mágico en que ponemos unas copitas y unos dulces para los Reyes (y un cubo de agua para los camellos), los niños a la cama y de repente... ¡chán! ¡Un correpasillos de colores! Tras el montaje arduo de varios juguetes que los Reyes nos dejan desmontados para que nos entretengamos, aparecen también unos vinos, unos güiscachos, recordamos anécdotas, nos volvemos a contar despistes de mi padre y con las carcajadas casi despertamos a la gente menuda a las dos de la mañana.
Qué gozada jugar al pilla-pilla y al fútbol en la plaza al sol del mediodía; qué divertido tirar petardos o ir al teatro... Qué cara ha puesto mi hermana Susana cuando ha visto el Kindle, jejeje. Se acabó la Navidad, vuelta a la "vida real". Qué frío hace; la soledad me envuelve pero suavemente, casi con amabilidad. No es desierto ni ausencia feroz: es soledad serena que sabe que los tiene a ellos.
Juego con mis reyes, ordeno cosas, cambio de sitio libros y fotos, oteo el mes de enero, coloco reuniones, me propongo leer más en 2012, preparo una homilía, cuelgo un almanaque... En mi mente proyectos para el nuevo año; pero en mi retina instantes únicos de los días atrás.
Es realmente increíble asistir al momento en que un niño empieza a andar. Mi sobrino Manuel dio sus primeros pasos anteayer... ¡qué hermosura de equilibrio precario y sonriente! Qué bonito cogerle las manos, cuánta ternura se le destila a uno en el corazón.
Anda que la cabalgata... esas caras, esos ojos como platos de Pilar... Pero lo mejor fue cuando el rey Melchor jaló a mi sobrino Nanete, al que su padre tenía alzado al paso de la carroza... ¡Jejeje! No nos dio tiempo a reaccionar, Su Majestad se llevó al crío, que nos miraba entre la sorpresa y el desamparo calle arriba...
Anoche el momento mágico en que ponemos unas copitas y unos dulces para los Reyes (y un cubo de agua para los camellos), los niños a la cama y de repente... ¡chán! ¡Un correpasillos de colores! Tras el montaje arduo de varios juguetes que los Reyes nos dejan desmontados para que nos entretengamos, aparecen también unos vinos, unos güiscachos, recordamos anécdotas, nos volvemos a contar despistes de mi padre y con las carcajadas casi despertamos a la gente menuda a las dos de la mañana.
Qué gozada jugar al pilla-pilla y al fútbol en la plaza al sol del mediodía; qué divertido tirar petardos o ir al teatro... Qué cara ha puesto mi hermana Susana cuando ha visto el Kindle, jejeje. Se acabó la Navidad, vuelta a la "vida real". Qué frío hace; la soledad me envuelve pero suavemente, casi con amabilidad. No es desierto ni ausencia feroz: es soledad serena que sabe que los tiene a ellos.