La cruz ingresó cargada por adolescentes del internado, llegados de todo el Putumayo para poder estudiar; chicas y chicos muy pobres, indígenas bastantes de ellos, vulnerables. La habían decorado con dibujos que mostraban el horror que acometimos, como hilo conductor, durante toda la Semana Santa: la injusticia y la muerte en los abusos sexuales a los menores.
Cantábamos “Cristo te
necesita para amar”, hasta que esa gran cruz llegó al presbiterio, donde las
manos de los jóvenes la mantenían parada. Fueron saliendo chicas; una
señalaba una de las ilustraciones mientras otra hacía una petición breve y
rotunda: “por las niñas y niños que son abusados”, “por las mujeres maltratadas”
… después de cada oración, resonaban en la iglesia repleta fuertes martillazos:
clavos enormes hienden la madera, quebrantan los huesos de Jesús, crujen las
almas de los ultrajados.
Se unieron otras voces
adultas desde su sitio: “por las autoridades que no hacen nada” … “por todos
nosotros, indiferentes a ese sufrimiento” … Y cada vez, los golpes, crueles
y solemnes, sobre el silencio incómodo y aplastante, trasunto del mutismo que a
menudo nos infecta cuando conocemos situaciones de abuso, cuyo escenario
más frecuente es la propia familia del menor.
“¿Con qué personaje
de la Pasión podemos identificarnos cada uno de nosotros?” – pregunté en esta homilía de Viernes Santo.
Un relato que fue proclamado por voces femeninas y juveniles, y que vuelve a
ocurrir hoy; una historia de la que todos formamos parte… ¿Tal vez como
Judas, traicionando con ese machismo enquistado? ¿O como Pedro, que niega la
evidencia? O formando parte de una turba ciega y manipulada. O peor, lavándonos
las manos, “eso no es asunto mío, que lo resuelva la policía” …
En el frontis del
altar, esta frase: “Ama, cuida y protege la vida”. Necesitamos
desencadenar un cambio cultural para erradicar esta atrocidad, que fue
desgraciadamente naturalizada y recubierta con escombros del viejo patriarcado.
Lo primero es afrontarla, mirar la cruz sin miedo, con decisión. Basta
ya de eufemismos y de disimulos cobardes. El madero de la tortura está elevado y
no admite paliativos.
Los seguidores de
Jesús se fueron acercando a la cruz para venerarla. Todos la tocaron. Unos
se arrodillaban; otros besaban las heridas santas de nuestros niños y niñas;
otros abrazaban esas laceraciones interiores de tantas vidas infantiles
destrozadas; muchos lloraban, impactados por la ferocidad con que el egoísmo
humano sigue matando a Jesús hoy. Desde donde estaba sentado, yo podía ver y
dejarme impactar por lo que cada persona desprendía.
Adorar, inclinarse,
servir. Acariciar y lavar con reverencia los pies manchados de sangre inocente.
Armados con la ternura, “el camino elegido por los hombres y
mujeres más fuertes y valientes” (FT 94) para atrevernos a compartir ese
dolor sin nombre, como Iglesia que se acerca, que escucha, que vuelve real el
amor del Cordero sacrificado, del Siervo humilde.
Pero también hay que levantar la voz. Gritar que en la
cruz de Jesús están clavados muchos niños, niñas, adolescentes, mujeres;
maltratados, violados, denigrados. Hay que incluir esta realidad en los
programas de formación de agentes pastorales, en las capacitaciones de profesores,
papás y mamás, en reuniones parroquiales, en las visitas a las comunidades… Es
urgente denunciar, ponerse de pie, alzar la mano con la vela prendida, sin
dudar, sin fisuras, juntos.
Hemos servido el pan consagrado el Jueves, como prescribe
la liturgia. Era una única gran torta de pan ácimo que partimos y compartimos, cuyos
pedazos, un día después, estaban más duros; un pan difícil de tragar. Duele comulgar
con el Cristo roto, absolutamente destruido en tantos pequeños indefensos.
Es difícil seguir a Jesús encarnado en esta humanidad fracasada, que sin
embargo Él contempló siempre preñada de esperanza. Cuesta entender, pero hay
que comprometerse. Feliz Pascua.
Gracias, importante vivir el Viernes Santo hoy: hay muchos Cristos sufrientes y muchos que mueren antes de tiempo. Qué hacemos nosotros frente a ello?
ResponderEliminarMis felicitaciones de Pascua de Resurrección, y la Vida vencerá.
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