sábado, 29 de octubre de 2016

DISCERNIMIENTO


Creo que se ha convertido en mi palabra favorita. Eso no significa que yo lo practique siempre, a veces me comporto como un verdadero cabeza hueca, pero al menos me doy cuenta, y lo hago cada vez más "en tiempo real".

Pasan los años y me parece más y más necesario. Y no tanto como un ejercicio o una táctica, sino como un reflejo que cada día debería arrancar en mí haciéndose poco a poco una segunda piel, un parpadeo del corazón que siente, piensa y decide.

Al principio de la jornada intento dedicarle un tiempito. Me pregunto cómo estoy, qué posos dejó el día de ayer, con qué sabor me levanto, por dónde camino, en qué cosas ando metido, cuál es la banda sonora de estos días de mi vida y la temperatura del viento en cuya dirección remo. Reviso las mociones -sentimientos, planteamientos, pensamientos, deseos...- que experimento y trato de interpretarlas como lenguaje de Dios.

El enemigo que está dentro de mí suele emplear parecidas trampas y engaños, las piedras en las que habitualmente tropiezo; pero el discernimiento me enseña a intuir el peligro, a percartarme cuando se encienden las luces de alarma y a poner en marcha las medidas adecuadas para no equivocarme, o al menos no demasiado.

Este vídeo, que he descubierto en la página de los jesuitas de España (www.jesuitas.es) lo explica magníficamente con muy pocas palabras y en algo más de un minuto. Lo recomiendo, el vídeo y el tesoro que muestra: el proceso permanente y creativo por el que aprendemos, de la mano de Dios, a vivir. El discernimiento.

lunes, 24 de octubre de 2016

SACUDIRSE EL BARRO DE LAS BOTAS


No todas las aventuras cuando salimos a los lugares más lejanos son tan emocionantes y agradables como a veces puede parecer. En ocasiones siento que me saco el ancho (es decir, me pego una paliza) por las puras (es decir, para nada). Como muestra, la última visita a Javrulot, Carabelí y Peñarol.

Ya empieza la cosa torcida cuando no vas al 100%, en este caso viajé con un fuerte catarro que todavía cuando escribo esto me tiene medio sordo de un oído porque creo ha evolucionado a sinusitis. Con el cuerpo a medio gas los lodos de la subida a Javrulot te minan las fuerzas, y más si la lluvia cae convirtiendo el sudor en caudal que te hace tiritar. Llegamos y...nada. Nos acercamos a una casa a descansar, pero no nos ofrecen ni agua; al rato llega Consuelo, la agente de pastoral, con el almuerzo en tapers, frío... mal presagio. De hecho, a la 1 del mediodía no hay nadie en la capillita de madera, que tiene una mesa, una silla y dos bancas. Llegarán unas diez personas pasados tres cuartos de hora; conversando descubrimos que en este pueblo simplemente no existe comunidad: nunca se reúnen, no hay liturgia los domingos... nada de nada.

Sorteando más lluvia pasamos a Carabelí. Don Bartolo no tiene esta vez sitio en su casa, así que me alojo en un cuarto de madera, sin water ni ducha. Cuando intento ir a bañarme a la quebrada me dicen que no, que el agua baja muy turbia de la altura, así que me indican un caño por donde sale un chorrito que la gente utiliza. Mientras tapo como puedo la entrada con un plástico, me sonrío al verme calato, esperando a que alguien llegue, rodeado de restos de sobrecitos de champú, botes de detergente vacíos y trozos de sandalias viejas... aaaay Diosito. Pero el agua fresquita me reanima, y buena falta me hará para la noche.

La Eucaristía es en la escuela. Como solo hay un cancionero, el profe se ofrece a fotocopiar las canciones en una multifunción. Cuando empezamos ha pasado casi una hora y todos (unas doce personas) tienen aspecto de dormidos, y ejercen como tales porque no contestan, no cantan, no reaccionan a los chistes, no responden a nada... y ni una sola persona recibe la comunión. También acá, en la conversa tras la misa nos confiesan que llevan meses y meses sin reunirse para nada. Vitalino, el agente de pastoral de Líbano que es mi compañero en esta gira, le habla e intenta animarles, pero los dos nos cruzamos miradas de perplejidad y desaliento.

Al día siguiente tocan otros 18 o 20 kilómetros de caminata. La visita es a Peñarol. Llegamos bastante tempranito, saludamos en un par de casas, todo el mundo nos ve pasar por la pampa... pero estaremos más de una hora esperando en la iglesia sin que aparezca nadie. Acá se junta un buen grupo de gente porque los maestros han llevado a los casi treinta niños de la escuela, y con ellos armamos una celebración más amena. Pero se ve inmediatamente que esta comunidad también está hecha cenizas: desunidos, desorganizados, ya ni se acuerdan de la última vez que se reunieron.

A todos les decimos que chau chau: los padres ya no vamos a regresar hasta que nos llamen. Iremos para alentar una vida, algo que existe antes de que lleguemos y continuará cuando nos vayamos. Iremos cuando estas comunidades logren celebrar su liturgia los domingos, cuando sus agentes de pastoral vayan a las jornadas de formación, cuando preparen para el Bautismo y la primera comunión y sean capaces de engendrar nuevos cristianos. Iremos cuando muestren interés por seguir a Jesús y necesidad de la Eucaristía. De otro modo, la visita del sacerdote es algo puntual e irrelevante, una anécdota rara en un día cualquiera del pueblo, a la que un grupo de curiosos van a llevar su agua para bendecir y observan cómo el cura se come la hostia.

Años de pasar como balas por estos lugares acumulando misas apresuradas, pero sin haber conseguido generar verdaderos procesos evangelizadores. Cristianos que, en lugar de comprometerse con la fe y con el Reino sin depender de nadie, sienten que asistiendo a la misita cada tres meses ya lo tienen todo hecho y no se mueven: hemos cosechado justo lo contrario de lo que pretendíamos. Por eso les hemos explicado que, en lugar de sacudirnos "el polvo de los pies" (Mt 10, 14), más bien nos sacudimos el barro de las botas.

Por el momento. Porque como parroquia habrá que cranear qué pasos dar, de qué maneras trabajar a partir de ahora. Yo no sé cómo se hace, pero así, no.

miércoles, 19 de octubre de 2016

DESMITIFICANDO AL MISIONERO


"Octubre es conocido en la Iglesia por ser el mes del Rosario y por ser el mes de las misiones". Así comienza el editorial que el semanario diocesano "Iglesia en Camino" dedica a los misioneros en el número del pasado 16 de octubre (http://www.meridabadajoz.net/iglesiaencamino/ic-1091-161016.pdf). Confieso que, al leerlo, he sentido una curiosa mezcla de rubor y orgullo, porque las cosas no son exactamente como figuran en el imaginario colectivo sobre los misioneros, que creo necesita un cierto lifting que depure ideas románticas de otras épocas.

"Los misioneros son la vanguardia de la evangelización, siendo los últimos están los primeros, porque así es el Evangelio". Pues... al menos en la diócesis de Chachapoyas no tanto. La parroquia tiene lugares de avanzadilla, que necesitan el primer anuncio, pero son tantísimos los compromisos de sacramentos y religiosidad popular, que no nos dejan casi tiempo para salir a evangelizar a los que apenas han oído hablar de Jesús. Nos dedicamos más bien a la pastoral de mantenimiento, y aún así nos las vemos y nos las deseamos para atender a todo.

"No buscan líos, pero casi siempre están metidos en follones porque las tierras a las que van no suelen caracterizarse por el desarrollo y la paz". El Perú es un país pacificado después de años de terrorismo, vivir donde vivimos no comporta especiales peligros. Si acaso, las carreteras con sus barros y abismos. Y alguna víbora. Y la tifoidea. Y...

"Van a anunciar el Evangelio, aunque muchos los identifican como promotores del desarrollo humano porque ya sabemos que el que dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano a quien sí ve, es un mentiroso" (...). "No son arquitectos, pero construyen escuelas y dispensarios; ni son ingenieros, pero muchas tierras pueden regarse gracias a las presas que realizan; ni son profesores, pero gracias a ellos los niños y niñas son escolarizados; ni médicos, pero si no fuera por ellos la sanidad no llegaría a muchos rincones de la tierra". Recuerdo que Ángel Maya me advirtió que Perú está en un nivel de desarrollo que le permite afrontar todas sus necesidades de sanidad, educación e infraestructuras. Hace veinte años, los misioneros pusieron muchas aguas potables, llevaron la luz a muchos pueblos, construyeron puentes y escuelas... Hoy ya no ya, eso lo hace (mal que bien) el estado. Pero siempre "la misión de evangelizar es, también, una misión de servicio al ser humano, sea cual sea su condición, identidad, cultura, idioma... (especialmente) a los desarraigados, a los olvidados, a los perdidos, a los marginados, a los enfermos, a los invisibles", como muy bien dice Pilar Rahola en su pregón del DOMUND (http://www.domund.org/2016/10/la-patria-del-corazon.html). Buenamente tratamos de acercarnos a las pobrezas de nuestro entorno: los ancianos, los jóvenes sin futuro, los niños abandonados, las familias desestructuradas...

"Son de aquí, aunque se hacen de allí para reír con los que ríen y llorar con los que lloran. No son francotiradores, ni van en su nombre a tierras lejanas, sino que son enviados por una iglesia local a otra que los acoge porque somos el mismo cuerpo". Pues sí, lo intentamos, y éste creo que es el mejor distintivo del misionero: sale de su tierra para hacerse "otro" en una cultura diferente, para compartir lo más grande: el Evangelio. Para "difundir los valores fraternales, la humildad, la entrega, la paz, el diálogo, difundir, pues, los valores del mensaje de Jesús (como algo) bueno para la humanidad" en palabras de Pilar Rahola.

"Normalmente trabajan en poblados, selvas y pequeñas comunidades, pero al mismo tiempo son la expresión más clara de la universalidad de la Iglesia y testigos de que el Evangelio es para todo el mundo porque todos somos hijos del Dios que anuncian de palabra y con sus obras". Mmm... no. Vivimos en ciudades y pueblos medio grandes, donde tenemos electricidad y agua caliente, internet, celular, computadora y tablet. La vida no es tan cómoda como en España, pero no estamos en chozos en medio de la selva ni nada de eso. Somos misioneros del siglo XXI, ya no de la época de las huchas por la calle, los negritos o las poesías del padre Carreño.

Aunque también es cierto que el coste personal de estar tan lejos de los tuyos es enorme; es nuestra cruz y nuestra corona, lo que tal vez nos da luminosidad como signos del Reino, como dice Rahola: "el comportamiento de estos creyentes, que entienden a Dios como una inspiración de amor y de entrega, es un faro de luz, ciertamente, en la tiniebla". Junto con el afán de ser factores de humanización, dejándonos llevar por los caminos que Dios plantea y que a veces son totalmente sorprendentes. "Son testigos y, por ellos, muchos reciben la mejor noticia que puede recibir una persona: que Jesús es el Señor, que no estamos solos, que para el Creador del cosmos cada uno de nosotros somos lo más importante. Por todo esto y por muchas más cosas, merecen nuestra oración continua, acentuada este mes, y nuestra colaboración material para desarrollar su tarea". 

No es para tanto. No somos héroes, somos gente normal y corriente, hacemos lo que podemos. Pero gracias a "Iglesia en Camino". Y a Pilar Rahola.

sábado, 15 de octubre de 2016

DERRAMES DE VERGÜENZA


En lo que va de año 2016 llevamos un total de seis derrames de petróleo en Perú, cinco de ellos en nuestra Amazonía. Un triste récord si consideramos que en los últimos seis años han ocurrido un total de 17 vertidos similares: un escándalo ambiental de primera magnitud en pleno pulmón de nuestro planeta.

El oleoducto Norperuano es la conducción de petróleo más larga del Perú. Se construyó en 1974 para transportar el crudo desde el departamento de Loreto cruzando los Andes hasta la costa en Bayóvar, departamento de Piura, con un total de 1106 km hacia el oeste. Según Petro-Perú, el oleoducto no ha recibido mantenimiento en los últimos 16 años y, como consecuencia, se han generado 73 fallas (puntos con pérdidas de espesor superiores al 70%). Se trata de una irresponsabilidad que ha de ser enérgicamente denunciada y de la que deberán dar cuenta los culpables.

La cronología en un flash es así:

Enero: más de 2000 barriles de petróleo crudo se derramaron a la altura del kilómetro 441 del Oleoducto Norperuano en la zona de Chiriaco del distrito de Imaza, Amazonas. La emergencia impactó en sembríos de cacao y en las aguas de la quebrada Inayo. 1900 afectados en total.
Febrero: derrame en Morona, Loreto. 1000 barriles derramados y 2543 afectados según Defensa Civil. El derrame dañó la infraestructura agropecuaria, causó pérdidas de cultivos y estragos en servicios básicos de agua, centros y postas de salud, entre otros.
-Junio: derrame en Barranca, Loreto. 600 barriles y 950 afectados.
Agosto: En el malecón costero de Ilo (Moquegua) se registró un derrame de petróleo que causó la muerte de varias especies marinas. Según la Municipalidad Provincial de Moquegua, entre las especies afectadas se encuentran los lobos marinos, el erizo de mar, estrellas de mar y otras.
Agosto: comunidad Nueva Alianza, distrito de Urarinas, en la provincia y región Loreto. 3473 metros cuadrados fueron afectados por la primera fuga de crudo ocurrida en el kilómetro 54-200. Mientras que en el kilómetro 55-500 fueron 952 metros cuadrados los que resultaron contaminados.
Septiembre: nuevo derrame de petróleo del Oleoducto Norperuano en el kilómetro 64 del Tramo I, distrito de Urarinas (cerca de la comunidad Monterrico, a 9.5 km. de la comunidad Nueva Alianza), en la Región Loreto.

Como es habitual, los afectados son los más pobres. El petróleo malogra sus chacras y sus ríos, truncando sus medios de supervivencia y obligándolos sin remedio a consumir agua y alimentos contaminados que producen graves trastornos en el organismo humano. El Papa habla de ello en Laudato Si nn. 21, 25, 29 y 30.

La revista SIGNOS del Instituto Bartolomé de las Casas muestra testimonios desgarradores:

SARA VÁSQUEZ SILVA, MADRE DE FAMILIA“La salud aquí en Cuninico está muy grave por la cosa del derrame, acá la economía toda está en crisis, más que todo los niños están enfermos. Tienen dolor de estómago, tienen alergias, tienen calambres, tienen vómitos. Antes del derrame no existía eso. La causa es que comen el pescado, el pescado está contaminado, bien contaminado de petróleo. También el agua. Se bañan los niños y salen con alergias, comezones, con dolor de estómago […]”.

FLOR DE MARÍA PARANÁ: “Nuestros hijos lloran de hambre y de sed, como madres estamos preocupadas qué darles de comer, nosotros esperamos que llueva desesperadamente, corremos para recoger, para juntar el agua para tomar”.


Los habitantes de las comunidades afectadas piden legítima y urgentemente al estado:
1) Un estudio del agua y de los peces de la zona.
2) Análisis médicos exhaustivos y atención de calidad.
3) Una planta de tratamiento de agua potable
y 4) Alimentación interculturalmente adecuada a todas las comunidades nativas perjudicadas, mientras no se tenga certeza científica de que el consumo de pescado no pone en peligro la salud y la integridad física de las personas.

Desde aquí nos unimos a estas reivindicaciones. Y reclamamos también que estas tragedias ambientales no desaparezcan de la actualidad periodística, ni de las agendas de las autoridades (gobierno central, congresistas, gobernadores regionales, alcaldes...), ni mucho menos de nuestra sensibilidad como habitantes de la Tierra y como cristianos.

El Papa Francisco, en los nn. 216-221 de Laudato Si nos invita, por el contrario, a una auténtica conversión ecológica*, porque si nos hemos quedado pasivos, entonces necesitamos ser convertidos. Nuestro encuentro con Jesucristo debe mostrarse en nuestras relaciones con el mundo que nos rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de la vida cristiana. Una auténtica conversión supone examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con nuestras acciones y con nuestra inacción.

El Papa sigue: Primero, necesitamos Gratitud por todo lo que Dios nos ha dado; y Gratuidad, es decir, generosidad hacía los demás. En segundo lugar, recordar que estamos unidos con todas las demás criaturas. No contemplamos las cosas desde afuera sino desde adentro y con todos los seres. Finalmente, cuando nos dejemos convertir, va a crecer nuestra creatividad y entusiasmo. Si los desiertos exteriores  se multiplican en el mundo es porque se han extendido los desiertos interiores (LS 217). Pidamos al cielo que llueva agua pura en nuestros corazones y en nuestra mamá Tierra.

* Lo tomamos de: Comisión Episcopal de Acción Social, Laudato Si. Versión popular, Lima 2015
Para saber más:





domingo, 9 de octubre de 2016

DÍA ÚNICO


Llegaron nerviosos, todos con una azucena de plástico en la mano, algunos además con su vela, envueltos en ese alboroto típico de los niños que están a punto de hacer su primera comunión. Yo me sentí como en mi Valencia o en mis Valles y recordé otros días tan parecidos... y tan diferentes.

Habíamos más o menos ensayado dos días antes, lo que cada uno tenía que leer, las ofrendas, los lugares, el orden... Pero todo acá es más simple y más improvisado, no hay tanto tiempo para pulir los detalles. Los niños van vestidos con el uniforme de la escuela porque bastantes no pueden permitirse terno o traje de Sissi emperatriz, hay padres y abuelos que no vienen a la misa; y ni siquiera es una fecha especial, la comunión se hace uno de los días de las fiestas patronales. Porque así fue durante años, cuando el sacerdote iba al pueblo una vez al año, con motivo de la patroncita Virgen del Rosario y ahí celebraba toditos los sacramentos.

Los textos los he adaptado de los últimos años en Santa Ana, de modo que Yuleisy en vez de leer: "Gracias por el cole, la casa, la bici y el bocata" dijo: "Gracias por la escuela, la casa, el fútbol, el voley y los caimitos". No hay colaboración económica de los papás para enviarla a Mendoza, porque ahora vivo y trabajo en Mendoza, aunque en la homilía también les hablé del Atlético de Madrid; subieron los niños conmigo al altar, pero a los papás les aconsejé dedicar tiempo a sus hijos, a conversar con ellos, a jugar con ellos, a pasear... Acá la realidad de familias rotas y de padres alejados física y emocionalmente es mucho peor.

Era todo muy distinto, con otro sabor, pero percibí esa mezcla de ilusión, ternura, satisfacción y alegría propias de ese momento, familiares en mi registro de pastor y favoritas en el patrimonio de experiencias de mi corazón. Y me sentí muy "yo mismo", muy cerca de todo lo que amo, que está allá y ahora también acá. Así nos hicimos la foto de grupo y mil fotos más al terminar la procesión, como en un photocall, sonrientes delante de la piedra del altar y con el alcalde machacándonos la oreja en un discurso interminable.

No se arman grandes celebraciones en las casas, la gente no gasta porque no tiene, no quiere endeudarse o ambas cosas. Se invita a comer a la familia y a los amigos más íntimos. No hay restaurante, ni catering, ni castillo hinchable, ni casi regalos. En la cocina de Milena íbamos almorzando por turnos porque no se cabía: cuando terminan unos, se sientan los siguientes. Sopa y de segundo tacacho con cecina y gallina, humilde comida de fiesta; pero con un vino rosado espumoso italiano que le habían regalado a Nancy y estaba de la patada.

Como en mis otros pueblos, ya no tenía ninguna tarea más. Así que la tarde se ralentizó, ya no miré más el reloj y tranquilo gocé de la compañía, de la conversación y la acogida insuperable de esta gente. Llovió, empezó el desfile, subimos a un segundo piso para ver el panorama, tomamos cerveza y luego café, se fue la luz, seguimos charlando, volvió la luz, repetimos (hicimos yapa) dulce de frejol... hasta que llegó la hora de regresar a casa.

A los niños les dije que era un día único y que lo disfrutaran. Y lo fue también para mí: sin duda uno de los días más hermosos de mi vida, no lo olvidaré jamás. Los caimitos son frutos que se dan en Omia, dulces y divertidos, se te quedan pegados los labios. Pero la última frase quedó igual: "Gracias por todas las cosas bonitas de la vida y por estar siempre a nuestro lado".

martes, 4 de octubre de 2016

ÑACASHCA PROGRESO


Justo estaba yo en Los Olivos el día que llegó la luz. Ya había visitado allí antes, y veía como iban terminando de colocar los postes, conectar los cables e instalar los medidores. Era cuestión de ahorita que la electricidad enganchase al pequeño caserío a la vida moderna. Vivían todos expectantes ante tamaño acontecimiento, sin sospechar que el desarrollo trae su cortejo de fregadas.

Y es que  aquel día de mayo, con la luz nuevecita, en la tarde, cuando comenzaba la Eucaristía, extrañado por el silencio sepulcral de la capilla y de la pampa, pregunté: "¿On tan los niños?" Y me respondieron: "Viendo la tele".

Sin comentarios...

Hace poco, en una jornada de zona en San José (montaña de Zarumilla), Eugenio contó la siguiente anécdota: "Recuerdo que llegó por fin la luz eléctrica a mi pueblo La Primavera. Dos meses más tarde el maestro de la escuela nos llamó a los padres a reunión. Nos enseñó los boletines de notas de nuestros hijos y nos demostró cómo todos habían bajado su rendimiento precisamente en los últimos dos meses". Enmudecidos nos quedamos toditos. "¡Pucha máquina, con la modernidad!" - se oyó por lo bajo a un huayacho indignado. Jeje.

Sí pues. Es como para pensarlo, y yo no dejo de moler desde entonces. Los avances técnológicos nos facilitan la vida... ¿seguro? Mmmmh. Es como viajar en la máquina del tiempo a cuando España se alumbraba con candil, una época que yo no conocí pero que puedo recrear gracias a los relato de mis abuelos y mis padres, o a los libros de Luis Landero. Por la tarde, los niños jugaban al balón prisionero, a los bolindres o al rescate. Cuando caía la noche, la familia conversaba. Era una vida menos cómoda, pero en muchos aspectos más humana. Como la de Los Olivos o La Primavera antes de la invasión de la era digital..

¿Qué pasó después? No hay reunión que no esté abarrotada de celulares que entorpecen constantemente el diálogo. Si entras en una casa y está la tele prendida, los niños parecen zombis hipnotizados por "la caja tonta". Hay gente hablando solos por la calle y crees que están locos hasta que ves el auricular y entonces descubres que conversan por celular, pero eso no es menos inquietante. En un bautizo de pronto aparecen un montón de paparazzis móvil en mano dispuestos a inmortalizar el momento. Los artefactos electrónicos nos rodean, nos colonizan y si no tenemos cuidado poco a poco idiotizan nuestra vida. Chau.

Es como todo, depende de cómo los usemos. San Ignacio lo dice: "Y las otras cosas que están sobre la tierra son creadas para el hombre, para que le ayuden a conseguir el fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre, tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto las ha de dejar, cuanto para ese fin le impiden" (Ej 23).

En el encuentro provincial de la JEC este tema salió un montón en el análisis de la realidad de la comunicación en las familias. Así que ayer llamé a Karina, la psicóloga del hospital, para que arme una sesión de formación sobre la tiranía de los adelantos en nuestra vida. Tal vez ayudemos a evitar que internet haga mazamorra la mente de los jóvenes. Porque muy achorao y mu moderno, pero pucha, ¡ñacashca progreso!

PS: Ñacashca=maldito, desgraciado. Un quechua-guayachismo que es varios insultos en uno.