Han pasado un par de días desde que llevamos a José El Colorao a la residencia de Olivenza. Él es un personaje típico del pueblo, una de esas personas peculiares que en cuanto llegas te llama la atención: un hombre muy mayor, grande, con gorra y con un casette que va amenizando la calle con pasodobles toreros... En cuanto se trata un poco a José y se conoce su historia, en cuanto se ve cómo están sus piernas, el aspecto que tiene... se pregunta uno cómo hacer para que esté más atendido. Es soltero y en el pueblo llevan tiempo intentando convencerle para que se vaya a un sitio donde lo cuiden, mientras Eva, la trabajadora social, le va tramitando una plaza en Olivenza. Él firmó en su día, dice que ya se va, pero todos sospechamos que habrá problemas cuando llegue el momento: ¿cómo separarse de su pueblo, sus vecinos, los amigos del bar...? Qué difícil, qué duro para un anciano.
Y ese momento llegó el viernes pasado; con la plaza concedida y la maleta comprada y todo, José dice que no se va. Durante el fin de semana intentan hacerle entrar en razón, pero no hay manera. Van a hablar con él su sobrino, el juez de paz, y ni por esas. Eva está preocupada porque tiene una semana para aceptar la plaza; hablamos el martes, y el miércoles, el día D, bajo al ayuntamiento a verla y preguntarle. Está desazoná. Nos vamos a tomar un café y allí en el bar damos con los trabajadores de los pisos tutelados que están desayunando; entre todos urdimos el plan: hacemos que la enfermera Mari Carmen llame a José para supuestamente curarle la llaga de la pierna en el dispensario; ella finge que está peor y llama al médico, y Antonio, también compinchado con nosotros, le aconseja que se marche "a un sitio donde le puedan curar bien y por más tiempo". Mientras ellos actúan en el consultorio, nosotros, con ayuda de Loli, recogemos algunas cosas y llenamos la maleta, que todavía tiene las etiquetas puestas. Nos llaman y nos dicen que ha cedido, que vayamos a buscarle allí mismo. Cogemos el coche de Eva, montamos a José, y a Olivenza como las balas (ayer dijo que le llevaron la asistenta y el cura, como una pareja de la guardia civil).
Por el camino nosotros charlamos, él va en silencio en el asiento de atrás. Antes de salir ha soltado unas lágrimas que me dicen que intuye lo que está pasando. Al llegar lo dejamos en manos del personal para que vaya a comer, porque son casi las dos y media; mientras come subimos a su habitación, dejamos su maleta flamante, visitamos a otra persona y bajamos. Cuando llegamos al comedor está con un celador, ya levantado de la mesa; le digo a Eva que es mejor despedirse rápido y así lo hacemos. Allí de pie le dice al muchacho: "estos dos se creen que me han engañado porque el médico me ha dicho que tengo una pupina, pero yo he venido a ver cómo era esto, y veo que estaré en la gloria"... y le dio las gracias a Eva.
Es decir: nosotros pensando que lo hemos engañado por su bien y el tío SE ESTABA DANDO CUENTA DE TODO DESDE EL PRINCIPIO, con lo cual se quedó con nosotros de todas todas, ¡ja, ja, ja, ja, ja!
Gracias, Eva, por ser tan buena profesional. Y por hacer vida el cuento del buen samaritano (Lc 10, 30-36). Entre todos, por la fuerza de nuestra solidaridad, hemos hecho algo bueno y hermoso. Pero no nos lo creamos mucho: José ha decidido él solito, se ha dejado servir cuando ha querido... La libertad de las personas es su tesoro mayor; la dignidad es lo más grande. Cada cual recorre su propio camino, incluidos los más débiles. Que no se nos olvide.
ya estaba descuidado era mejor yervarlo a una residencia ayi estara bien y mejor cuidado a unque en la residencia de santana se estaba todo eldia peleando con la gente
ResponderEliminarGracias a tí, Cesar, a Eugenio, Conchi y Loli que supieron ayudarnos para conseguir lo que deseábamos.
ResponderEliminarÉl está mejor atendido allí y aunque las maneras de proceder hayan sido "diferentes" creo que ha merecido la pena.
cuando yo sea grande y viejito quiero que un cura como tú me lleve a Olivenza...
ResponderEliminara los toros.
Ojala todos los desprotegidos y personas mayores que viven solas, tuviesen alguien que velase por ellos.
ResponderEliminarEs penoso desprenderse de tus amistades, tu casa, tu pueblo......
pero no se puede vivir de espaldas a la realidad, así que César, ¡¡¡has hecho lo que debías!!! ayudar a esta persona a tener más calidad de vida.Ya se habituará.
Os felicito a todos por la labor que habéis hecho.
Me ha emocionado esta historia. Un beso muy fuerte, Kpayo.
ResponderEliminarCHAPO A TODOS LOQUE HICISTEIS POSIBLE QUE JOSE EL COLORAO ESTE EN UN SITIO MEJOR
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