domingo, 8 de mayo de 2011

LA NECESIDAD DE PELLIZCARSE

Estudiando al filósofo postestructuralista francés Michel Foucault me encuentro con su interesantísima noción de poder. Para él los mecanismos de poder adoptan una forma capilar de existencia, el poder se ejerce desde dentro del cuerpo social particularmente mediante el discurso; ¿y qué es el discurso? Es un sistema de conocimiento compuesto por un conjunto de reglas inconscientes que determinan los límites del pensamiento y de la acción.

El discurso determina qué podemos conocer y, más aún, concebir; y qué podemos o no hacer. Pierre Bordieu dirá que los poderosos nos imponen una visión del mundo que damos por sentada. Estamos dominados sin darnos cuenta por procesos continuos que someten nuestras mentes, nuestros cuerpos, nuestros comportamientos... en un sistema social que nos hace creer que somos libres, actuamos espontáneamente y pensamos "por nosotros mismos".

Es terrible el asesinato de Osama Bin Laden, pero peor aún es que nos parezca algo "normal" que un grupo de operaciones especiales le llene la cabeza de plomo a un tipo buscado por terrorista. El asunto es que la civilización occidental, gobernada por las multinacionales y los medios de comunicación, ha producido un mito de otredad fanática y amenazante en Al Qaeda, la condensación simbólica de la amenaza, la figura del mal absoluto que reordena la realidad dentro de nuestra mente: la complejidad política se reduce a "buenos y malos"; el poder dominante queda legitimado como defensor y luchador contra el terror; el occidente, adalid de la libertad y los derechos humanos, es víctima "inocente" de este terror ciego y arbitrario; y los Estados Unidos, guardián de los valores democráticos con su presidente-premio Nobel de la paz a la cabeza.

Si espabilamos y por un momento desconectamos de estos mundos de Yupi, vemos que lo cierto es que cualquier delincuente, al margen de la gravedad de su delito, tiene derecho a ser juzgado y eventualmente condenado según las leyes del estado de derecho. Que todo el mundo celebre en este caso el asesinato sin más preámbulo es consecuencia directa de que Osama Bin Laden sobrepasa la figura del delincuente, para convertirse en la encarnación del mal por antonomasia, contra el que no cabe más solución que la guerra a muerte y la exterminación. Asesinato con todas las letras, terrorismo de estado censurable sin paliativos, que sin embargo aceptamos como normal e incluso "bueno".

El mundo occidental aplaude y resopla, la popularidad de Obama sube como la espuma en su país; el presidente yes-we-can condecora a los soldados (tan asesinos como su presa), pone flores en la zona cero, los familiares de las víctimas del 11-S piden ver las fotos del cadáver de Bin Laden, al que se están comiendo arábigos peces... y nos quedamos igual, nos parece lo mejor que ha podido pasar y hasta respiramos más tranquilos por la parte que nos toca. Como si estuviésemos en una película del oeste. Vaya barbaridad.

Así que reivindico la necesidad de pellizcarnos, de despertar... Para que no nos tomen el pelo, para no creer todo lo que la caja tonta nos hace tragarnos, para que no teledirijan nuestra mente, para conservar sana la capacidad de distinguir la realidad de la ficción. Sólo Llamazares lo ha dicho; lástima que él mismo sea también, como como Bin Laden, un ser liminal y mitológico... míticamente ignorado e incomprendido.

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