Hace algunos días que España ganó la medalla de bronce en el mundial de balonmano; a mi me gusta el balonmano porque cuando era niño jugué un par de años con el equipo del colegio hasta que pegué "el estirón" y me pasé al baloncesto.
Resulta que en la selección española juegan dos hermanos, Alberto y Raúl Entrerríos, que, justo un par de semanas antes de empezar el campeonato, perdieron a su madre. La noticia salió en el telediario ("el parte", que diría mi abuela) porque estos chavales, que son dos puntales del equipo nacional, se pensaron mucho si ir o no a competir, supongo que bastante hechos polvo por el fallecimiento de su madre. Al final decidieron jugar.
Unos días muy luchados, un torneo muy intenso, partidos igualados, y al final, el premio del tercer puesto. Nada más terminar el partido los dos hermanos se fueron pitando hacia su padre, que estaba en un lateral de la pista, y él se abrazó ("se abarcó" dicen en mi pueblo) a los hijos, los tres llorando y mirando al cielo, dedicando el triunfo a su madre y esposa. Yo yo en mi casa pelando una naranja y emocionado, con un nudo en la garganta y dando hipíos como un tonto... Lo que realmente importa es la gente que queremos, eso está por encima de todo, eso es lo que permanece y no las medallas. Qué fácil y qué emocionante.
Y al día siguiente me cuentan que John Barry ha muerto; el creador de bandas sonoras inolvidables, como "Bailando con lobos". Cuando ya me había pasado al basket pedía a los Reyes los cassettes de esas músicas de películas, buscaba y encontraba en las carátulas el nombre de John Barry, chiquitito, escondido enre títulos y rótulos de actores estrella. Para mi es ante todo el creador de la melodía de Memorias de África, una de las bandas sonoras de mi vida, bella, serena, majestuosamente emocionante. Música que es paisaje de mis noches senegalesas y nigerinas, de mis sueños y mis sufrimientos más hondos. Notas y acordes que muchas veces se han hecho lágrimas que otros han comprendido y recogido.
Medalla para John Barry y los Entrerríos; pero no de metal, sino de admiración por la hermosura del trabajo hecho por amor y con el peso del amor. El estirón fue sólo por fuera... por dentro sigo siendo un niño con walkman y una melodía en el corazón.
Menos mal que el estirón sólo fue por fuera... si no, no te tendríamos en el clero secular... toda una suerte.
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