Amanece este 31 de diciembre en Mérida, relajado y calentito. Desde muy temprano mi reloj corporal me pone en marcha, leo un rato en el silencio tranquilo de la madrugada, dormito...
Pronto se despereza la cafetera, mi padre vacía el lavavajillas con los cascos puestos, mi hermana Susana aparece legañosa en pijama; la cocina es el lugar de encuentro desde siempre en mi casa. Maquinamos los últimos reyes que quedan por encargar, cotilleamos, nos contamos batallas y cacareamos hasta que empiezan a desfilar mis sobrinos, zombis: primero Luis, el mayor, descalzo; a Guille lo acarreo por el pasillo y le planto el colacao; Manuel con un cardenal en la rodilla por un porrazo de ayer; Carlete, algo malito, se toma un actimel...
Después de desayunar hay sesión de dibujos en la tele. Con el soniquete de Doraemon de fondo y el ordenador en las rodillas contemplo sus caras de concentración y pienso en este 2011 que termina: el proyecto parroquial, la crisis, el 15 M, los Ejercicios, los cambios de gobierno, la JMJ y sus efectos colaterales, las personas que quiero, mis pueblos, el trabajo, estudiar, la gente... ¡Cuánta vida! ¡Qué hermosura de camino! Me siento agradecido y abrumado a partes iguales.
Ahora Phineas y Ferb; mi madre comenta la lista de las compras de hoy, se oye el secador por allí dentro. ¿Qué nos deparará el 2012? ¿Cómo serán sus paisajes, qué cualidad tendrá su tiempo, a qué sabrán sus días? El sol se derrama sobre el edificio de enfrente, una risa sale del sillón orejero. Gracias, Dios mío, por esta nueva oportunidad. Gracias por la seguridad de que en el nuevo año los tendré a ellos.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
sábado, 31 de diciembre de 2011
martes, 27 de diciembre de 2011
COMPAÑEROS
Y es que mis auténticos compañeros son los salesianos; aquellos que iniciamos juntos la aventura de la congregación en el prenoviciado y en el noviciado, quienes el mismo día pronunciamos los primeros votos (allá por ¡1991!) y temblamos al unísono en la hora decisiva de la ordenación como curas. Hemos crecido de la mano, hemos compartido mil experiencias y anécdotas, conocemos nuestras debilidades, nuestras manías y aspiraciones, si somos desastrados o hacemos la cama, si roncamos o nos huelen los pies.
¡Qué alegría lograr juntarnos para echar un rato los de mi curso! Fue ayer en Sevilla. No estábamos todos: hay varios con los que perdimos contacto, otro estaba de vacaciones con sus padres, alguno ha sido "adoptado" por gente más afín y otro siempre está trabajando y no suele aparecer. Pero allí estábamos; la mayoría sigue como salesiano y los restantes nos hemos ido; yo a la diócesis y otros a emprender diferentes proyectos vitales.
Inmediatamente notamos que la "química" sigue intacta, nos queremos casi tan instintivamente como montar en bicicleta, y eso es fabuloso. Sentados frente a unas berenjenas con salmorejo en el edificio Viapol nos ponemos al día, comentamos historias de ayer y de ahora, compartimos por dónde y cómo van las cosas de cada cual. Espontáneamente, como en el comedor de Sanlúcar o del Teologado; con la familiaridad propia de nuestra raíz salesiana, macerada y entrenada durante años hasta ser un reflejo.
Todos rozamos los 40 (yo ayer era el mayor...), y ya hemos respirado suficiente como para saber que nuestros sueños de postnovicios se estrellan cada mañana con la realidad... pero que, al mismo tiempo, la vida es tan simplemente hermosa que merece la pena seguir apostando por Jesús y su Evangelio. Fuimos un curso que generó enormes expectativas, pero curiosamente hoy por hoy otros parecen más valorados y tienen "cargos" más "importantes"... No pasa ná. Ya sabemos que la infantería es tan decisiva como los del puesto de mando, que cuando tropiezan se caen "con to el artesonao"...
Qué feliz y qué orgulloso me siento de conservar a mis compañeros. De verdad. Es mucho y muy grande lo que nos une. Lo pasamos ayer tan bien que hemos decidido dejar ya fijo este día; reencontrarnos nos recuerda quiénes somos: de la camada de nuestro Cipriano, inoculados para siempre de acaso un destello de su santidad pequeña pero fuera de serie. Ójala. ¡Va por vosotros!
jueves, 22 de diciembre de 2011
FELIZ NAVIDAD SIN ANESTESIA
Me refiero a la anestesia del “bienestar”, que nos adormeció atiborrándonos de cosas, muchas sobrantes y postizas, hasta el punto en que nos pareció que lo teníamos todo hecho, que la vida era así y estaba bien.
Ahora llega la crisis, sube el paro, nos tenemos que achuchar, miramos de reojo los temidos “recortes”… y despertamos. ¿Habrá que pagar el médico o el colegio? ¿El Estado ya no nos va a resolver el problema de la dependencia? ¿Tendremos pensiones? Toda una generación sólo ha conocido la abundancia, y ahora no nos cuadra la certeza de que todo tiene irremediablemente que cambiar.
Despertamos y nos duele. Como cuando nos sacan una muela y se nos pasan los efectos de la anestesia; confiábamos ciegamente en la economía de mercado, en el “bienestar” material… y ahora vemos con dolor la realidad, que la vida no es así de fácil, que sólo tener no nos da seguridad ni felicidad, que hay mucha gente pasándolo fatal y que por lo visto se nos avecina un 2012 complicado.
A lo mejor esta “inseguridad” un poco desconocida nos ayuda a vivir la Navidad de manera más auténtica; Jesús nació en la indigencia, en la escasez… Quizá para que entendamos que hay cosas mucho más importantes que acumular y consumir, que el verdadero “bienser” consiste en amar y servir a los otros, y eso da una seguridad que no depende de la cuenta corriente. Navidad es intuir que a Dios lo encontramos mirando precisamente a los que no tienen nada y haciéndonos solidarios con ellos, y este año lo podemos tener un poco más fácil.
FELIZ NAVIDAD. Os deseo de corazón felicidad de la buena, especialmente en el nuevo año. Alegría con los ojos abiertos y el corazón cercano a quienes sufren.
Ahora llega la crisis, sube el paro, nos tenemos que achuchar, miramos de reojo los temidos “recortes”… y despertamos. ¿Habrá que pagar el médico o el colegio? ¿El Estado ya no nos va a resolver el problema de la dependencia? ¿Tendremos pensiones? Toda una generación sólo ha conocido la abundancia, y ahora no nos cuadra la certeza de que todo tiene irremediablemente que cambiar.
Despertamos y nos duele. Como cuando nos sacan una muela y se nos pasan los efectos de la anestesia; confiábamos ciegamente en la economía de mercado, en el “bienestar” material… y ahora vemos con dolor la realidad, que la vida no es así de fácil, que sólo tener no nos da seguridad ni felicidad, que hay mucha gente pasándolo fatal y que por lo visto se nos avecina un 2012 complicado.
A lo mejor esta “inseguridad” un poco desconocida nos ayuda a vivir la Navidad de manera más auténtica; Jesús nació en la indigencia, en la escasez… Quizá para que entendamos que hay cosas mucho más importantes que acumular y consumir, que el verdadero “bienser” consiste en amar y servir a los otros, y eso da una seguridad que no depende de la cuenta corriente. Navidad es intuir que a Dios lo encontramos mirando precisamente a los que no tienen nada y haciéndonos solidarios con ellos, y este año lo podemos tener un poco más fácil.
FELIZ NAVIDAD. Os deseo de corazón felicidad de la buena, especialmente en el nuevo año. Alegría con los ojos abiertos y el corazón cercano a quienes sufren.
lunes, 19 de diciembre de 2011
MASAJE INTERIOR
Todavía llevo la ropa con la que he salido esta mañana a la campaña del kilo, ¡qué gozada! Salí hoy algo mantujo, pero me siento como después de dar un largo paseo por el campo. Es estupendo que el equipo de Cáritas se haya movilizado; es fenomenal estar con la gente joven, varios de confirmación y de la JEC... María Jesús, María y Jesús (sí, son tres, jejeje) con ganas de reir desde temprano, en el troncomóvil de Mari, ella peleando con el casette arcaico para poner villancicos mientras toca el pito para avisar que hoy es cuando hay que colaborar para que los sin techo del Centro Hermano de Cáritas vivan un poco mejor.
Yo la verdad recojo poca cosa, en parte porque me da vergüenza pedir y en parte porque aprovecho para meterme en un montón de casas a saludar, besar, "¿cómo está usté?", "¿qué tal vamos?", etc. Hemos ido por Los Barrios, pero la jornada es como una cata de sandía, como tomarle el pulso a mi querido pueblo; arriba en Los Clementes, varia gente mirando de reojo a la Navidad que se acerca, Remedios que ayer fue a verla la asistenta ("qué buena muchacha es, mire usté"), Ana la mudita que tiene las pernas mejor... En Los Salgueros he visto a los abuelos de Tetule y a María un poco depre, sin quererse levantar; he entrado a saludar a los marroquíes, que me han enseñado su casa, me han invitado otro día a cuscús y a tomar el té... y me han dado algo para la campaña (...) y una rama de dátiles que ¡estaban deliciosos!
Ese sabor se me ha vuelto amargo en el paladar al bajar la calle 21 y echar un rato con Juan; asistir al derrumbe interior de una persona rota es algo que me araña las entretelas... le abrazo simplemente, rodeado de los escombros de su vida, siento que está Dios ahí pero no sé muy bien qué hacer... En la casa de al lado paso a Maxi con su chichón, y luego a Catalina junto a la candela y ya a la parroquia, a clasificar y ordenar alimentos, productos de limpieza y ropa interior masculina; aunque había algún calzoncillo que no ha superado el "control de calidad", la verdad es que la gente ha comprendido lo que se pedía y ha respondido muy bien, como siempre.
El salón parroquial sembrado de cajas; Claudia va recogiendo las bolsas vacías, siguen las risas y las comparaciones ("el año pasado había más - no, menos", etc), y yo pienso que, en vez ir a comprarme unos zapatos, como dice la canción de Tontxu, a mí me basta con salir a guardarme en el corazón algún gramo de los grandes kilos de generosidad de mis vecinos que, cuando comparten, me ayudan a ser feliz sin saberlo. Relajado como el que sale de un masaje, acurrucado por las endorfinas de la bondad.
Yo la verdad recojo poca cosa, en parte porque me da vergüenza pedir y en parte porque aprovecho para meterme en un montón de casas a saludar, besar, "¿cómo está usté?", "¿qué tal vamos?", etc. Hemos ido por Los Barrios, pero la jornada es como una cata de sandía, como tomarle el pulso a mi querido pueblo; arriba en Los Clementes, varia gente mirando de reojo a la Navidad que se acerca, Remedios que ayer fue a verla la asistenta ("qué buena muchacha es, mire usté"), Ana la mudita que tiene las pernas mejor... En Los Salgueros he visto a los abuelos de Tetule y a María un poco depre, sin quererse levantar; he entrado a saludar a los marroquíes, que me han enseñado su casa, me han invitado otro día a cuscús y a tomar el té... y me han dado algo para la campaña (...) y una rama de dátiles que ¡estaban deliciosos!
Ese sabor se me ha vuelto amargo en el paladar al bajar la calle 21 y echar un rato con Juan; asistir al derrumbe interior de una persona rota es algo que me araña las entretelas... le abrazo simplemente, rodeado de los escombros de su vida, siento que está Dios ahí pero no sé muy bien qué hacer... En la casa de al lado paso a Maxi con su chichón, y luego a Catalina junto a la candela y ya a la parroquia, a clasificar y ordenar alimentos, productos de limpieza y ropa interior masculina; aunque había algún calzoncillo que no ha superado el "control de calidad", la verdad es que la gente ha comprendido lo que se pedía y ha respondido muy bien, como siempre.
El salón parroquial sembrado de cajas; Claudia va recogiendo las bolsas vacías, siguen las risas y las comparaciones ("el año pasado había más - no, menos", etc), y yo pienso que, en vez ir a comprarme unos zapatos, como dice la canción de Tontxu, a mí me basta con salir a guardarme en el corazón algún gramo de los grandes kilos de generosidad de mis vecinos que, cuando comparten, me ayudan a ser feliz sin saberlo. Relajado como el que sale de un masaje, acurrucado por las endorfinas de la bondad.
jueves, 15 de diciembre de 2011
LAS MAESTRAS DE OLIVENZA NO SON COMO LAS DEMÁS
¡Qué buenas maestras tuvimos anoche en la reunión de la coordinadora de zona de pastoral con jóvenes! Nos explicaron primorosamente qué es, cómo se hace y cómo se utiliza el PPV, el "proyecto personal de vida", que es una herramienta que intentaremos utilizar para que nos ayude en el acompañamiento de nuestros muchachos, junto con la garlopa y el martillo.
¡Cuánto saben la Princesa y la profe María! Nos embrocaron un powerpoint macanudo y, aunque en algún momento pusimos cara de vaca, yo creo que nos enteramos bien del asunto. María trabaja en el colegio diocesano de Olivenza (Paco López Valdeón, si estás leyendo esto, fíate de mí y haz fija a María, que es muy lista, tiene unas gafas muy chulas y además le gusta este blog). Inma es la directora de la universidad popular de Olivenza (¡guauuuuuuuuuu!), una chica importante y bloguera (http://whatneedsay.blogspot.com/) que además siempre trae a las reuniones "modo-cena" unas téculas-méculas que están gloriosas...mmmmm. ¡Y me las trae a mí -solo-! Date cuenta.
Las dos son simpáticas, estupendas y militantes de la Acción Católica imperial (digo General, que me he equivocao). Y para mí ejemplo, junto con Maribel, Nacho, Ana, Gema... de esa rara especie de animador-a de jóvenes que cree en lo que hace, que lucha, que se parte la cara y, durante años, sin desfallecer, apuesta por la pastoral juvenil; aunque eso signifique irte a una reunión a treinta kilómetros de noche en invierno y lloviendo; a pesar de los aparentes fracasos y los cansancios más que aparentes.
Hacer una técula mécula oliventina es probablemente más difícil que hacer el PPV, o que animar a un joven a que se ponga a ello. Pero el resultado es igual de gustoso y nutritivo. Y compartir la receta con vosotras y con los demás compañeros es un privilegio y una suerte que me alimenta la motivación y el compromiso.
En resumidas cuentas: la técula siguiente es para mí. Creo que me la he ganado, Nacho, ¿no?
¡Cuánto saben la Princesa y la profe María! Nos embrocaron un powerpoint macanudo y, aunque en algún momento pusimos cara de vaca, yo creo que nos enteramos bien del asunto. María trabaja en el colegio diocesano de Olivenza (Paco López Valdeón, si estás leyendo esto, fíate de mí y haz fija a María, que es muy lista, tiene unas gafas muy chulas y además le gusta este blog). Inma es la directora de la universidad popular de Olivenza (¡guauuuuuuuuuu!), una chica importante y bloguera (http://whatneedsay.blogspot.com/) que además siempre trae a las reuniones "modo-cena" unas téculas-méculas que están gloriosas...mmmmm. ¡Y me las trae a mí -solo-! Date cuenta.
Las dos son simpáticas, estupendas y militantes de la Acción Católica imperial (digo General, que me he equivocao). Y para mí ejemplo, junto con Maribel, Nacho, Ana, Gema... de esa rara especie de animador-a de jóvenes que cree en lo que hace, que lucha, que se parte la cara y, durante años, sin desfallecer, apuesta por la pastoral juvenil; aunque eso signifique irte a una reunión a treinta kilómetros de noche en invierno y lloviendo; a pesar de los aparentes fracasos y los cansancios más que aparentes.
Hacer una técula mécula oliventina es probablemente más difícil que hacer el PPV, o que animar a un joven a que se ponga a ello. Pero el resultado es igual de gustoso y nutritivo. Y compartir la receta con vosotras y con los demás compañeros es un privilegio y una suerte que me alimenta la motivación y el compromiso.
En resumidas cuentas: la técula siguiente es para mí. Creo que me la he ganado, Nacho, ¿no?
domingo, 11 de diciembre de 2011
UN AMIGO DE 95 AÑOS
El verano pasado Saturnino tuvo un percance en la calle junto a su casa: un coche, casi parado, le golpeó sin querer. Se cayó, largo, frágil; el parte médico: un gran chichón en la cabeza, la pierna perjudicá y una especie de solidificación de la ancianidad sobre sus hombros. Pareció que gastaba una de sus siete vidas y se recuperaba, pero la verdad es que no ha vuelto a ser el mismo desde entonces.
Le visito, junto a su esposa Agustina, desde que llegué a Santa Ana, y ya he hablado de él (ver la entrada del 27 de octubre de 2010): es quien me aconsejó "gatearme el pueblo" y procuro hacerle caso. Es siempre un encuentro muy agradable; Saturnino (que en realidad se llama Gonzalo) me habla de la guerra, de las estrecheces de antes, de lo malo que era tal sargento de los grises o de las procesiones hace medio siglo. Yo le pregunto cosas del pueblo y contesta con seguridad y modestia, como si la sabiduría de los años le hubiera revestido de gracia y moderación.
Ha sido durante mucho tiempo el dueño del "salón", bar de vinos a mediodía, de partidas de cartas y partidos televisados en los sesenta, pero también lugar de celebraciones santaneras: bodas, nochevieja... Espacio humilde y entrañable de fiestas sencillas y encendidas, y por tanto testigo de la pequeña historia de mi pueblo. Saturnino es guardián de confidencias, amores, proyectos y fracasos; compañero de todos y memoria viva de Los Barrios.
Cuando llego, me encanta comprobar cómo se alegra de verme en su casa; pocas cosas son tan estimulantes como sentirse esperado. Se marcha con su bastón y su paso lento a la cocina y vuelve con una botella rellena de un vino "especial" que hace a su hijo Kiko ir a buscar a Puebla de Sancho Pérez (y llevarlo con él, claro) y que dice que me reserva. Realmente está buenísimo, sobre todo acompañado del lomo que Agustina nos parte. Y así la conversación rebosa risas, porque caen un par de buenos vasos, que para eso -dice él - estoy en la edad propia ("cagoendiez, cuarenta y un años, quién los pillara").
El día que estuvo Nemesio aquí, pasamos un momento a ver a Saturnino porque llevaba días un poco decaído. Le dijo de mí que soy buen cura, pero que "más que nada, es un amigo", y me dejó sin palabras. Bajé a casa no dando tumbos (como cuando regreso de las visitas con medio litro de tinto en el coleto), sino adobado por el orgullo de merecer semejante piropo de alguien tan especial: amigo.
Le visito, junto a su esposa Agustina, desde que llegué a Santa Ana, y ya he hablado de él (ver la entrada del 27 de octubre de 2010): es quien me aconsejó "gatearme el pueblo" y procuro hacerle caso. Es siempre un encuentro muy agradable; Saturnino (que en realidad se llama Gonzalo) me habla de la guerra, de las estrecheces de antes, de lo malo que era tal sargento de los grises o de las procesiones hace medio siglo. Yo le pregunto cosas del pueblo y contesta con seguridad y modestia, como si la sabiduría de los años le hubiera revestido de gracia y moderación.
Ha sido durante mucho tiempo el dueño del "salón", bar de vinos a mediodía, de partidas de cartas y partidos televisados en los sesenta, pero también lugar de celebraciones santaneras: bodas, nochevieja... Espacio humilde y entrañable de fiestas sencillas y encendidas, y por tanto testigo de la pequeña historia de mi pueblo. Saturnino es guardián de confidencias, amores, proyectos y fracasos; compañero de todos y memoria viva de Los Barrios.
Cuando llego, me encanta comprobar cómo se alegra de verme en su casa; pocas cosas son tan estimulantes como sentirse esperado. Se marcha con su bastón y su paso lento a la cocina y vuelve con una botella rellena de un vino "especial" que hace a su hijo Kiko ir a buscar a Puebla de Sancho Pérez (y llevarlo con él, claro) y que dice que me reserva. Realmente está buenísimo, sobre todo acompañado del lomo que Agustina nos parte. Y así la conversación rebosa risas, porque caen un par de buenos vasos, que para eso -dice él - estoy en la edad propia ("cagoendiez, cuarenta y un años, quién los pillara").
El día que estuvo Nemesio aquí, pasamos un momento a ver a Saturnino porque llevaba días un poco decaído. Le dijo de mí que soy buen cura, pero que "más que nada, es un amigo", y me dejó sin palabras. Bajé a casa no dando tumbos (como cuando regreso de las visitas con medio litro de tinto en el coleto), sino adobado por el orgullo de merecer semejante piropo de alguien tan especial: amigo.
jueves, 8 de diciembre de 2011
"MADUREZ"
He ido el otro día con un grupo de chavales de confirmación a ver la última peli de la saga de "Crepúsculo", sí, esos vampiros que se convierten en lobos, se echan novias humanas... El filme (como diría con propiedad algún profesor mío) es malísimo de la muerte (nunca mejor dicho); estar allí, rodeado de adolescentes hormonados me hizo sentirme mayor, y, como otras veces, me sorprendí pensando sobre eso de la "madurez".
¿Existe la madurez? No estoy del todo seguro; es algo desde luego pensable, pero a lo mejor Gorgias tiene razón y es al mismo tiempo inalcanzable o incognoscible, como un horizonte que se aleja a medida que caminamos y que dudamos de que sea real.
En caso de que existiera, la "madurez" podría consistir en algunas cosas como éstas:
- Hablar cada vez menos; noto que voy aprendiendo a callar, aunque es difícil. Pensarlo bien antes de decir; callar lo que no necesitan saber... No dar explicaciones si no me las piden, y desde luego no preguntar.
- Darme cuenta: "esto ya lo he vivido", o sea, acumular experiencia de manera consciente. Saber "cómo van" las cosas...
- Saber escucharme y coscarme de cuándo estoy cancamurrioso, de cuándo necesito descansar...
- Tener memoria efectiva: en los momentos malos acordarme de que estuve OK y lo estaré de nuevo; y en "la cresta de la ola" recordar cuando estuve abajo para que no se me suban los humos.
- Ver las trampas que me pongo a mi mismo e intentar no caer. Y si caigo, no justificarme.
- Relativizar los "éxitos" y los fracasos (sin comillas) y ser impermeable a los comentarios: ni soy tan malo cuando me critican ni tan bueno cuando me alaban. Reírme sanamente de mí mismo.
- Aceptar que la vida no es, en buena medida, como nos la habíamos imaginado; madurez significa, creo yo, aceptarme tal y como soy, estar en mi verdad.
- Tener paciencia. Saber esperar sin acelerar, sin precipitarme... Sí, la madurez es básicamente la destreza de la paciencia.
Pero no sé, lo más probable es que la "madurez" sea algo virtual o novelesco, y que no exista. Como los vampiros.
¿Existe la madurez? No estoy del todo seguro; es algo desde luego pensable, pero a lo mejor Gorgias tiene razón y es al mismo tiempo inalcanzable o incognoscible, como un horizonte que se aleja a medida que caminamos y que dudamos de que sea real.
En caso de que existiera, la "madurez" podría consistir en algunas cosas como éstas:
- Hablar cada vez menos; noto que voy aprendiendo a callar, aunque es difícil. Pensarlo bien antes de decir; callar lo que no necesitan saber... No dar explicaciones si no me las piden, y desde luego no preguntar.
- Darme cuenta: "esto ya lo he vivido", o sea, acumular experiencia de manera consciente. Saber "cómo van" las cosas...
- Saber escucharme y coscarme de cuándo estoy cancamurrioso, de cuándo necesito descansar...
- Tener memoria efectiva: en los momentos malos acordarme de que estuve OK y lo estaré de nuevo; y en "la cresta de la ola" recordar cuando estuve abajo para que no se me suban los humos.
- Ver las trampas que me pongo a mi mismo e intentar no caer. Y si caigo, no justificarme.
- Relativizar los "éxitos" y los fracasos (sin comillas) y ser impermeable a los comentarios: ni soy tan malo cuando me critican ni tan bueno cuando me alaban. Reírme sanamente de mí mismo.
- Aceptar que la vida no es, en buena medida, como nos la habíamos imaginado; madurez significa, creo yo, aceptarme tal y como soy, estar en mi verdad.
- Tener paciencia. Saber esperar sin acelerar, sin precipitarme... Sí, la madurez es básicamente la destreza de la paciencia.
Pero no sé, lo más probable es que la "madurez" sea algo virtual o novelesco, y que no exista. Como los vampiros.
sábado, 3 de diciembre de 2011
HIYAB MOJADO DE LÁGRIMAS
El episodio ya contado aquí hace un par de meses (ver entrada del 19 de septiembre titulada "El peculiar aroma del agradecimiento") ha tenido una singular continuación. La vida es a veces tan sencillamente hermosa que me estremece.
Nuestros amigos marroquíes han encontrado una casa que les venía mejor y se han mudado a los Salgueros, el más próximo de los "barrios" altos del pueblo. Pero claro, era una casa sin amueblar; alguien me lo comentó: "¿y si desde Cáritas les echamos una mano?". Pero yo voy conociendo mi pueblo y le dije: "Espera, que ya verás como no hace ni falta".
Tres o cuatro días y... corchete hervete. Sus nuevos vecinos se movieron con rapidez: braseros, mantas, bombona... Pero no sólo ellos, mucha gente del pueblo se unió a la ola de generosidad espontánea: camas, una tele, un catre, un mueble, sillas, una mesa... Así de fácil, sin necesidad de pedir ni de airear, es una heroicidad modesta pero valiosa. Cáritas también ayudó, claro: les pusimos el calentador.
Pasan sólo dos días más... y fallece inesperadamente la vecina de esta familia. El sofocón fue gordo. Y al día siguiente, en el entierro... Ismael y su esposa, con el hiyab puesto, en la iglesia dando el pésame, afectados como todos, con lágrimas en los ojos. Alguien me lo refirió por la tarde: "¡los moros en la iglesia!". "¡Pues claro!" - dije yo. "¡Es su vecina! Y la querían". Nos quejamos de que los entierros son meros actos sociales; y es cierto que probablemente en la iglesia hay buenas dosis de cumpli-miento... pero ¿no es como para sentirse orgullosos de que el templo cristiano sea el escenario natural de demostraciones auténticas de solidaridad interhumana? ¿Acaso no es eso lo que querría Jesús?
Recuerdo haber entrado en varias mezquitas, sobre todo la gran mezquita de Niamey (Niger), con mi cruz al cuello; y no pasó nada, sólo me tuve que quitar las chanclas, como todo quisque. Los vecinos de los Salgueros han probado ya el pan marroquí; me han dicho que está muy bueno, creo que se sienten embargados por la gratitud. Realmente el sabor del amor derriba toda frontera.
Nuestros amigos marroquíes han encontrado una casa que les venía mejor y se han mudado a los Salgueros, el más próximo de los "barrios" altos del pueblo. Pero claro, era una casa sin amueblar; alguien me lo comentó: "¿y si desde Cáritas les echamos una mano?". Pero yo voy conociendo mi pueblo y le dije: "Espera, que ya verás como no hace ni falta".
Tres o cuatro días y... corchete hervete. Sus nuevos vecinos se movieron con rapidez: braseros, mantas, bombona... Pero no sólo ellos, mucha gente del pueblo se unió a la ola de generosidad espontánea: camas, una tele, un catre, un mueble, sillas, una mesa... Así de fácil, sin necesidad de pedir ni de airear, es una heroicidad modesta pero valiosa. Cáritas también ayudó, claro: les pusimos el calentador.
Pasan sólo dos días más... y fallece inesperadamente la vecina de esta familia. El sofocón fue gordo. Y al día siguiente, en el entierro... Ismael y su esposa, con el hiyab puesto, en la iglesia dando el pésame, afectados como todos, con lágrimas en los ojos. Alguien me lo refirió por la tarde: "¡los moros en la iglesia!". "¡Pues claro!" - dije yo. "¡Es su vecina! Y la querían". Nos quejamos de que los entierros son meros actos sociales; y es cierto que probablemente en la iglesia hay buenas dosis de cumpli-miento... pero ¿no es como para sentirse orgullosos de que el templo cristiano sea el escenario natural de demostraciones auténticas de solidaridad interhumana? ¿Acaso no es eso lo que querría Jesús?
Recuerdo haber entrado en varias mezquitas, sobre todo la gran mezquita de Niamey (Niger), con mi cruz al cuello; y no pasó nada, sólo me tuve que quitar las chanclas, como todo quisque. Los vecinos de los Salgueros han probado ya el pan marroquí; me han dicho que está muy bueno, creo que se sienten embargados por la gratitud. Realmente el sabor del amor derriba toda frontera.