viernes, 25 de noviembre de 2016

SOLO QUIEN AMA VUELA


El año pasado, Cristina fue con sus amigas de minivacaciones al Cuzco y a Machu Picchu. Durante la estancia, para los traslados a unos sitios y a otros, hay que agarrar combis y carros, normalmente mezclándose con grupos de gente joven que viaja en plan económico. En una de las paradas, no recuerdo si para comprar artesanía o para ver algún monumento, un chico se le acercó y le habló.

Fue el sábado 3 de octubre de 2015, a las 14:50 aproximadamente. Lo digo porque si entras en el whatsapp de Fernando, ves que lo tiene puesto en su estado. En aquel mismo momento él supo que Cristina era la mujer de su vida. No hablo del clásico flechazo no, creo que es más que eso: como una certeza del corazón, que desde ese momento se pone a volar.

Y vaya si voló. Como que es piloto de helicópteros de las FAP (Fuerza Aérea del Perú). En cuanto Cristina regresó a Mendoza, ese fin de semana, Fernando encontró un vuelo militar de esos que llevan la carga en el centro tapada con una red, y se presentó acá. Ahí, sin pensarlo, dejándose llevar por la corriente del amor, que te hace despegar y planear. Cristina me lo contó soprendida y halagada: "¡que viene a Mendoza!". A mí me pareció un gesto muy bonito y galante.

Por supuesto, Fernando no se alojó en la parroquia, le buscamos hospedaje en casa de Miss Amelia. Pero siguió nuestro ritmo, almorzó con nosotros... Vino a la aldea y jugó con los niños como si los conociera de toda la vida. Muy sencillo, de trato agradable y fácil, de buena conversación. Nada creído para ser un piloto de élite de las FAP, ¿eh? Y totalmente decidido a conquistar a Cristina. "Ve, pasea con él, dale una oportunidad, nada puedes perder", le dije yo, pero creo que ella estaba ya un poco persuadida por su convicción sin fisuras.

Así la chispa voló del uno a la otra. Quedaba pasar un fin de semana solos, para conocerse, para aprender el tono de su voz al natural y no por teléfono, para exponerse a la emoción de una maniobra arriesgada en el aire, para fraguar la amistad en un amor de altura. Ahí hubo que armar un operativo de camuflaje fino y necesario, porque nadie podía enterarse. Y mereció la pena. Desde entonces, mensajes, llamadas, canciones, risas, cantidad de risas, puestas de sol, algún enfado, superación en sinceridad, perdón... y mucha fe. Tragos de felicidad, en definitiva.

Y también proyectos. Que exigirán dolorosas renuncias y grandes riesgos, como las piruetas en el cielo. Pero solo quien ama vuela, como dice el verso de Miguel Hernández. El amor hace capaz de todo, impulsa a las mayores locuras y hace vivir de verdad. Hoy que te has ido, Cristina, es el día para escribir esta historia que hace tiempo late en lo profundo de mi cariño por ti; hoy que es tu cumpleaños, Fernando, es el día para ofrecerte este trozo de vida que ambos me habéis permitido compartir. ¡Gracias y felicidades!

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL TÍO JEREMÍAS


- Padrecito, a partir de ahora el Jesús me va a ir reemplazando en algunas tareas como agente de pastoral de Chontapampa.
- Me parece muy bien, don Jeremías.
- No es que me vaya a retirar, ¿eh? Lo que pasa es que me siento un poco mayor para algunas cosas: las charlas de Bautismo, las lecturas de la liturgia...
- Claro, don Jeremías, no se preocupe. En la parroquia seguimos contando con usted.

¿"Un poco mayor"? El tío Jeremías tiene ni más ni menos que 88 años como 88 castaños. Lleva 28 como animador de la comunidad de Chonta; pocos si consideramos su edad. Es una persona con una vida larga y peculiar, que suscita respeto por su fidelidad a prueba de bomba, su humildad y sus ademanes de caballero. El otro día, almorzando en su casa, me contaba su historia con gran naturalidad.

"Así que usted empezó en la iglesia ya con 60 años" - le pregunto. "Así es, padre. Y ni se imagina cómo era antes de que el párroco me invitase a colaborar, un libertino". "No sería para tanto". Mientras tomamos la sopa que doña Zoila nos pone, me cuenta que tiene en total 21 hijos: "Dos hijos de mi libertad y el resto con mis dos primeras esposas, esta es la tercera". Diosito lindo, Yeremy Airons no ha perdido el tiempo, me digo, y temo que los plátanos munchillos que cuelgan del adobe de la pobre cocina me adivinen el pensamiento.

"Además me gustaba tomar, ahí gastaba la platita que ganaba en la carpintería y le daba mala vida a mi familia". Su esposa -la primera- se sacaba la mugre chambeando en la chacra y hacía casi magia para sacar adelante a la tropa de retoños que venían como salidos de una cadena de montaje. Hasta que aquella propuesta del sacerdote le hizo reaccionar: "Fui a un retiro, comencé el servicio a mi pueblo como catequista y de ahí no volví a ser el mismo". Algo vio mi compañero en Jeremías, y bastó darle confianza para ayudarle a cambiar. Qué simple y qué hermoso.

No come mucho, apenas pellizca un trozo de pecho de pollo. "No me encuentro últimamente muy bien, solo voy a la chacra un rato en las mañanas". "¿Qué? ¿Que sigue yendo a su chacra?". "Claro. A por mis yuquitas y a rodear mi café. Y tengo mis encargos de sillas y mesas". Jaja. Lo dice como disculpándose por no poder hacer más y me hace risa. "Usted ya ha trabajado bastante, ahora sus hijos le tienen que apoyar". "No creas, padre, no quiero ser una carga. Tengo unos campitos por ahí que iré vendiendo cuando haga falta. Y una vaca".

En la cancilla de la casa nos despedimos. Se llega caminando veinte minutos desde la plaza, subiendo y bajando cuestas, pero don Jeremías lo hace sin bastón. "Entonces así quedamos, padre, ¿di?". "¿El qué?". "Lo del Jesús, mi reemplazante". Sentado ya al volante me doy cuenta de que él, como tantos otros agentes de pastoral, es insustituible. Hombres honestos, robustos en sus limitaciones, leales y creyentes sólidos. Tesoros de nuestra parroquia, de nuestra iglesia peruana.

"Si falto alguna vez a la jornada en Mendoza, usted me disculpará, ¿verdad?". Don Jeremías solo se jubilará cuando le pongan el piyama de madera.

domingo, 13 de noviembre de 2016

154 MISAS EN 2 MESES


Ya sospechaba yo que podía rondar una cifra semejante, y no me he equivocado. Agarra uno el libro gordo de Petete y la programación canta: en septiembre y octubre hemos celebrado un total de 154 misas, a una media de 2,56 por día, jaja. Un registro imbatible (espero) para dos curas que patean una provincia entera, pero sobre todo un número que me hace pensar.

Pienso y no me siento precisamente orgulloso de la proeza. Un montón de misas son obligatorias, nos las solicitan por fiestas patronales, que en esta época del año se celebran en unos 17 pueblos. Otras son las eucaristías de domingo, fijas en las tres sedes parroquiales. Hay misas de honras, misas de aniversario, misas de salud, entierros... Muy a menudo la gente desea adornar o distinguir sus eventos institucionales, populares o familiares con un acto religioso, y eso, en los últimos años (comentábamos el otro día en Leymebamba) se ha "clericalizado", ya no basta un rezo o una liturgia, tiene que ir el padrecito a decir misa. Y si los párrocos nos resistimos, el personal se molesta y comienzan las llamadas a otros curas de fuera... Un par de veces han acudido hasta al obispo.

Resultado: vamos de un lado para otro, gastando muchísimo tiempo y esfuerzo en la eucaristía y los sacramentos. Y alguien dirá: "Pues eso es lo que tenéis que hacer, ¿no? Que para eso sois curas". Sí, pero no absolutamente. Hay otras muchas cosas que creo que deberíamos hacer y para las que no nos abastecemos: un trabajo serio en pastoral social con análisis de la realidad, pronunciamientos parroquiales, denuncia, acciones y trabajo en red; grupos comprometidos con el medio ambiente; apoyo a la mujer rural y a las pequeñas cooperativas campesinas; una pastoral familiar en condiciones, acercándonos a los convivientes y a las familias rotas; etc. etc. etc. Me sobran las ideas.

No es que los sacramentos no sean válidos para evangelizar y transformar, tienen su fuerza y cumplen su función. El problema es que con ellos llegamos a un cierto público, gente muy determinada y masas en algunos momentos puntuales. La misa te permite dirigirte a las personas y eso no hay que despreciarlo, pero son los que vienen nomás. Faltan otras iniciativas, otras reuniones, otros momentos con carga de primer anuncio, con aroma de salida y no de conservación.

La eucaristía es cada dos por tres instrumentalizada con fines económicos, políticos o devocionales, como parte de un tejido cultural donde la secularización tiene que andar todavía sus pasos. La percepción de lo religioso está aquí atravesada de significados antropológicos que van mucho más allá de la fe o de lo eclesial, y se adentran en cuestiones complejas como la cohesión de la comunidad, los grupos de poder o el estatus social. Y de todo eso los sacerdotes no podemos escapar, nos ponemos el alba y to palante. El asunto es que pasamos semanas sin casi quitárnosla.

¿Qué produce esto en mí? Pues según noto, un desgaste. Me veo como secuestrado por esta rutina, un poco mecanizado, repitiendo homilías, confesiones, yendo a almorzar... Para nosotros es una tarea fácil: la misa y ahí nomá, tac tac, sota caballo y rey. Y bastantes las programamos nosotros, en eso hacemos consistir las visitas relámpago a los pueblos. Me siento por momentos algo deshumanizado; ya sé que realizo un servicio que la gente aprecia, pero no puedo evitar la impresión de ser utilizado, y sobre todo cuando te insisiten con lo de: "Pero padrecito, si nosotros vamos a pagar".

De vez en cuando me sale esta queja: "los párrocos somos seres humanos, no somos máquinas, llegamos adonde podemos". En una reunión alguien dijo: "Los padres no son muñecos", y me hizo gracia por la precisión con la que esa persona (no recuerdo quién) describió lo que a veces pasa: pretenden llevarnos y traernos a un lugar y a otro, vestidos con nuestros trapos para que se bendiga este local o este vehículo, se venere esta imagen, se pida por un enfermo grave, se diga una misa... Hasta celulares he bendecido, jaja.

Y también me doy cuenta, con sorpresa y algo de roche, que con tantos festejos he descuidado cosas que para mí son importantes y me hacen bien porque me ayudan a pausar la vida y a privilegiar el encuentro con las personas: visitar a los viejitos y a mis niños de la aldea, dar ejercicios on line (que me encanta), preparar bonito las cosas (temas, charlas, reuniones, homilías, materiales...), contestar los correos de mis amigos, hablar con mis sobrinos por skype, buscar y descargarme libros para leer, escribir más seguido, tomar una cerveza e incluso hasta descansar... Y lo mejor: pasar tiempo con la gente sin más, sin "hacer nada", sin desempeñar un papel ni realizar ningún cometido, solamente estar, conversar, reír, bailar si es preciso y disfrutar de la compañía. Falta me hace.

martes, 8 de noviembre de 2016

LOS PIES MÁS HUMILDES


Siempre me impresionan los pies de los campesinos ancianos. En las visitas, junto a la pobreza de los banquitos de madera y las paredes de muesca, no puedo dejar de mirar esos pies que parecen prolongación de la tierra.

Son pies grandes, que creo jamás usaron zapatos; como mucho, sandalia o yanque. Erosionados por mil pasos en las duras labores agrícolas de la chacra al amanecer o bajo el fuerte sol de mediodía. Pies recios, expertos en cientos de desnudos kilómetros, duros, de uñas malogradas, indiferentes a la estética. Pies en apariencia insensibles a espinas, piedras, barros o aguas; pies como palos o como llantas humanas. Extraños en el cemento o el asfalto.

Me impactan y me hacen recordar uno de los poemas de Tagore en Ofrenda Lírica:

Tienes tu escabel, y tus pies descansan, entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Quiero inclinarme ante ti, pero mi postración no llega nunca a la cima donde tus pies descansan entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
El orgullo no puede acercarse a ti, que caminas, con la ropa de los miserables, entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Mi corazón no sabe encontrar su senda, la senda de los solitarios, por donde tú vas entre los más pobres, los más humildes y perdidos.

Si Dios tiene pies, son los de los pobres viejos campesinos de mi Perú.

jueves, 3 de noviembre de 2016

HOMILÍA EN TIEMPOS DE CORRUPCIÓN


Si te piden una misa para celebrar el aniversario de la creación política de la provincia de Rodríguez de Mendoza, las autoridades se exponen a escuchar una homilía como ésta:

Queridos hermanos (señor alcalde, subprefecto, comandante, regidores, miembros del poder judicial, sanitarios, profesores, autoridades…):

Estamos celebrando el aniversario de nuestra querida provincia, Rodríguez de Mendoza. Es un día de fiesta para felicitarnos por vivir en un lugar tan hermoso, con un precioso patrimonio natural y cultural y un pueblo guayacho que es famoso por su carácter acogedor y alegre. ENHORABUENA pues!

Hace 84 años que formamos no solo una entidad jurídica, sino una comunidad política. “Comunidad política” nos hace pensar en la política de partidos, pero es algo muy distinto: una comunidad humana, una provincia-familia que reconoce un legado común y proyecta un destino común. Un único camino para todos, una vida que vivir juntos cada mañana; un pedacito de Amazonas, una red de relaciones, una casa, una tierra que dejar a nuestros hijos.

Una comunidad política lo es de verdad cuando los representantes de la soberanía popular son elegidos democráticamente en procesos electorales limpios; cuando los poderes y autoridades actúan con autonomía pero en coordinación, respetando las reglas del estado de derecho; cuando las instituciones públicas funcionan al servicio del bien común y bajo el imperio de la ley.

Hemos de reconocer hermanos, que en nuestro país (que también es ahora el mío) todavía tenemos camino por delante para alcanzar una madurez institucional y democrática a la altura de lo que nuestro pueblo merece. Junto a la inseguridad ciudadana, la corrupción es percibida como el primer escollo que obstaculiza el crecimiento del Perú. Es un mal estructural que recorre de Puno a Tumbes todo el tejido social, económico, político e institucional, y nadie está a salvo; tenemos el reciente caso del asesor presidencial Carlos Moreno en ese turbio asunto de las privatizaciones de servicios de salud donde está envuelto incluso el Arzobispado de Lima… nada menos.

Es un fenómeno que contagia todos los niveles del Estado, desde el despacho del presidente de la República hasta el poder judicial, los gobiernos regionales, los alcaldes y los funcionarios. De hecho, según la Procuraduría Anticorrupción, hace un año, el 92% de los alcaldes del país (casi 1.700 de 1.841) estaban siendo investigados por presuntos actos de corrupción vinculados a diferentes delitos. Las pérdidas por corrupción ascienden a más 33.000 millones de soles al año, y en 2016 se estima que se ubicará entre un 3 y un 5% del PBI… unas 25 veces la cantidad destinada este año a programas sociales como Pensión 65 por ejemplo.

Tal vez sea bueno recordar las palabras de Pablo: “No hay autoridad que no venga de Dios, y los cargos públicos existen por voluntad de Dios”. Uuuf. Hermanos alcaldes, comisario, jueces, fiscales… su autoridad les viene de Dios, y ustedes están ahí en sus cargos por voluntad de Dios. Su servicio es sagrado. Los ciudadanos les han votado, pero Dios los ha elegido. Primero para que sirvan al pueblo, para que trabajen no en provecho propio, sino buscando el bien común. Saben que el poder da muchas satisfacciones, pero también, si lo ejercen con responsabilidad, es una cruz muy pesada y supone grandes sacrificios. No utilicen hermanos su autoridad para sacar ventaja, más bien déjense la piel para que la vida sea más humana, para que se respeten los derechos de todos, para que crezca el desarrollo y el bienestar, especialmente de los más desfavorecidos.

Segundo: Dios los ha elegido para que sean referentes. Ejemplos de integridad, de honradez y de buen hacer. Cada día vendrán con ofertas y proposiciones… no se dejen engañar por la seducción del dinero. No vale la pena. No coimeen a su alma. Ustedes son el brazo de Dios, el instrumento para que el Señor haga su obra. Sean recordados por justos, por generosos y por honestos. Es una puerta muy estrecha, como dice el evangelio; normalmente evitamos pasar por ella porque lo justificamos todo: “todo el mundo lo hace”, “nadie se va a enterar”, “total por una vez”… Y así, desde los distritos más pequeños y perdidos hasta los ministerios y palacio de gobierno, entre todos impedimos que nuestro país despegue. El año pasado, en la reunión del presupuesto participativo, una cifra se me quedó grabada: el 40% del dinero público no llega a su destino en el Perú… se queda en el camino, en los bolsillos de unos y de otros.

“Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas”. Esa es la clave, el secreto para vivir bonito unos con otros, para formar una auténtica comunidad que construye futuro. Portarse con el otro como a ti te gustaría que se portasen contigo. A todos nos invita el Señor a esto; a toditos sin excepción. A buscar el bien común saliendo de nuestro propio querer e interés. A todos. Y ustedes, señores autoridades (conmigo dentro), son los responsables de que esta sea la ley que domine nuestra vida.

Rodríguez de Mendoza es una gran provincia, un pueblo bello, una tierra de Dios. Es un honor ser sus autoridades. Por la intercesión de nuestro patrón San Nicolás pidamos al buen Dios que nos de claridad en la inteligencia y coherencia en el corazón. Para que nuestra provincia-familia, nuestra comunidad, avance hacia un futuro cada vez más luminoso, marcado por la justicia, el desarrollo integral y la protección de los más débiles.